José Luis Perales, el poeta de la canción
Hace muy pocos días, este castellano manchego cumplió setenta y cinco años y, ahora que ha anunciado que se despide de los escenarios para siempre, considero justo dedicarle unas palabras aunque quien escribe sea alguien que para nada podrá compararse con él, en grandeza artística, ni ahora ni nunca.
Es más, quien escribe es un simple admirador. Uno de los muchísimos que tiene por buena parte del mundo. Me estoy refiriendo a José Luis Perales, un cantautor que ha sido capaz a lo largo de los años de dejar su sello único, auténtico, inigualable e irrepetible tanto con su voz como en sus composiciones.
Al conquense siempre lo tendré por un cantante que ha marcado una época pero, como he hablado algunas veces con ciertas personas, sin duda es un artista atemporal, porque si algo tiene él es que sus canciones no pasan de moda, ni pasarán jamás, convirtiéndose muchas de ellas en verdaderos himnos con alma compuesto desde el alma.
En las muchas entrevistas que ha concedido a lo largo de su carrera musical, Perales ha confesado ser alguien más bien tímido, introvertido, pero que en el escenario ha sido capaz de soltarse de tal forma que ha sido capaz de unir generaciones de personas en torno a unas melodías que, nada más escucharlas, el espectador tiene la suerte de identificarse con las historias que cuenta y hacerlas suyas, calando como esa lluvia que te empapa hasta calarte en lo más hondo de tu ser.
Puedo hablar de él de lo que me parece como cantante, no como persona, pues no tengo el honor de conocerle. Nunca nos hemos visto en persona, aunque lo imagino siendo como alguien normal que puedes cruzarte por la calle paseando o sentado en un banco como uno más. Lo imagino sencillo, natural, espontáneo como cualquiera de las canciones que ha cantado y compuesto a lo largo de su vida.
He de confesar que yo soy una de esas personas que han crecido escuchando sus canciones. Sí, lo recuerdo estando sentado en el sillón de mi casa con un enorme radio cassette, esos que coloquialmente se ha denominado “loro”. De hecho, recuerdo a mi abuela materna y a mi madre decirme que me tiraba las horas muertas escuchando la radio y esas canciones como las de este conquense que, sin llegar a ser tan universal como Don Quijote, sí puedo decir que, para mí, ha sabido convertir su sueño manchego en una realidad tan propia de Sancho que le ha hecho grande.
Dice que se marcha para siempre de los escenarios. Que apagará su voz como ese jugador de fútbol que cuelga sus botas para no volver a pisar más el terreno de juego pero, por mucho que quiera, como Antonio Machado diría, él ha hecho tal camino que nunca podrán borrarse sus huellas. Eso somos los seres humanos, tal vez: huellas, nada más, pero la suya creo que va a ser imborrable por mucho que pase el tiempo.
Se marcha un cantante, compositor y artista de la canción melódica, de la canción de amor y desamor, pero también de esa canción de lo social, de esas personas a las que poca gente menciona como si nos diera miedo a hacerlo o porque hacemos como si no existieran, tales como un mendigo o, como dijo en aquella canción, “esas chicas alegres de la calle”, que no son sino esas prostitutas que están ahí desde el principio de la existencia humana y que muchas veces ignoramos pero que son tan seres humanos como todos los demás, porque existir, existen, y siempre estarán ahí.
En una de sus míticas canciones, Perales se preguntaba por qué Cuenca se quedaba sin poeta y, como buen modesto que es, creo que habría que decirle que el verdadero poeta de su hermosa tierra es él, y seguro que muchos de Castejón, su pueblo, así se lo pueden decir.
Es verdad que este artículo es corto, tremenda e injustamente corto para un artista tan grande como él, pero, al menos, espero sirva de homenaje a alguien que ha sabido poner en lo más alto la cultura española y castellano-manchega.
Por todo ello quiero darte las gracias, José Luis. Gracias por ser tan grande y habernos hecho tan felices a tantas generaciones de españoles e iberoamericanos. Gracias a ti, la música, la poesía y el arte son muy grandes.
Sólo decir que, aunque esto lo he escrito en mi ordenador, quiero que esto que expongo en este momento sea como aquel humilde velero llamado libertad, porque libre me he sentido como siempre me siento y lo soy, cuando decido desnudar mis sentimientos en forma de palabras que sólo esperan llegar al interior de los demás.