En Moncloa... todo sigue igual
Llegó el día D, el martes y 13 de junio, el de la moción de censura. Y no pasó nada. No ha cambiado el Gobierno, no se han movido las posiciones parlamentarias, ni hay nada nuevo que haga pensar que la Moncloa cambiará a corto plazo de inquilino.
En Moncloa todo sigue igual, pero tengo que reconocer que a mi me gustó el debate a tres bandas Montero/Iglesias/Rajoy. Era una fecha señalada en rojo en el calendario de sus señorías, el momento estelar de Pablo Iglesias: "La corrupción tiene su sede en Genova 13". "El voto al PP no es un cheque en blanco para robar". "No sé de dónde sacan tiempo para gobernar con tanto delinquir". "Les exigimos que devuelvan hasta el último céntimo porque ese dinero es de colegios, medicinas...". Todo eso se pudo escuchar en el calentamiento previo al debate entre contendientes, que protagonizó Irene Montero.
Cuando el líder de Podemos entró en acción ya llevábamos dos horas de "caña" a cuenta de la corrupción y sus señorías empezaban a dar muestras de cansancio. En el banco azul unos leían libros, otros tuiteaban y los pocos que tomaban notas seguro que no eran sobre el debate. "No les importa España; como a Corleone, solo les importa la familia", dijo la diputada Montero y apenas un par de ministros alzaron la mirada, moviendo la cabeza con signos de negación para reprochar el tono. Y, contra todo pronóstico, la réplica al larguísimo discurso de la señora Montero - muy criticado en las redes por su amplitud y efectivamente excesiva- se la dio Rajoy, postergando la intervención del aspirante Pablo Iglesias en una estrategia de dar la vuelta al asunto y que el discurso del líder de Podemos se convirtiera al final en una respuesta al del presidente.
Resultó muy curiososo el semblante en las filas de Podemos cuando Rajoy, muy experto en la tramoya parlamentaria, le dijo a la portavoz de ese grupo que han creado el "trampantojo de España negra" que ha dibujado y ha contrapuesto frente al mismo todos los datos positivos que se desprenden hoy de la economía española. Rajoy fue claro y directo: "Estamos ante una moción sorprendente, de fogueo, una parodia de censura, una farsa, un espectáculo". Pero la cosa se fue calentando y, también, concretando. "Usted pasará a la historia de España como el presidente de la corrupción", asunto que salió insistentemente a la palestra a lo largo del discurso de dos horas y 50 minutos, en los que el aspirante Iglesias se afanó en proyectar una imagen de candidato solvente y "presidenciable" cuidando el tono, las formas y hasta los gestos. Un cambio de registro preparado estratégicamente para convencer a los millones de votantes críticos con el PP que no confían en Podemos. O, lo que es lo mismo, para gustar a los votantes del PSOE, algo que se podía leer en algunos confidenciales.
"Hoy estamos marcando una época. Adolfo Suárez pasó a la historia como el presidente de la Transición, Felipe González como el de la modernización, Aznar como el presidente de la guerra, la mentira y el pelotazo urbanístico y Zapatero que nos legó buenas cosas en derechos civiles pasó a la historia como el presidente de la crisis. Y, usted, señor Rajoy, va a pasar a la historia como el presidente de la corrupción", dijo el líder de Podemos sin apenas tomar aliento. Y eso tuvo su respuesta antes durante y después de las intervenciones . El presidente admitió que en el PP ha habido casos "muy graves" pero no podía reconocer, como es lógico, que está liderando partido corrupto. Defendió la presunción de inocencia y colocó a Podemos en un papel "justiciero". "Ustedes lo que pretenden es construir una máquina de destrucción política", afirmó Rajoy, parafraseando al propio Iglesias, a quien recordó, dándole un pellizco de monja, que en el debate de investidura no sacara a relucir el problema de la corrupción "apocalíptica" que ahora es la raíz de la moción de censura.
Un elocuente silencio de breves segundos se produjo cuando el líder del PP dijo : "Aquí se acaba su recorrido. La política espectáculo le inhabilita. Usted divide el mundo entre buenos y malos. Emplea la moral como un estropajo y tiene una vocación moral abrasiva. Usted no puede ser presidente del Gobierno". Hubo más momentos duros, como su insistencia en señalar que el objetivo de Iglesias es "consolidar en España un populismo de izquierdas" y, en consecuencia, mantiene la máxima de "cuanto peor mejor para él, para Iglesias y su populismo político".
Cuando escribo estas líneas el debate continúa y ya tendré ocasión de comentar el resto en otro momento, pero una conclusión a vuela pluma tiene que ver con el ausente: sin Pedro Sánchez en el hemiciclo, porque no es diputado, y con un PSOE a la espera del Congreso Federal que se celebrará este fin de semana, Pablo Iglesias ha conseguido que se le visualice, claramente, como el líder de la oposición. Y eso, a los socialistas, que siguen en la parra, les debe preocupar y mucho. Ya es hora de que el segundo partido de este país se ponga las pilas si quiere mantenerse en el ranking.