Alfonso X, una exposición muy didáctica de Alberto Romero
La exposición “Alfonso X, El Sabio, tres Culturas, un Rey”, de Alberto Romero, enmarcada dentro de los actos conmemorativos de su VIII nacimiento, que fue inaugurada el 7 de abril, ha tomado ya velocidad de crucero. El artista plástico toledano nos adelantó, durante el inolvidable acto de inauguración, en presencia de la alcaldesa de Toledo, Milagros Tolón, que le iba a emocionar poder ofrecer y explicar su obra, al pie de este barco, a todos los amantes del arte, la cultura y la historia que se acercaran para contemplarla.
Busco a Alberto Romero por la sala de exposiciones, ubicada en el emblemático Centro Cultural San Marcos de Toledo, en otros tiempos iglesia de San Marcos, perteneciente al convento de la Santísima Trinidad, levantada de nueva planta durante el siglo XVII. Al verme se lleva un buen susto, que no es capaz de disimular. "¡Uff, José Antonio -me confiesa-, me he llevado un susto tremendo! Es que, con el espacio tan grandioso de la iglesia, mi concentración en la música medieval de fondo y el fotografiado de los detalles de este cuadro de las Cantigas de Santa María, al girarme me he sobresaltado al verte inopinadamente junto a otras personas". Luego, tras volver en sí, me explica que ayer fue un día muy interesante por el gran interés mostrado por su obra por parte de ciertas personas procedentes de diferentes partes del mundo; y que, en ese momento, se hallaba tomando fotografías de detalle para una de origen brasileño, que había mostrado especial interés por la obra de las Cantigas, por su expresividad, texturas, colores, delicadeza y el detalle de cómo sale el instrumento musical fuera del bastidor.
Alberto Romero me traslada su plena satisfacción por la preciosa acogida y valoración de sus 42 obras en torno a la figura del Rey Sabio. La gente le comenta que a través de sus cuadros reciben buenas vibraciones, repletas de vida, de luz y de felicidad; además -le dicen-, "nos vamos contentos al leer y reflexionar sobre las frases inmortales de este gran personaje que has colocado estratégicamente, inspiradoras y motivadoras, que nos ayudan a comprender mejor el verdadero sentido de la vida".
Durante el recorrido de la exposición, con la evocadora ambientación musical de las Cantigas de Santa María, Alberto me expone con detenimiento cada detalle de sus cuadros; y no solamente desde un punto de vista artístico, sino también cultural e histórico. De forma instantánea comprendo que este aspecto -su pasión por la cultura y la historia de España- es, seguramente, una de las señas principales de identidad de este genial artista plástico toledano. Y es que, como he escrito en otra ocasión, hablar de Alberto Romero es hablar de la cultura y la historia de España.
"La culpa de todo esto -me confiesa con nostalgia- es de mis padres. Siempre lo he sabido, pero ahora, con motivo de esta significativa exposición, en entrevistas, reflexiones y soledades, lo he visto con mayor claridad: que soy el fruto de un amor apasionado de unos padres que dedicaron toda a su vida al cuidado, la formación y educación de una gran familia de siete hijos y veinte nietos". "Recuerdo -me comenta fijando su mirada en el infinito- que casi todos los fines de semana, puentes y veranos, mis padres nos llevaban a los lugares donde, por un motivo u otro, se gestó algún acontecimiento significativo de la historia de España. Así que, de la mano de mis padres -Manuel Romero Martínez y María Dolores Guillén Verdugo- visitamos palacios, museos, monasterios, iglesias, exposiciones y ¿cómo no? también la Naturaleza, especialmente la contenida en la majestuosa Sierra de Gredos, un escenario singular, en el que habita la cabra hispánica y donde pudimos disfrutar de sus maravillosas lagunas, gargantas, circos, riscos y galayos".
Ciertamente, Alberto Romero es una simbiosis -desde el punto de vista profesional- de don Manuel Romero y doña María Dolores Guillén. De su padre, el doctor Romero, un prestigioso traumatólogo toledano, presidente del Colegio de Médicos de Toledo y prioste del Capítulo del Santo Sepulcro, aprendió a amar la cultura y la historia; de su madre, doña María Dolores Guillén, la pasión por la creatividad y el arte. Su padre, madrileño de nacimiento, ya no está con nosotros desde hace una década; su madre, nacida nada menos que en la literaria casa donde - según la tradición- vivió doña Dulcinea del Toboso, la musa de Don Quijote de la Mancha, es una mujer vital que, desde su temprana edad, no ha dejado de realizar trabajos creativos. Hoy, con 88 años, sigue más ilusionada que nunca, pintando y elaborando mantelerías y bordados a mano para regalar a sus hijos, nietos y amigos.
"Mañana será un día también muy especial para esta exposición -me comenta interrumpiendo el relato entrañable de sus preciosos años de infancia y juventud- pues será visitada por más de 70 alumnos pertenecientes a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Castilla-La Mancha, acompañados por el prestigioso catedrático de Historia, don Ramón Sánchez González, un apasionado de mi obra artística". Durante la inauguración me comentó que le parecía una muestra muy didáctica, que sirve para explicar de un modo ameno nuestra Historia de España. ¡No te puedes imaginar lo feliz que me hace saber que mi obra sirve para este noble y grandioso propósito! Me sorprende y me congratula que niños de entre 8 y 10 años, al entrar por la puerta de esta exposición, comenten entusiasmados: "¡Mira, papá; mira, mamá…es Violante; es Cristina de Noruega; es el Rey Alfonso X…. ¡Magnífico! -me digo. Es que en nuestro colegio-me explican los escolares- hacemos trabajos, redacciones, proyectos con motivo del VIII centenario del Rey Sabio".
Al finalizar el interesante y didáctico recorrido por la muestra, Alberto me sugiere que nos sentemos junto al cuadro de Alfonso X, el buque insignia de la misma, situado en el eje principal del edificio. La figura del Rey Sabio emerge con una enorme expresividad, salvaguardado energéticamente por dos imponentes velones de madera policromada de la época; una sugerencia de la comisaria de este proyecto expositivo, Ana Sánchez-Pamplona, que ha calificado al maestro Romero como un “obrero”: del arte, de la historia y del alma.
José Antonio Hernández de la Moya