Sin una adecuada Ordenación Territorial, seguiremos con el agua al cuello
Este 8 de septiembre ha hecho un año que se produjeron las graves inundaciones de Cebolla. Y hoy, un año después, aún tenemos en la retina los fenómenos extremos que nos dejó la DANA (Depresión Aislada en niveles altos) en localidades castellano-manchegas como Borox, Seseña o Villanueva de los Infantes.
En relación a ello, el pasado 31 de agosto nos informaba la prensa de que un estudio internacional liderado por la Universidad Técnica de Viena, en el que habían participado 35 grupos de investigación europeos entre los que se encuentra la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), concluyó que los cambios en las magnitudes de inundación observados en las últimas décadas se pueden atribuir claramente al cambio climático.
¿Y ahora? ¿Estamos más expuestos? ¿Los seguros nos seguirán cubriendo igual o cada vez pondrán más problemas y excusas y nos subirán la póliza al aumentar la exposición? ¿Esto es imprevisible? ¿Nos puede pasar a cualquiera? Pues parece que, dentro de la aleatoriedad de los fenómenos intensos, hay algunas cuestiones previsibles. En primer lugar puede usted acudir al PRICAM (Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones en Castilla-La Mancha) y ver si vive en una población de riesgo. Curiosamente Cebolla tiene un riesgo de 2.30, Seseña Nuevo 2.40, Borox un 2.47 y Villanueva de los infantes en un 2.64, los cuatro con un nivel A2, el segundo más elevado; mientras que Seseña Viejo, con un 2.94 está en el A1 más grave. En este nivel y con riesgos aún más elevados también nos hallamos algunas otras nobles localidades como Talavera (3.37); Toledo (3.39); Guadalajara (3.42); Cuenca (3.55) o Albacete (3.58), por si quieren ir ustedes adquiriendo la barca.
“Las avenidas e inundaciones son el fenómeno natural que produce mayores consecuencias y pérdidas socio-económicas medias anuales con coste en vidas humanas”, como se encarga de recordarnos la introducción del PRICAM. Ante el riesgo, le recomiendo, en segundo lugar, y siendo ya conocedor de que en su zona pueda llegar a caerle la del pulpo, que revise la cartografía y los mapas de peligrosidad y de riesgo de inundación del Ministerio de Transición Ecológica, donde por una u otra herramienta podrá visualizar hasta dónde se producen las inundaciones y qué partes de la población y actividades económicas están en riesgo.
El mapa de Cebolla resultó ser interesante. Muestra claramente cómo un arroyo, que divide en dos al pueblo, ha sido perfectamente ocupado por la calle principal. Ni es la primera población donde esto pasa, ni será la última, pero teniendo en cuenta la tendencia marcada por el cambio climático y los informes que nos llegan, sería oportuno que las instituciones se pusieran a trabajar, no solo para gestionar la emergencia, cuando llegue, sino para evitar que se produzca reduciendo la exposición. O sea, a ver si con la cantidad de terreno que tiene Castilla-La Mancha, podemos evitar construir en zonas inundables, máxime cuando sabemos cuáles son.
Volviendo a Cebolla, después de un año, podemos ver qué ha pasado y si hemos aprendido algo. Así, aunque desde 2015, con el cambio de gobierno municipal, se hablaba de la “problemática reiterativa en Cebolla de las inundaciones y riadas” o de “planes de mantenimiento continuado del arroyo y de los sumideros de la localidad”, jamás se planteó que el Plan de Ordenación Municipal, que se estaba elaborando, pudiera ser una herramienta de trabajo, más útil si cabe, para abordar el problema. Normal, en Castilla-La Mancha tampoco tenemos un gobierno que utilice la ordenación del territorio para la gestión del riesgo. Es más, ¿dónde está la ordenación del territorio?
Tras los conocidos sucesos del 8 de septiembre de 2018, volvió a retomarse la preocupación por la gestión de las avenidas de agua, esta vez a través de la realización de balsas para retener el agua en caso de crecida, así como para reducir la velocidad de la arroyada, a la vez que planteaban aumentar el diámetro de la tubería que canaliza el arroyo. No es probable que sea suficiente, dado que, como se reconoce en la Evaluación Preliminar de Riesgo de Inundación de la Cuenca del Tajo , la cuenca de aportación intermedia entre los extremos del tramo soterrado, de alrededor de un kilómetro cuadrado de superficie, presenta una forma en “V” con dos ramas alargadas a cada lado de la localidad de Cebolla. Esta intercuenca está ocupada en su mayor parte por terrenos urbanos, casi impermeables, por lo que la mayoría de la precipitación que cae sobre ella se transforma rápidamente en escorrentía directa, que circula por varias calles de gran pendiente hasta desembocar en las inmediaciones de la sección de salida del tramo encauzado, cerca de la plaza del Ayuntamiento.
Desgraciadamente, lo más preocupante es que mientras se hacían estas propuestas en los medios de comunicación por parte de la Confederación Hidrográfica y el Ayuntamiento, el trabajo paralelo del Plan de Ordenación Municipal ignoraba el riesgo de inundación y riada que no se contempló en la documentación presentada por el Ayuntamiento a la Junta a pesar de la Norma Técnica de Planeamiento. Muy al contrario, planteaba un aumento de la población por la zona inundable aumentando la exposición de la población y con ello la certeza de que las consecuencias cuando ocurra irán en aumento.
El hecho de que la Ordenación Territorial española sea no retroactiva y la falta de cultura en cuanto a la incorporación del riesgo a la planificación territorial, ya sea natural o antrópico, impide la reflexión y propuesta de alternativas tendentes a la corrección futura de desarrollos ejecutados de manera inadecuada, pero necesitamos que eso empiece a cambiar ya o acabaremos, sin duda, con el agua al cuello.
Eva Jiménez es portavoz de Actúa en Toledo y ex concejal del Ayuntamiento toledano