¿De qué famosa familia toledana es la finca donde reposarán los restos de Palomo Linares?
Próxima a Aranjuez, pero en tierras de Toledo y Madrid, está la finca El Palomar, asociada desde siempre al torero Palomo Linares y donde el diestro vivió y amó durante años. Primero a Marina Danko y después a la persona con la que ha compartido sus últimos años, la magistrada Concha Azuara. Se trata de una espectacular heredad de 72 hectáreas donde se ubica su vivienda, cuya superficie es de 1.335 metros cuadrados, situada en un cerro de 600 metros y rodeada de simétricas formaciones parduzcas y serpenteada por el canal del Jarama y el Tajo, tal como la describía un artículo de Vanitatis.
Esta misma revista digital ha revelado que es en esta finca donde el diestro decididó que reposaran sus restos mortales: “En ese trozo de paraíso que fue adjudicado al torero en 1985 por el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario”. Palomo Linares ha sido incinerado este martes y sus cenizas serán esparcidas en El Palomar.
Sebastián Palomo Linares llevaba cuatro décadas viviendo en El Palomar, la finca familiar que adquirió hace 44 años en Aranjuez. Una casa que fue su hogar durante años y que luego perdió a causa de las deudas. Fue una familia toledana con solera taurina la que rescató el latifundio: Los hermanos Lozano. Fueron sus apoderados en otros tiempos y conservaron siempre una gran amistad y lealtad.
Uno de los titulares de la finca es la sociedad Agrícola de La Sagra, propiedad del empresario taurino de Alameda de La Sagra (Toledo) Eduardo Lozano, que rescató al torero adquiriendo la finca, en 1997, y saldando las deudas (62 millones de pesetas, cerca de 370.000 euros) que sobre ella dejó Sebastián Palomo. Concretamente, tal como recuerda Vanitatis, el empresario toledano pagó por El Palomar 211,4 millones de las antiguas pesetas -1,3 millones de euros-. La operación de compra se realizó mientras Eduardo Lozano era el encargado de gestionar la plaza de toros de Las Ventas de Madrid junto a sus hermanos José Luis y Pablo. Los Lozano, propietarios de la ganadería de Alcurrucén, estuvieron 14 años al frente de La Monumental y dejaron una profunda huella el coso madrileño.
Que Palomo Linares no era dueño de la finca toledana salió a la luz cuando en 1997 Hacienda quiso embargarla para resarcirse de la deuda de quince millones de pesetas, cantidad a la que ascendían los impuestos impagados por este. Entonces, el erario público se encontró que la finca había sido vendida en 1971 a Pablo Lozano, hermano de su apoderado.
Hacienda realizó una investigación exhaustiva a nivel nacional y resultó que no había ninguna propiedad registrada a nombre del torero. Cuenta la revista de El Confidencial que “las deudas acabaron saldándose y la finca siguió en manos de los Lozano y Palomo Linares la disfrutó hasta el último día como si fuera suya”. Un ejemplo más de la forma de ser de los Lozano.