Agamenón y su porquero
Estos son días convulsos, donde la política se ha llenado de pasión y también de vehemencia. Pero la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero y en el relato inventado de los independentistas hay un cúmulo de mentiras que deben ser desenmascaradas de una vez por todas pase lo que pase con o sin la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Estos son días donde hay que solemnizar lo obvio cómo que España es un Estado social democrático y de derecho, una democracia consolidada y plenamente integrada en la Unión Europea, respetuosa con los derechos fundamentales. Hay que repetirlo muchas veces porque algunos están haciendo un dibujo de nuestro país en blanco y negro sin matices, donde parece que hemos regresado a los oscuros años 30 como si el tiempo se hubiera detenido por el capricho de un ramillete de políticos de medio pelo e inconscientes que están empeñados en llevarnos al abismo. Se aplique o no el famoso artículo, Puigdemont es un cadáver político que por salvar su pequeñísimo ombligo se va a llevar por delante la economía próspera de una tierra rica como es, o mejor dicho era, Cataluña.
Uno de los mitos que hay que desmontar económicamente hablando es el "España nos roba" y no sólo porque quienes han robado a manos llenas a los catalanes han sido sus gobernantes, los Pujol y Cía que hicieron de las arcas públicas su plan de empleo familiar, sino porque se han aportado reiteradamente informaciones falsas. La Generalitat históricamente ha empleado datos de las balanzas fiscales para trasladar a la opinión pública que Cataluña es maltratada fiscalmente y no es cierto.
En un artículo publicado recientemente en El País podíamos leer lo siguiente: “¿Recibe Cataluña un trato fiscal justo? ¿Está mal financiada? ¿Serviría el déficit fiscal, cifrado por la Generalitat en 16.000 millones, para generar un dividendo que podría gastarse en el supuesto de la independencia? En el debate sobre los recursos de las comunidades se confunde interesadamente la financiación autonómica, el beneficio económico de la secesión y las balanzas fiscales o diferencias entre lo que se aporta y recibe. Ni hay un expolio a los catalanes, ni una Cataluña escindida disfrutaría de un gran excedente fiscal. No obstante, la comunidad sí que está ligeramente peor financiada que la media, aunque mejor que otras como Valencia y Murcia y en niveles similares a Madrid".
Otra mentira desmentida por los hechos en el corto plazo ha sido la afirmación del poderoso Oriol Junqueras de que finalmente no habría una fuga de empresas de Cataluña y ya van más de novecientas. “Ya veremos. Vaticinios de este tipo se han hecho otras veces y de momento no han sucedido nunca". Respondió el vicepresidente económico del Ejecutivo catalán el pasado día 5 ante la posible marcha de Banco Sabadell. Lo decía minutos después de que la entidad comunicara a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que esa tarde su consejo iba a decidir su traslado. Apenas cinco horas después, esa realidad se consumaba: el Sabadell no sólo se llevaba su sede social, sino también su domicilio fiscal a Alicante. Desde entonces, y pese a la salida masiva de firmas, el discurso de Junqueras ha consistido en minimizar la fuga de empresas, advertir de que regresarán cuando se consume la independencia y culpar al Gobierno central de esas salidas.
Lo cierto es que la fuga imparable, la inseguridad jurídica hace temblar a las empresas y cada día que pasa la cosa va a peor. Hace apenas una semana en esta misma columna comentaba que la relación de bancos y empresas que han abandonado ya su domicilio social catalán o están dispuestos a hacerlo tiene un valor de mercado que equivale a cerca del 50% del Producto Interior Bruto de Cataluña, lo que debilita de forma extrema cualquier proyecto de independencia. Lo dicho, aunque algunos insisten en que una mentira repetida muchas veces see convierte en verdad, al final el engaño se termina por descubrir y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.