Tú a Boston y yo a Canarias
En el pasado mes de marzo de este mismo año, cuando los cierres perimetrales y confinamientos se endurecían, y cuando los negocios de hostelería volvían a sufrir fuertes restricciones con motivo de la tercera ola de contagios por Covid-19, la ciudad de Barcelona acogió un concierto en el Palau de Sant Jordi para cinco mil personas, en una noche como si no hubiera existido la pandemia si hubiéramos pasado por alto las mascarillas que resaltaban en los graderíos de la sala de conciertos.
Fue un concierto que se celebró con estrictas normas sanitarias que debían cumplir los asistentes, entre las que no faltó el reparto de mascarillas FPP2, ofrecidas por los organizadores del concierto, al tiempo que los aficionados de la música rock de esa noche se sometieron a una PCR y un test de antígenos que fueron verificados antes de ingresar al recinto. Hubo ventilación particularmente fuerte durante toda la velada, que se celebró tras un año con movilidad limitada y sometida a posible sanción y multa, distanciamiento social y muy poca interacción interpersonal.
Y pese a las medidas de seguridad tan estrictas y extraordinarias, los más prestigiosos divulgadores científicos y médicos que trabajan en las diferentes UCIs de los centros hospitalarios públicos de España señalaron que el mensaje que se ofreció con esta celebración no fue el adecuado.
Algo de esto ocurre también con el mensaje que traslada el presidente del Gobierno de Castilla-La Mancha, tras su viaje a las Islas Canarias, seguramente prescindible en estos momentos de recrudecimiento de los contagios por Covid-19 y de vaivenes de las propias autoridades españolas y europeas en la aplicación ya de por sí ralentizada, de vacunas dependiendo del laboratorio que las produce.
Más allá de los motivos que han justificado el viaje del presidente de Castilla-La Mancha y alguno de sus consejeros a las Islas Afortunadas, en todo caso nada urgentes y totalmente asimilables para cuando la ocasión pinte más propicia, García-Page no puede celebrar recorridos turísticos en tanto en cuanto a sus vecinos de Castilla-La Mancha se les amenaza constantemente con “controles de carretera” en todos los paneles de las Autovías del territorio, que les recuerdan constantemente la amenaza de una sanción económica importante si osa a cruzar la frontera autonómica, aunque sea para ver a sus familiares más directos.
En esta especie de cruzada por los confinamientos y cierres fronterizos con la que García-Page parece justificarse tras un año de caos y palos de ciego, el mensaje que traslada desde Canarias y sus rutas paisajísticas puede poner en duda a más de un vecino de Castilla-La Mancha que en estos momentos se tienta la ropa porque los efectos de una movilidad reducida, limitando uno de los derechos fundamentales de los ciudadanos, puede llegar a ser exasperante.
Ni el concierto de rock de Barcelona llegó en el momento más oportuno en la lucha contra la pandemia; ni el viaje de García-Page era el más prudente en un escenario de cierres, caída de la actividad económica, restricciones y limitaciones de la libertad de movimientos a los vecinos de Castilla-La Mancha, por muchos alicientes que ofrezca una escapadita a las Islas Canarias entre el maremágnum político de tensiones cruzadas, contagios y presión hospitalaria.
No es la ejemplaridad que se espera de un responsable político, ni es el momento, con 901 nuevos casos por infección de coronavirus en nuestra región durante el fin de semana, de versionar aquella película tan famosa de Tú a Boston y yo… A Canarias, salvo que el presidente de Castilla-La Mancha se llame García-Page y se pueda permitir estos lujos restringidos para la mayoría de sus vecinos de su Comunidad Autónoma.
José Julián Gregorio. Presidente provincial del PP de Toledo y senador