Oye, Manu
Las vacaciones escolares están a punto de llegar, el curso escolar da sus últimos coletazos y solo los claustros para poner las notas, la entrega de éstas a padres y alumnos y elaboración de la memoria del curso, hacen que los centros educativos permanezcan abiertos. Por lo demás, solo los que nos hemos dedicado a esta bendita, digna y vapuleada en los últimos tiempos profesión, en mi opinión, sabemos lo que ello significa para toda la comunidad escolar.
Antes llegaban las vacaciones y unos pocos iban de campamento a Almorox o cercanías; otros se marchaban a los pueblos con sus tíos, primos y abuelos y algunos, solo un grupo de privilegiados, podían ir con su familia a la playa. Por eso el socorrido Tajo, Guadarrama, Alberche, embalse de Cazalegas, lagunas de Ruidera -estas quedaban un poco lejos- eran lugares muy concurridos por los chavales de entonces. Eran tiempos en los que la mujer aún no se había incorporado masivamente al mundo laboral y nadie hablaba de la conciliación laboral. Son palabras y expresiones de nuevo cuño que surgieron con el progreso y el avanzar de los tiempos.
Hoy existen infinidad de ofertas para los chavales en campamentos urbanos -sin salir de la ciudad- y acciones que organizan los Ayuntamientos, asociaciones de vecinos, desde las parroquias, en fin, múltiples actividades que en teoría y en la práctica deberían servir para mitigar el calor y formar más y mejor a nuestros alumnos, etc.
Y en esto nos encontramos, cuando un joven estudiante francés, al jefe del Estado de su país, Emmanuel Macron, en una visita, le espeta muy cercano en la distancia, “oye, Manu”, para hablar con él. Ya sabemos la respuesta del mandatario francés. "Aquí y hoy, me llamas presidente o de usted". Que tú y yo no hemos la mili juntos. Curiosamente para intentar rebajar la tensión le dedicó después unas palabras, le explicó lo que había querido decir, pues parece que parte de la sociedad como que no lo había aceptado bien, que se había pasado. Para mí, un error, puesto que lo que le dijo al chaval es lo correcto. Y nos remontamos al tú o al usted en las aulas.
No ignoro que más de un padre o madre me haya tildado de antiguo o retrógrado; me da igual. A mí, como a muchos de los que lean este comentario, mis padres y en el colegio me enseñaron a respetar a los mayores y que eso mismo comenzaba por llamarles de usted en señal de respeto. Yo he llamado a mis maestros y profesores de usted hasta que he tenido 60 años. Lo hago cuando visito a médicos que pueden ser mis hijos y ellos me tutean. Pero una cosa no quita a la otra. No puedo ir a ver al Rey o al presidente del Gobierno y arrearle un “oye tú colega” y quedarme tan tranquilo. Siempre he pedido a mis alumnos que me llamasen de usted y les he razonado por qué. Lo que no puedo dar como bueno y normal es que ahora en los centros educativos se hagan “calvos”, te tutee el primer “mierda” que llega al centro y si te descuidas sufres las denuncias de los padres o de la sociedad. Y ojo que puedes encontrarte con que el Servicio de Inspección aunque lleves razón en una medida premeditada que has tomado o en claustro, te quite la razón y te dejen con el culo al aire.
Esa “camaradería” sin razón, además de los nacionalismos y la gilipollez social que nos rodea, además de egoísmos personales, hace que cualquier ley de Educación que promuevan fracase, no salga a delante y dure menos que un pastel a la puerta de un colegio.