La conferencia de las carcajadas
Lo conocí en el 86, en el Colegio Universitario de Ciudad Real, donde organizamos unas conferencias llamadas Hacia el año 2000. La cercanía del milenio arrasaba. Parecía que la vida sería completamente distinta, algo parecido a lo que la ciencia ficción nos anunciaba. Era muy lector de Verne, Huxley, Wells, Orwell, Zamiatin... y creía que llegaría la sociedad perfecta, ese paraíso terrenal organizado por la sabiduría de ciertos hombres superiores que ha perseguido la Humanidad desde los tiempos de Platón, cuya República es la primera de esa larga secuencia de utopías.
En aquellas jornadas trajimos atrayentes conferenciantes. Algunos nombres ya olvidados y otros que han seguido lustros ocupando el escenario, como Juan Luis Cebrián, quien nos dio una conferencia plena de agudeza, documentación y vaticinios, como después comprobé. También vino Forges y las carcajadas de aquella conferencia ahora, con su muerte, resuenan en mi cabeza con una plácida reminiscencia. Fue improvisada, plena de humor. Recordé con Baltasar Gracián que la agudeza es el arte del ingenio.
Quedé antes con él y nos dimos una vuelta por Ciudad Real. No necesité hacer de cicerone pues la conocía a fondo, así como Miguelturra, donde tenía varios amigos. Cuando llegamos al aula magna, el salón estaba lleno. Tuve el placer de presentarlo. Luego comenzó la conferencia. No miento si digo que gran parte de aquellas palabras aún merodean por mi mente, y se me ponen los pelos de gallina cuando recuerdo que habló del cáncer como uno de los destinos del humano. Premonición certera. Luego habló de los espejos. Decía que a partir de los 40 había que quitarlos aún a riesgo de cortarse una oreja en el afeitado. Entonces uno se mira al espejo y ve cómo avanza esa ruina cotidiana.
¡Cómo se puede vivir en un país en el que hay un refrán que dice Al que madruga Dios ayuda, y otro que No por mucho madrugar amanece más temprano!, nos decía. O sea, que a los refranes ni caso, sentenciaba. En otro momento, definió a la Humanidad como un cúmulo de errores pequeños, absurdos y bajitos, y que no sabemos a dónde vamos y tenemos ciertas dudas de dónde venimos. Dijo que los autos son unos aparatos inventados por los hombres para dejar en ridículo a las mujeres, machismo leve que ellas rieron. Nos habló de la erradicación del mando a distancia para promover el deporte, pues levantarte y apagar la tele es mucho mejor porque en el recorrido haces varias inspiraciones y expiraciones, el corazón late y hasta puedes practicar judo virtuoso, que es apagarla en plan Karate Kid, o también puedes hacer el pino o ensayar pasos de breakdance. Su humor siempre nos hizo pensar. Aquella tarde nadie pudo quitarse, durante una hora, la sonrisa de su rostro.