El relator y los friquis
Escribía el otro día Luz Sánchez- Mellado que hay días en los que el patio político parece un híbrido entre circo, reality y sala de estriptis por el desfile de acróbatas, friquis y gente en pelotas, y se lamentaba la compañera de que de esos días ya van unos cuantos en esta legislatura “que discurre entre catástrofe y hecatombe continua”. Me gustó su definición de las cosas de la política diaria porque en esto del relator estamos viendo, con estupor, una suerte de esperpento que ahonda poco más en la degradación de la cosa pública con el telón de fondo del procés que todo lo embarra y contamina lo que toca.
El otro día tuve ocasión de asistir en Barcelona, junto a un grupo de colegas, a un debate organizado por mi querido Fernando Jáuregui donde se pretendía reivindicar la importancia que tuvo el periodismo para conseguir hacer una Transición que abrió de par en par la democracia. En el trasfondo del acto había un intento "bienintencionado" de rebajar la tensión y encontrar vías de entendimiento entre Madrid y Barcelona también en el terreno de los medios de comunicación. Pero claro, las ausencias entre los asistentes eran tan clamorosas que las presencias optaron por un discreto silencio que dejara al pairo cualquier intento de complicidad por parte de los voceros del independentismo. De todo lo que allí se dijo me quedo con la intervención final de un brillante y audaz Miguel Roca, que afirmó a modo de frase lapidaria: “Los periodistas lo tenéis difícil, muy difícil, porque vivimos en un momento donde prima la banalización de la mentira y no pasa nada, no tiene consecuencias y así nos va". Y eso es exactamente lo que pasa en el circo político de los friquis, donde la mentira se ha banalizado de tal modo que a nadie le importa utilizarla a placer en su reality particular.
La aceptación del Gobierno de la figura de un “relator” en Cataluña nos está dejando estos días una batería de reacciones dignas del mejor bodevil sino fuera porque el asunto puede tener consecuencias indeseadas. Sin entrar en las descalificaciones que le han hecho al presidente sus oponentes políticos con palabras de grueso calibre que quitan razones como “traidor, felón" y otras de peor transcripción, me quedo con lo que ha dicho Felipe González sumándose a los que entienden que no se necesitan relatores . ¿Para qué necesitamos una mesa de partidos decidida por un Ejecutivo que no permite funcionar al Parlament? ¿Para qué necesitamos un notario que certifique lo que se dice cuando en el Parlamento sobran los notarios? ¿Por qué la Generalitat no hace funcionar al Parlament, que es la sede natural del encuentro entre partidos? "Me preocupa mucho la degradación institucional", ha señalado el histórico socialista añadiendo la suya a las voces críticas que se han levantado dentro del partido como la de Emiliano García-Page, Javier Lambán, Alfonso Guerra o una parte del grupo parlamentario socialista.
El hecho es que da igual como se defina el tema, y a mí me importa poco que unos lo llamen relator, otros facilitador, otros mediador u otros notario, el asunto es que es una mesa en la que sólo se sientan independentistas y claro eso no es juego limpio ni claro. Son muchos en el seno del PSOE los que afirman pública o privadamente que si se necesita un relator es porque se pretende abrir un proceso de negociación y si no fuera así, si de lo que se va hablar es de España, ahí tendrían que estar sentados todos.
El presidente Sánchez puede querer aprobar los presupuestos pero él sabe perfectamente que para eso no vale todo y desde luego no se puede justificar en ningún caso algún tipo de cesión que ponga en cuestión la Constitución, la unidad de España, el Estado de Derecho y “en definitiva la decencia", como dijo el propio presidente de Aragón. Después de haber perdido el tradicional feudo socialista de Andalucía muchos barones temen que este tipo de gestos hacia los "indepes" -que los ciudadanos interpretan como cesiones inaceptables- les quiten votos en sus respectivos territorios y claro en mayo se la juegan. “O paramos esto o en mayo estamos muertos", me comentaba uno de los secretarios autonómicos más influyentes y no le falta razón . Yo no sé si Alfonso Guerra tiene razón cuando dice que la negociación con los independentistas ha llegado un punto que escapa del ámbito de la política para entrar en el de el psicoanálisis, pero desde luego da en el clavo cuando afirma que España no es Burkina Faso ni Yemen del Sur, y “la dignidad de la nación es una prioridad que empequeñece la adversidad de una votación contraria a las cuentas del Estado”. Pues eso...