Trágala y publicidad
Están dando todos los pasos de libro, en el manual de los gobernantes absolutistas. Los partidos independentistas del Parlamento de Cataluña han aprobado una moción de la CUP en la que se insta al Govern a que condicione las ayudas públicas que concede a los medios de comunicación privados a que éstos «acepten la publicidad institucional» de la Generalitat para dar a conocer a los catalanes todo lo relativo a la organización del referéndum ilegal anunciado para el 1 de octubre. Es decir que los medios o tragan, publicitan el referéndum separatista y se convierten en cómplices de una ilegalidad o se les excluye . Se trata de un burdo intento de atentar contra la libertad de expresión, pretendiendo imponer el pensamiento único y ciscándose en la independencia de los medios. El razonamiento es simple: o apoyas lo que yo digo o te corto el grifo del dinero público a tu medio, para ver, si de paso, consigo asfixiarte económicamente y que desaparezcas. En su miopía deben creer que "muerto el perro, se acabó la rabia", como si ellos tuvieran en su mano la posibilidad de amordazar a todos. ¡Que ingenuos!
Es verdad que el tema del reparto de la publicidad institucional siempre provoca controversia y es una manera muy generalizada de presión por parte de los gobernantes de todos los perfiles ideológicos pero, sin duda, la línea roja es el cumplimiento de la ley. Está claro que la consulta es inconstitucional y no se puede hacer partícipes a las empresas periodísticas de la difusión de publicidad para actos ilegales, y condicionar eso a recibir ayudas públicas de la Generalitat es simple un chantaje absolutamente intolerable.
No es la primera vez que en Cataluña quieren imponer el pensamiento único en los medios de comunicación y en ocasiones lo consiguieron. Ayer algunos periódicos recordaban aquel editorial conjunto y vergonzante del 26 de noviembre de 2009 con el que la inmensa mayoría de los medios catalanes -los mismos que recibían las ayudas de la Generalitat- exigían al Tribunal Constitucional una sentencia sobre el Estatut favorable a lo que quería la Generalitat.
En alguna ocasión he reflexionado sobre que matar al mensajero es algo tan antiguo como la misma humanidad y en los nuevos tiempos para matarnos simplemente o asfixian económicamente los medios donde trabajamos o inundan la redes sociales con comentarios injuriosos donde se nos acusa de ser unos vendidos cómplices o dóciles con el poder. Sigmund Freud consideraba el hecho de matar al mensajero como una forma marginal de defensa para enfrentar lo insoportable, citando por ejemplo el famoso lamento de los musulmanes españoles "Ay de mí, Alhama", que relataba como el rey Boabdil recibe la noticia de la caída de Alhama. El rey siente que su pérdida significa el fin de su mandato, pero intenta que eso no se convierta en realidad tirando las cartas al fuego donde se anunciaba la derrota y matando al mensajero. Freud agrega que otro factor determinante fue la necesidad del Rey de combatir su sentimiento de inutilidad. Al quemar las cartas y matar al mensajero todavía estaba intentando demostrar su poder absoluto.
Pues eso es exactamente lo que les está ocurriendo a los mandamases de este reino de Taifas en el que están convirtiendo a Cataluña. Saben que se están situando al borde del abismo, son conscientes de que han llevado las cosas a un peligroso punto donde van a tener que afrontar lo que para ellos es insoportable: que su camino no lleva a ninguna parte. Todas las encuestas señalan que el sufflé del independentismo está bajando y no es ajeno a ello el hecho de que cada día está más claro que habido una corrupción generalizada durante años entre los dirigentes catalanes, algunos de los cuales se han convertido al independentismo para ocultar el latrocinio. Pueden intentar callar o amedrentar a un periódico a dos o a tres, intentar influir con sus medios afines, pero la verdad tiene las patas cortas y se sabe. Ni los políticos ni los funcionarios ni los periodistas ni nadie son ajenos al imperio de la ley y lo saben.