Un efecto enero inusual en las bolsas mundiales
En los primeros días de mes de febrero de este año 2018 se ha producido una llamativa caída de las bolsas occidentales comandada por Wall Street. No es inusual que durante el mes de enero, las bolsas tengan un comportamiento alcista tras el cierre del ejercicio y la habitual realización de beneficios de final de año, y que en febrero se produzca una cierta realización de beneficios de este comportamiento alcista en enero (este efecto se conoce en economía financiera como “efecto enero” en los mercados de valores). Sin embargo, este 2018 se ha producido tal efecto de forma mucho más abrupta que en ejercicios pasados. No cabría circunscribir las caídas a un solo motivo.
Conviene señalar, de partida que no hay una noticia negativa, a priori, que explique este derrumbamiento (en tres días de febrero se ha perdido todo lo que se había ganado, de forma extraordinaria, en enero en la bolsa americana). Podríamos señalar una serie de circunstancias, unas reales y otras basadas en expectativas, que han provocado cierta inquietud en los inversores y ya se sabe que el miedo se propaga muy fácilmente, generando un clima desconcertante que puede provocar movimientos irracionales en los mercados financieros. Entre ellas destacaremos las reseñadas a continuación.
Las caídas en Wall Street se han producido tras su mejor enero desde 1997, así que la recogida de ganancias puede ser la principal causa del derrumbe. Se podría considerar que las acciones de las bolsas mundiales quizás estaban altas por la buena situación económica global donde se produce, desde hace mucho tiempo, una alineación de perspectivas favorables de crecimiento en todas las áreas económicas del planeta.
Puede que las valoraciones de los títulos de renta variable hayan estado sobrevalorados a pesar del fuerte crecimiento de los beneficios empresariales después de los impulsos introducidos en la economía norteamericana por Trump particularmente a través de su Reforma Fiscal. Que las bolsas en algún momento pudieran corregir ese exceso de valoración era algo previsible, pero que las caídas se produjeran de manera tan brusca y de tal magnitud no entraba en los planes de los inversores generando una cierta inquietud y volatilidad en los títulos de renta variable.
El buen dato de empleo que viene mostrando los EE UU y el crecimiento de sus salarios genera expectativas de un alza de los precios. Los sueldos crecieron un 2,9% y esa variación no se veía desde 2009. Con la inflación apuntando al alza, la Reserva Federal (FED) podría verse tentada a endurecer las condiciones para acceder al dinero y hacer crecer los tipos de interés de forma más acelerada a lo esperado.
Después de las tres subidas de 2017, los tipos en EE UU se hallan en una banda del 1,25% al 1,5% y algunos expertos los ven por encima del 2% este mismo año. La decisión la tomará Jerome Powell, que acaba de tomar posesión de su cargo al frente de la Fed en sustitución de Janet Yellen y no es descartable una aceleración del ajuste en tipos para compensar una política fiscal expansiva como la que se ha implementado en el tercer trimestre de 2017 en EEUU.
Esta subida de tipo puede tener efectos graves para las empresas europeas más endeudadas si el BCE sigue la estela de la Reserva Federal en el probable ajuste al alza de los tipos de interés. El Banco Central Europeo sugirió en su última reunión que hasta 2019 no subiría los tipos —ahora en el 0%— aunque si EE UU acelerase sus alzas podría cambiar la idea de las autoridades monetarias europeas en Francfort.
Subir los intereses sería una mala noticia para las compañías con mayor volumen de deuda y para las firmas de infraestructuras que necesitan mucha financiación para iniciar sus obras; de ahí que las mayores caídas del Ibex las estén soportando constructoras como ACS, siderúrgicas como Arcelor Mittal o firmas de infraestructuras de teleco como Cellnex. Tampoco sería bueno para las pymes porque los créditos bancarios se encarecerían de forma paralela a una subida de los tipos de referencia.
Otro motivo para la caída de las bolsas es que la renta fija ha ido ganando atractivo. El bono estadounidense marca una rentabilidad del 2,8%, su máximo desde enero de 2014. A ese precio, al inversor le podría interesar más asegurar una renta con bonos soberanos y abandonar la renta variable (acciones) que conlleva un riesgo mayor. También despunta el bund alemán, que pasa del 0,42% al 0,73% en un mes.
Sin embargo, en nuestra opinión, creemos que el abandono de las posiciones en acciones se debe no tanto a unas expectativas racionales a medio plazo como a un momento de incertidumbre puntual. La renta variable, con independencia de algunos momentos de volatilidad a lo largo del año, tiene recorrido en su valoración. Por último, conviene no olvidar que el hecho de que la renta fija ofrezca más intereses no solo le resta atractivo a las acciones, sino que también hace huir al inversor de otros activos de riesgo como el petróleo (el barril Brent cotiza ahora a 66 dólares cuando hace días sobrepasaba los 70) o el bitcoin (cuesta menos de 6.000 dólares cuando llegó a cotizar a 19.000), entre otros.
En los próximos meses es probable que asistamos a una importante volatilidad en los mercados financieros a la espera de que se resuelva la línea argumental que seguirá la FED con la nueva dirección y el comportamiento de las economías más poderosas ante el temor de que una aceleración económica global pueda provocar tensiones inflacionistas que conduzcan a una política monetaria alineada a nivel mundial de carácter restrictivo.
Juan José Rubio Guerrero. Catedrático de Hacienda Pública. UCLM