Las épocas se conocen por su estética y no hay nada mejor que leer a Umbral en La década roja para hacerse una idea de lo que fue la beatiful people del felipismo. Ahora aparecen el Marqués de Aldama y la Pichona, como dos pájaros del sanchismo que dan belleza extrema al cuadro de la España que se está quedando, la de los nuevos ricos y los falsos egresados. Ya no hay sentido del humor ni nada que lo valga, pues te llaman Torquemada o montan un telediario. Pero entre el doctor de la tesis negra y la doctora honoris sauna sin titulación alguna, la universidad nunca había brillado tanto. Faltaba el Marqués de Aldama, que viene con sangre azul y nobleza en los oídos. Junto a la Pichona, hacen una escopeta nacional invertida donde los tiros vuelan hacia atrás y los amos no saben vestirse. Franco se iba de caza y Sánchez, al Vaticano. Al final, no están tan lejos unos de otros.

Pedro tiene siete vidas como los gatos, pero la gata sobre el tejado de cinc caliente le está dando ya quebraderos de cabeza serios. Pudo dimitir por amor en abril, que sería tanto como el triunfo de la primavera y los poetas. Pero esperó hasta este otoño débil donde las amapolas han perdido el color y han torcido su gesto. La beatiful del sanchismo es hortera, pues nada hay de peor gusto que hacerse pasar por lo que no es. Empezando por Sánchez, claro, que pasa por estadista cuando son la Pija y la Quinqui quienes mejor lo conocen. Ahí es donde da su dimensión frente a la derecha, que no aprende y tampoco tiene sentido del humor. Han de fijarse en Broncano e Intxaurrondo, que para eso Sánchez coloca sus soldados en lugares estratégicos, aunque luego llueva y se interrumpa el desfile.

La cabra de la Legión es la única que permanece en esta España que no celebra Suresnes porque González y Guerra no tragan al jefe. Page hace un tuit en cambio donde recuerda los cincuenta años y lamenta que el PSOE pierda la centralidad. Como alguien ha escrito, España se recuperará antes de Sánchez que los socialistas. Entre la Pichona y los conseguidores, el agujero será espasmódico. Los koldolaris cortaban los troncos y las parejas vivían en chaletes. Nuevos ricos, pobres de invernadero, entre la duda del langostino con cuchillo y tenedor o los dedos. Al final, son las manos las que más trabajan y esas, siempre, van al pan. Ábalos es un mundo difichile, como Tonino Carotone. Me cago en el amor y el escaño, que es lo que todavía le queda. Carbonerito Segundo no quiso seguir los pasos de su padre, torero de Cuenca, y rehusó ese mundo, sin darse cuenta de que más cornás dan la política y el hambre. La Pichona lo determina todo. Cuando alguien se refiere así a la mujer del presidente, es que la cacería ha terminado y comienza la cuenta atrás.

El final del sanchismo será épico, wagneriano, con gritos de valquirias enloquecidas, fuego en el escenario y caída de la tramoya. Roma arderá enfurecida mientras Pedro nombra emperador a su caballo. Al final, será una historia de amor y se lanzarán desde lo alto de la torre de Moncloa como si fueran Calixto y Melibea. Quizá sea demasiado bello para ser tan vulgar. Igual es sólo un informe de la UCO lo que acabe con la Pichona y su mundo ideal. Aladín frota la lámpara, pero sólo sale Ábalos para ponerles un pisito en la playa. Como Don Pablo en Cuéntame. El Marqués de Aldama es el único que guarda las maneras por su sangre noble. Veremos si pide té o café desde la cárcel.