Sergio Gutiérrez, el iluminado
Se define al vidente como la persona con capacidad sobrenatural para anticipar el futuro, o descubrir aquello que no se conoce al no poder comprobarse científicamente estas facultades. Puede decirse que el vidente se las atribuye a sí mismo sin que se pueda demostrar fehacientemente la validez de la afirmación. El PSOE de Castilla-La Mancha no ha tenido que recurrir a iluminados bien conocidos en el mercado como Paco Porras, Aramis Fuster o Rappel para disponer de estos vaticinios contra el PP. En sus filas se alista un más que solvente adivino: el secretario general de Organización en la región, Sergio Gutiérrez.
Tan pronto como el PP de Castilla-La Mancha inició el proceso electoral para designar a Francisco Núñez como nuevo presidente de la formación, el perspicaz agorero comenzó a lanzar sus predicciones contra el partido y el nuevo dirigente elegido por los militantes populares, además de la desventura manifiesta para sus predecesores. Una sarta de profecías del vidente Gutiérrez que sitúan a Núñez en la “radicalidad heredada de Cospedal”, en lo más “indeseable para representar a Castilla-La Mancha”, en una “mala noticia para la región”, fichado para “crispar” con absoluta “renuncia a la renovación”, y hasta ser un personaje “incómodo” para la propia militancia, entre otras maquinaciones del mago de Escalona. Sin duda, el iluminado merece algo más de proyección mediática que las que le otorga el minúsculo y entregado púlpito institucional desde donde lanza sus peroratas.
Unos vaticinios más propios de consultorio de La Bruja Lola que de un representante socialista ante un legítimo proceso electoral convocado por otra formación. Una estrategia que se limita a debates de monologuista, con excesiva descalificación al oponente y a sus ideas pasadas, presentes, y hasta futuras. Políticos sobrenaturales, como el profeta Gutiérrez, que recurren con harta frecuencia a la controversia estéril y confrontación permanente con el contrario, como única forma de eludir sus responsabilidades y distraer a la opinión pública. Por mal camino vamos si las actuaciones de nuestros políticos se basan sistemáticamente en burdas descalificaciones, exacerbando las diferencias entre los suyos y los otros. Una lamentable actitud que los ciudadanos contemplan hartos, cansados de unos representantes y sus despreciables cualidades para el noble ejercicio de la política.