La arrogancia en política
Una de las acepciones de la RAE de la palabra arrogante es “altanero, soberbio”. En los medios de comunicación, especialmente en televisión y en redes sociales, vemos mucha gente con exceso de orgullo y de arrogancia; hombres y mujeres convencidos de que son mejores que los demás por tener una situación privilegiada, quizás sin merecerlo. La humildad y la modestia son valores que se están perdiendo en nuestra sociedad, cada vez más individualista. Una sociedad que inculca que tenemos que ser o por lo menos parecerlos superiores, y además demostrarlo públicamente en todas las plataformas.
Esta situación se está viviendo entre nuestros políticos, cada vez más lejos de lo que es la esencia de la política. El exceso de arrogancia es un valor en alza; lo hemos visto estos últimos meses en las campañas electorales y estos últimos días en el arco parlamentario y hemiciclos regionales con algunos de nuestros representantes políticos. Representantes de la ciudadanía imponiendo sus posturas, sin importar la opinión de los demás y pensando que son superiores, demostrándolo no sólo con sus agresivas palabras sino con actitudes gestuales o corporales. Es bueno que haya discusión y debate en la política, sobre todo en temas que nos afectan enormemente, porque permite entender otros puntos de vista y llegar a conclusiones; pero siempre con educación y respeto, cumpliendo las normas básicas de la conversación.
La prepotencia, la vanidad, la soberbia, la burla, en muchos casos, son atributos presentes en personas que nos representan y que influyen en nuestra sociedad, y por esto no debe de ser una forma de expresarse públicamente porque lo que intentan es menospreciar la opinión o creencia del otro, imponiendo su criterio y haciendo daño a los demás, creyéndose por encima de los demás sin pensar en el bien común o el interés público.
La humildad y la honestidad son cualidades que deben recuperarse, que deben exigirse como requisitos para ser un buen político, siendo consciente de que no todo vale, teniendo respeto a la opinión del contrario y dejando hablar al que piensa diferente y con el que en ocasiones no se está de acuerdo.
Porque desde los políticos presentes en nuestros municipios a los que están en el Gobierno de la Nación o en la Unión Europea son personas que interactúan públicamente representando nuestros intereses y preocupaciones y donde su forma de hacer política no sea la arrogancia o la descalificación sino el respeto a los demás y a los que piensan diferente.
Ser político no es baladí. Ser político requiere responsabilidad, respeto, humildad, honestidad, bondad. ¿Están a la altura nuestros políticos? ¿En todas las esferas?