El honor de Cospedal
Los soldados en la época medieval se ganaban honores y heredades si combatían y salían victoriosos en una batalla determinada. Se trataba de una forma de reconocimiento y gratitud que otorgaban los señores feudales, ciudades, y enclaves por el fin esencial de atacar a los enemigos o defenderse de ellos. Otras dignidades bien distintas, con méritos ignotos, y protagonistas diferentes se deciden estos días en Castilla-La Mancha: el de la presidencia de honor del Partido Popular en la región. En este caso, la honra que se pretende no ha sido ganada precisamente en campo de batalla, tampoco por el ardor guerrero demostrado en la contienda por el candidato. Más bien al contrario, el arrojo para la ocasión se ha comprobado a beneficio propio, micrófonos ocultos mediante, y contra enemigos dentro de su propia formación.
Se dilucida no sin controversia el honor de María Dolores Cospedal en Castilla-La Mancha, la candidata a recibirlo. Una consideración que su sucesor en el cargo, Francisco Núñez, contempla comprometido y con el horizonte para justificar la tardanza de una imprecisa Comisión Ejecutiva del partido. Una honradez bajo sospecha por los manejos conocidos de Cospedal como secretaria general del Partido Popular con el comisario Villarejo, que incluye también a su marido, y por los que se ha visto obligada a dimitir de todos los cargos dentro de la formación y también de las Cortes Generales. No obstante, aún mantiene desde el pasado mes de septiembre la representante de la formación popular en el patronato y comisión ejecutiva del Real Instituto Elcano, una materialización que todavía no ha sido revocada incluso una vez conocidos los graves sucesos que llevaron a Cospedal al abandono.
Reconozco que cada día que pasa es más difícil e ingrato ser político. Una actividad bajo sospecha permanente en la que a unos se les justifica y a otros se les dilapida. Ya incluso se entiende que, con la que está cayendo, el concepto de honestidad política en este país se limite a una cuestión monetaria, no recibir sobornos ni comisiones, trapichear con dietas y tarjetas institucionales, evadir impuestos y capitales, o manejar dobles contabilidades. Una visión más bien estrecha y constreñida sobre el particular, cuando la política debería ser algo más exigente con sus representantes que el de no trincar la pasta.
Puede ser el caso de la militante María Dolores Cospedal a la que ahora se pretende nombrar presidenta de honor del partido en Castilla-La Mancha. Una distinción bajo sospecha que aplauden entusiastas los que precisamente quedaron bien colocados por la aspirante antes de descubrirse los desaguisados y enjuagues cometidos por la exsecretaria general en colaboración con su cónyuge. Ante tamaña complacencia con semejantes personajes cabe antes preguntarse por otros méritos y valores de la aspirante para recibir tales honores. Una reflexión que va más allá del entusiasmo interesado de algunos miembros del partido en comida de hermandad. Un grupúsculo que debería recapacitar mejor su decisión ante la deriva por la que actualmente atraviesa su partido.