El consejero Fernández y el principio de Peter
Sostiene el doctor Laurence J. Peter que “con el tiempo, todo puesto de una jerarquía tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones”. En efecto, un ejemplo, al funcionario de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha Jesús Fernández Sanz, tras un desarrollo profesional al frente de distintos hospitales y otros servicios sanitarios de la región, parece haber alcanzado este nivel de impericia “su colocación final” como consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, como el propio Peter sostiene en su corolario.
La Sanidad pública en esta tierra siempre es tema recurrente entre las diferentes formaciones políticas que habitan y gobiernan la Comunidad. Los que se encuentran en el poder, sean quien fuere, alabando su gestión y denostando la anterior de gobierno distinto. Para la oposición todo lo contrario, es decir, lo habitual en estos casos. Mas el mandato de Fernández Sanz al frente de la cartera de Sanidad está transcendiendo más allá de las acostumbradas y cansinas cuitas políticas, una trayectoria que está crispando a pacientes, profesionales sanitarios, sindicatos y otras organizaciones. Todos, menos a la Sanidad privada que ve como cada día aumentan sus clientes en la región procedentes de la denigrada pública incapaz de atenderles adecuadamente. Precisamente, son aquellos los que llevan tiempo clamando infructuosamente una ordenación para la Sanidad pública de Castilla-La Mancha, tan denostada ahora como nunca lo ha estado.
Recogía esta semana EL DIGITAL un correo angustioso de un médico del hospital Virgen de la Salud de Toledo calificando de “noche de terror” la sufrida por “decenas de pacientes hacinados en la urgencia ingresados sin camas”. Otra asociación independiente, “El Defensor del Paciente”, publicaba esta semana su memoria anual en la que destacaba la carestía de especialistas que sufre Castilla-La Mancha, y situaba al “terrorífico” hospital toledano entre los peores del país por número de reclamaciones recibidas, aunque no era el único en la región. También denunciaba El Defensor unas listas de espera “adulteradas”, cada vez más numerosa y dilatada su cita en el tiempo, especialmente en traumatología, ginecología, cirugía plástica y cirugía pediátrica.
La Sanidad pública es uno de los principales indicadores de la fortaleza del estado del bienestar de las sociedades, y donde el papel de sus principales gestores tiene una gran repercusión e importancia. La de Castilla-La Mancha lleva tiempo presentando una situación de peligroso estancamiento e ineficacia. Una infructuosa gestión que ya resulta angustiosa tanto para los usuarios como los profesionales del sector. Una lamentable condición agravada cuando al frente del desaguisado se encuentra un operario que ha ido ascendiendo en la jerarquía hasta alcanzar su actual nivel de incompetencia, incapaz por lo visto de desarrollar ahora su tarea de forma más convincente.