La incertidumbre del segundo siguiente
La algarabía del verano pasado que, aún no acabado, no desviste al ser humano de la necesidad de saber qué vendrá de ahora en adelante.
Este verano, el segundo de mi vida en el que sanación y disfrute son partes irremediables de mi existencia, he paseado por los lugares más antagónicos. Del quirófano a la playa y de ahí, volver a la supuesta rutina que no es tal.
En esos escenarios, la incertidumbre de lo que vendría estaba adherida al instante vivido, siendo incapaz de dejar de preguntarme: ¿qué pasará después? ¿saldrá todo como deseo? ¿Será como lo imagino? ¿Volverá todo a su justo lugar? Afligidas preguntas sin contestación, sin respuesta certera alguna. Tan solo cabían dos opciones, dejar pasar el tiempo y recibir las refutaciones a través de él o intentar construir las propias en ese justiciero momento. En ninguna de las opciones cabía seguridad alguna en el presente, la incertidumbre reinaba espesa en mi interior.
Y como las emociones vividas son las que te hacen crecer, decidí observar en cuerpo propio y ajeno, la inseguridad del paso siguiente en todo y todos lo que me rodeaba.
Me he inmerso en mujeres con una fuerza interior que podrían destruir a mil Hércules y que, sin embargo, se achicaban al desengaño de un resultado médico inesperado, al cuchillo de un “mal amor”, al desencanto del cambio de sus cuerpos con el paso del tiempo mientras la juventud permanece encarcelada en su interior, o a besos robados vistos por todo el universo que escondían verdades ocultas.
He visto como la naturaleza en su brazo más implacable y vestida de Dana ha destruido pueblos en Toledo, vidas enteras escondidas en casas y coches que ya no tendrán más que contar. Con la incertidumbre de las cuantías económicas que en forma de promesas de ayudas o “papá Consorcio” les permitirán volver a empezar, o como dicen algunos, seguir.
He sentido como el nuevo curso aceleraba los corazones de infantes que nerviosos se probaban uniformes y llenaban sus carteras, y en las caras de los tutores que con una sonrisa enorme recibían a sus nuevos pupilos.
Y cómo los medios de comunicación coquetean con los posibles resultados políticos y el futuro de esta España nuestra.
No me negarán que pareciese que la incertidumbre desde la plaga del COVID ha cobrado fuerza. Que cada vez que damos un paso adelante, la necesidad de certeza del paso siguiente se desvanece en arenas movedizas. Y ni esa pitonisa que llevamos dentro es capaz de vaticinar el futuro más inmediato.
Y es que esa incertidumbre que todo ser humano padece, por todo lo externo que vive, porque tiene que luchar contra vientos, molinos y gigantes, cuando ha de adentrarse en sí mismo para no apartarse de sus valores, se endurece. ¡No lidiamos bien con ella, nos angustiamos en demasía!
Cuando el hombre tiene que ejercer con Libertad sus decisiones, conlleva siempre una alta dosis de inseguridad, cuya base no es otra que la incertidumbre de las consecuencias, necesitamos quedar bien con el otro, no hacer daño y tener salud y dinero, lo del amor ya lo dejamos para el destino. Y aunque existen técnicas para dosificar estas indecisiones que nos rodean, lo mejor es vivir en la paz del bien hacer y buen sentir.
Para finalizar, está claro que, sean las que sean esas inciertas respuestas futuras, yo me quedo con la certeza de defender lo justo, con la convicción de decir si amo con locura u olvido para siempre, si deseo estar presente o que no me roce ni el viento. Porque lo único claro que tengo es el minuto siguiente, en el que sí que me da tiempo a sentir. Y en cuanto a lo que no depende de una, que el universo, los dioses, el karma o la fe que profeso, me ayuden a vivirlas.
No sabemos qué ocurrirá mañana, pero que nos quiten lo bailado.