Tan cerca, tan lejos
La gravedad de la situación en la que nos encontramos y las medidas de prevención para garantizar la salud pública e impedir el contagio han provocado que ahora el contacto físico entre nosotros esté más o menos limitado. Hay que guardar las distancias y cuidar de no tocarnos porque es vital; tenemos que ser responsables ante todo, pese a que queramos estar cerca del otro. Cercanos pero distanciados.
Parece ser que el individualismo que tanto criticábamos se ha transformado en aislamiento, en solidaridad y en comunicación. Se ha vuelto necesario e imprescindible. Individualismo en estos momentos significa trabajar unidos; estar más comunicados que nunca gracias a las nuevas tecnologías que tenemos a nuestra disposición. Más conectados que nunca; más comunicados e informados que nunca. Aislados, sí, pero no solos. Individualismo también significa estar pendiente del prójimo o próximo que tenemos cerca o lejos, ayudando en la medida que las condiciones sanitarias nos lo permitan.
En otros tiempos donde el avance de la tecnología se podría considerar ciencia ficción el aislamiento social era más que efectivo y la soledad era real en todos los sentidos, física y emocional. Nosotros somos afortunados porque la tecnología está de nuestro lado, y el avance tecnológico está al servicio del ser humano, incluso para acercarnos unos a otros en la distancia. Serán días muy complicados, de mucha incertidumbre e inquietud. ¿Qué pasará? ¿Cómo lo viviremos? ¿Y qué va a ser de nosotros?
En muchos casos la posibilidad de teletrabajar hace que no tengamos que salir de casa y nos permita estar en contacto con nuestros compañeros de trabajo; que nuestros estudiantes puedan seguir sus clases y en contacto con sus profesores y compañeros, no sin esfuerzo y disciplina; la aplicaciones de mensajería para teléfonos inteligentes están al 1000 x 1000 en rendimiento.
Las conversaciones telefónicas o de mensajería se han multiplicado para preguntar, para estar pendiente de nuestros familiares y amigos. Nuestra anterior vida -tan ajetreada- nos impedía llamar a nuestros padres o tener tiempo para conversar con nuestras familias. Estábamos más cerca y estábamos tan lejos. Esta epidemia quizás nos acercará a los que teníamos más olvidados y aprendamos a guardar silencio y a escuchar. Estamos en casa pero no parados, y no incomunicados.