Cataluña y España. ¿En quién se puede confiar?
Siento desasosiego. Pena, mucha pena. Estoy perplejo. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? No pretendo, aunque lo pueda parecer, analizar lo que ha ocurrido y lo que está ocurriendo estos días en Cataluña. El desafío independentista tiene demasiadas aristas, demasiados recovecos que desconozco. Además, sospecho que dejar rienda suelta a mis emociones solo serviría para poner un granito de arena más en esta fea montaña que hemos levantado desde esta y la otra ladera a base de crispación. Tengo una opinión personal muy definida sobre la cuestión, sé quiénes se están comportando como unos absolutos irresponsables y quiénes se han visto completamente superados por este complicadísimo escenario, pero eso da igual. No aporta nada y el daño ya está hecho.
Hay que mirar siempre hacia delante. Si seguimos así, solo hay dos opciones: suspender de facto la autonomía catalana aplicando el artículo 155 de la Constitución o pactar un referéndum con garantías democráticas y vinculante. En caso de que se ponga en marcha la primera opción, como todo hace indicar, la fractura social entre España y Cataluña, y también entre los propios catalanes, sería irreparable en unas cuantas generaciones. La escalada de tensión y violencia en las calles sería inevitable. Por tanto, la única salida pacífica posible a este conflicto es el diálogo, pero es evidente que quienes se han saltado a la torera la Ley no deben, porque no están legitimados y han perdido toda su credibilidad, sentarse en la mesa de negociación.
Le pido al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que sea valiente. No quiero que tenga cojones, como le piden algunos, sino que tenga razones. Que salga de inmediato a decirle a España, Cataluña incluida, que hay que parar de una vez esta locura que provoca vergüenza ajena a los españoles y a los catalanes sensatos, que hasta hace bien poco pensaba que eran la inmensa mayoría, aunque ya lo empiezo a dudar. Que le pida a Carles Puigdemont que dimita y que diga, si es necesario, que dimite él también. Es posible que Rajoy no sea culpable de esta situación pero, cosas del cargo, sí es el responsable de gestionarla. Que pongan ambos su cargo a disposición de los ciudadanos. Que se vote en España y en Cataluña, que la gente elija nuevos interlocutores para tratar de buscar entendimientos, un acercamiento que a día de hoy parece una quimera.
Es una simple propuesta que lanzo, aunque reconozco que sin optimismo alguno, después de comprobar que España y Cataluña tienen, simplemente, los dirigentes que se merecen. Qué pequeños se han mostrado todos estos días. Todos. El panorama es desolador. ¿En quién se puede confiar?