La catarsis del tomatazo
“El mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores”, escribió William Shakespeare para comparar el mundo con el teatro, un fiel reflejo de la disposición mundana como alegoría del arte de la interpretación. Un elenco dentro del tipo de actores y representaciones que nos recuerda el ilustre dramaturgo inglés actúa con frecuencia en escenarios institucionales de diferente formato. Un repertorio compuesto por políticos variopintos que figuran como cabecera de cartel, actúan en sesión continua, y se exhiben ante auditorio oficial.
El marco del Palacio de Fuensalida de la capital regional son tablas utilizadas con frecuencia para este tipo de representaciones, si bien difiere sustancialmente la calidad interpretativa de los juglares que desfilan por el proscenio. Sin duda, el consejero de Hacienda y Administraciones Públicas, Juan Alfonso Ruiz Molina, merece honores estelares como primer actor dentro de la compañía de Emiliano García-Page. El consejero maneja con soltura las tablas escénicas y sus monólogos son aplaudidos por el Gobierno y utilizados frecuentemente para consumo interno. La pasada semana, subido en púlpito institucional y sin necesidad de apuntador alguno, Ruiz Molina soltó una perorata que de haberse prolongado en el tiempo hubiera acabado de inmediato con el paro en Castilla-La Mancha.
Con precisión de cirujano, el consejero anunció tanto los organismos convocantes como el número exacto de plazas que el Gobierno de esta tierra convocará hasta final de Legislatura. Tal fue la concreción de las cifras anunciadas por el intérprete que tan solo le faltó incluir décimas, en el caso de que un puesto de trabajo fuera divisible, para plasmar su particular visión como agorero y reparador a tiempo completo del empleo público en la región. Aunque la clac estaba garantizada para el animoso rapsoda, también hubo silbidos de un público desconcertado ante lo que el arúspice del Gobierno clamaba. Comisiones Obreras, como sindicato mayoritario dentro del conjunto de las administraciones públicas, pitó clamorosamente al interviniente y exigió mayor “respeto a la negociación colectiva”, un capitulo que “difícilmente coincidirá” con las cifras de puestos de trabajo anunciada por Ruiz Molina, y que el Gobierno de Castilla-La Mancha se empeña escribir en solitario sin tener en cuenta a otros actores principales.
De nuevo, la ciudadanía de Castilla-La Mancha asiste decepcionada a un continuo desfile institucional de políticos y miembros de su gobierno regional protagonizando una representación con más “morcillas” que cualquier otro texto teatral. Disertaciones con imposibles predicciones de futuro que merecen justificadamente la catarsis del tomatazo por parte de la ciudadanía, sin duda, el mejor efecto liberalizador entre elecciones ante tamañas conjeturas.