La droga, primer problema de nuestra sociedad
Lo afirmo sin ambages, de manera rotunda. Creo que la droga supone el primer problema sanitario y moral de nuestro país como también de cualquier sociedad y civilización que se precie porque es la causante de la destrucción, a menudo irreversible, de aquellas personas, sobre todo jóvenes, que caen en sus crueles y en muchísimas ocasiones mortíferas garras. De las drogas se ha escrito y hablado mucho en artículos y conferencias; profesionales de prestigio han tratado este gravísimo problema personal y social pero lo cierto y verdad es que esta bestia destructiva sigue campando en multitud de lugares y ambientes de nuestro país y resto de Europa.
Han sido dos noticias muy recientes aparecidas en sendos diarios de tirada nacional, con títulos tan expresivos como “El caballo cabalga de nuevo en tres barrios de Barcelona” y “Los terribles efectos del éxtasis líquido: enloquecen desnudos en una discoteca de Madrid”, lo que ha hecho que mi rabia haya tocado fondo, indignado ante este execrable atentado contra el ser humano como es el negocio y consumo de drogas.
Como ciudadano y padre de familia pero también como responsable de una organización que tiene entre sus Programas la ayuda a drogodependientes en el Centro Siloé, quiero dejar constancia a través de estas líneas mi enorme tristeza y preocupación a la vez que impotencia ante un problema de mayúsculo calado, denunciando públicamente una situación de la que desgraciadamente somos testigos a diario, junto con otras organizaciones y asociaciones, y a la que nos enfrentamos como podemos y sabemos para intentar paliarla.
Personas que llegan completamente destruidas y que en un momento de lucidez, como tuve ocasión de comprobar hace unos días charlando con ellos de manera distendida alrededor de una mesa, hablan sin reservas y al desnudo de “esta puta droga que me está matando pero que me tiene cogido por los huevos”. Familias rotas, arruinadas, desesperadas, viendo que alguno o varios de sus miembros se están autodestruyendo… Un sinfín de historias patéticas, historias de muerte y destrucción en el íntimo mundo de miles de personas, a menudo enredadas más si cabe dentro de los muros de una prisión.
Si desean conocer a fondo la verdadera dimensión de esta auténtica enfermedad social, que no está provocada por un virus ni una bacteria sino por el ser humano, que transita como si tal cosa por nuestros pueblos y ciudades, les invito y aconsejo visitar la página sobre el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías editado por el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad y en concreto, España Informe del país sobre drogas 2017. Los datos que contiene son realmente aterradores. En él se dice entre otros extremos que uno de cada tres adultos en nuestro país admite haber consumido algún tipo de sustancia tóxica.
http://www.emcdda.europa.eu/system/files/publications/4525/TD0116922ESN.pdf_en
El consumo de drogas está relacionado sin duda con el nivel de desesperanza social pero también con el nivel de degradación moral. Y en medio de estos dos polos, un fuerte, monstruoso y despiadado entramado económico que parece escapar al completo control de las autoridades.
¿Responsables? (Prefiero utilizar este vocablo en lugar del de culpables) todos en mayor o menor medida. Sé sobradamente que atajar un problema de esta magnitud a unas alturas con tantas plumas ya lanzadas al viento y enormes intereses económicos en juego, medio de vida para muchos trapicheros, camellos y demás delincuentes de mucho mayor rango, sin duda que no es nada fácil.
Pero si a esta dificultad añadimos el conformismo, pasotismo, unido a un extraño, patético e hipócrita sentido de la libertad, a una falta de voluntad política basada muchas veces en incalificables y confusos manejos de conceptos basados en mezquinos intereses electorales; unos medios de comunicación dedicados día y noche a tratar los mismos y triviales temas que al ciudadano de a pie lo tienen harto, el horizonte se nos presenta ciertamente descorazonador.
Esta sociedad adormecida, domesticada, incapaz de hacer una auténtica revolución porque se tiene que ir a cenar y después a dormir su conciencia…parece no encontrarse desgraciadamente en condiciones de vislumbrar y reaccionar para establecer la hermosa y ansiada por otra parte, revolución de la ilusión, esperanza y decencia, la revolución que promociona los valores profundamente humanos. Así de triste, pero así de cierto.
Fermín Gassol Peco. Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real