Un "sí" demasiado contundente y la valiente dimisión de García Molina
El contundente "sí" de las bases de Podemos Castilla-La Mancha a aprobar los presupuestos regionales de 2017 y a entrar en el Gobierno presidido por el socialista Emiliano García-Page ha sorprendido a todos menos a los que han controlado el proceso telemático de participación, a los que han tenido acceso al censo de inscritos y a los que han planteado la polémica y enrevesada pregunta 2x1, que curiosamente son los mismos. Un 78 por ciento de apoyo, nada menos, conseguido por los líderes Iglesias y García Molina, que en menos de lo que canta un gallo han logrado convencer a casi todo su rebaño de que, ahora sí, gobernar junto al PSOE es lo mejor para "la gente".
Hasta hace dos telediarios ningún dirigente de Podemos había percibido las bondades que supondría cogobernar junto al PSOE en las comunidades autónomas, ni un solo inscrito de ninguna de las corrientes que "confluyen" (a tiros) en Podemos había reclamado a sus dirigentes que diesen el paso de acceder a los ejecutivos regionales. Sin embargo, cuando los líderes cambian de parecer y guían al pueblo morado con su sapiencia, el pueblo morado responde de inmediato y al unísono caminando hacia la luz que proyectan sus caudillos. Los compromisos electorales no valen nada bajo la apariencia de que rectificar es de sabios.
Sea como sea, aunque el proceso de participación interna haya sido cuanto menos cuestionable, la realidad es tozuda y al apoyo al "sí" ha sido demoledor. Los críticos, aunque sean las personas más activas en los distintos círculos de Podemos CLM, las más conocedoras de la realidad social y la problemática de las ciudades y pueblos de Castilla-La Mancha, han quedado silenciados por las pulsaciones del resto de la tribu al botón que, previamente, el semidiós de la coleta se ha encargado de señalarles. Que tiene un don especial para convencer y movilizar es evidente, síntoma (quizá) de que es un magnífico político.
Lo que viene ahora en Castilla-La Mancha es la concreción de un gobierno "con dos almas", como lo ha definido el propio José García Molina. Su jefe Pablo Echenique, menos filosófico y más pragmático, lo ha llamado en Twitter "ensayar un Gobierno conjunto entre Podemos y el PSOE de Castilla-La Mancha". Me he mirado al espejo para comprobar si me había convertido en un ratón de laboratorio, pero por suerte no me habían crecido los paletos y sigo teniendo el mismo pelo en la espalda que siempre. Sigo siendo el mismo castellano-manchego incrédulo que era ayer, ni más ni menos. "El tiempo dirá si la apuesta ha sido acertada", escribía también Echenique, desbordado (já) por la confianza de que todo va a salir bien.
Por más que me esfuerzo no puedo ser optimista. En el ADN de los partidos políticos, como es lógico, está ganar elecciones. Y ni al PSOE ni a Podemos les interesa presentarse de la mano y bien avenidos a las autonómicas de 2019, porque sería confundir a los peces de un caladero compartido de votantes, que no sabrían si picar en un anzuelo y en otro. Los comicios no se ganan siendo el mejor sino presentando a tu rival como peor que tú. No quiero ser gafe, pero veo a este experimento saltando por los aires en poco más de un año. Dios o Los Picapiedra, Pedro y Pablo, no lo quieran por estrategia política en Madrid.
El riesgo de García Molina y su dimisión
En este ensayo castellano-manchego, al secretario regional de Podemos, José García Molina, no se le puede negar el riesgo asumido. Él mismo ha pedido valentía y, si la intuición y los rumores no me fallan, va a predicar con el ejemplo. Haciendo caso a código ético de su partido, que permite tener como máximo un cargo orgánico y otro institucional, dejará las Cortes de Castilla-La Mancha para ejercer a partir de ahora como vicepresidente del Ejecutivo autonómico. Aunque el Estatuto castellano-manchego le ofrece la posibilidad de seguir como diputado raso, dimitiendo siempre como vicepresidente del Parlamento, esta opción no está encima de la mesa puesto que le impediría participar en los debates (por ser miembro del Gobierno) y supondría cederle todo el peso del Grupo y todo el protagonismo a su compañero de bancada David Llorente, al que se le considera un enemigo interno y con el que las relaciones están rotas por completo.
Así, la tesis que gana más fuerza es que García Molina deje las Cortes castellano-manchegas y su papel, tanto de vicepresidente de la Mesa como de diputado, lo asuma la siguiente en la lista, María Díaz, secretaria de Organización de Podemos Castilla-La Mancha, mujer de la máxima confianza del secretario general y conocedora de los mecanismos de las Cortes después de dos años trabajando allí como asesora. Por tanto, pese a que en las últimas semanas se ha dado por hecho que la toledana entraría a formar parte del Gobierno de Page junto a García Molina como responsable de "una entidad con rango de Consejería" para gestionar y coordinar el Plan de Garantías Ciudadanas, no parece que esa vaya a ser la fórmula elegida y será otro miembro de Podemos CLM el que ocupe ese lugar.
Si García Molina deja las Cortes para centrarse en el Gobierno se expone a la voluntad de su ahora socio García-Page, que en calidad de presidente podría cesarle cuando le viniese en gana dejándole desamparado y sin pisar moqueta. Sin duda, ese riesgo ya habrá sido valorado en Podemos. La partida de ajedrez está a punto de comenzar y los jugadores están colocando las piezas. Y todos van a ir a por el jaque mate, no les quepa duda, pese a los mensajes dulcificados de estos días.