Los Hispanos no tienen derecho a rey
Desde mi infancia he sentido una especial predilección por el balonmano. Un deporte que me inicié en los abruptos terrenos e instalaciones que el colegio menor San Servando de Toledo ponía a disposición de sus alumnos, todo un lujo en aquella época donde los patios de los colegios se convertían en ocasionales polideportivos a tiempo parcial. Posteriormente, continué practicándolo en diversos equipos aficionados pues la profesionalidad en la especialidad era aún prácticamente desconocida. Soy por tanto un animoso seguidor de esta modalidad deportiva, una competición donde Castilla-La Mancha se encuentra muy bien representada. Dos equipos en la liga Asobal, Cuenca y Guadalajara, sin olvidar el desaparecido de Ciudad Real del “padrino” Domingo Díaz de Mera. Una época de opulencia e intereses inconfesables donde el equipo ciudadrealeño conquistó tres Champions de las cinco disputadas.
He seguido con entusiasmo la trayectoria de la selección española de balonmano durante su brillante competición en el recientemente finalizado campeonato europeo celebrado el Croacia. Con entusiasmo y orgullo he aplaudido también la medalla de oro conseguida por los Hispanos en el europeo, verdadero campeonato del mundo de la especialidad pues siempre son los equipos del continente los que dominan esta deporte a nivel internacional.
Pero igualmente he sentido decepción y rabia por la consideración institucional y recibimiento que han tenido nuestros campeones a su vuelta. Abandonados a su suerte en Croacia, la llegada a Barajas de la selección mereció tan solo la bienvenida de familiares y amigos de los jugadores y cuerpo técnico, para posteriormente atender los compromisos con patrocinadores y medios de comunicación deportivos. Al final, el ministro del ramo, Iñigo Méndez de Vigo, los dio la única palmadita institucional por el trofeo conquistado.
En este país, a cualquier tuercebotas futbolero, a nivel provincial, regional, nacional o internacional, se le da al menos dos vueltas al ruedo en escenarios diversos por cualquier trofeito o ascenso conseguido. Recepción a la llegada, recorrido triunfal por calles y plazas, discursos en balcones institucionales, y recepción oficial (según importancia) en Zarzuela o Moncloa, sin contar otras en comunidades, diputaciones o ayuntamientos. Incluso bajo palio en templo eclesiástico, si no fuera porque el significado desapareciese hace años con la muerte de su más preclaro usuario.
Resulta decepcionante que en este país los recibimientos de nuestros deportistas más brillantes y equipos laureados se hagan en función al share televisivo correspondiente. A más audiencia más recepciones. Una gesta como la conseguida por nuestros Hispanos en Croacia merece algo más que el posado del ministro de Cultura con la camiseta de nuestros campeones. No es de extrañar que gran parte de los jugadores que conquistaron la medalla de oro en Croacia estén jugando en equipos extranjeros. Unas ligas donde el balonmano compite con éxito con otros deportes y sus gobernantes, igualmente orgullosos, no están pendientes de la audiencia y popularidad de cada uno de ellos a la hora de festejarlos.