El elixir de la eterna juventud se fabrica en Castilla-La Mancha
El orujo, la piel que cubre la uva, resulta un ingrediente mágico del que se extraen aceites y alcoholes naturales, energía limpia y antioxidante que promete la eterna juventud. El encargado de esta transformación “milagrosa” es una fábrica situada en la localidad ciudadrealeña de Daimiel: Alvinesa, el mayor complejo industrial del mundo en la elaboración de alcoholes vínicos, ácido tartárico y aceite de pepita, así como antocianos y polifenoles de la uva. El proceso es simple: después de extraer estos valiosos componentes químicos del orujo, los desechos tampoco se desperdician, se utilizan como combustible para alimentar las calderas de la planta ciudadrealeña.
Pero los inicios de Alvinesa, la fabrica encargada de realizar este proceso, no tuvieron nada que ver con su nueva actividad. El fundador de la sociedad, Román Cantarero, inició la actividad comercial de la compañía como productor de alcoholes a través de siete plantas repartidas por toda España. Sucesivamente, ha ido configurando su negocio actual. Primero, produciendo ácido tartárico, un conservante natural y corrector de la acidez del vino. Más tarde, prensando la semilla de la uva para extraer aceite de pepita, muy utilizado en los restaurantes por su sabor neutro a la hora de cocinar.
En 1997, el hijo del fundador y actual consejero delegado, Jesús Cantarero, compró todas las participaciones societarias de Alvinesa a su familia, e inició un ambicioso plan para modernizar la empresa y buscar nuevas oportunidades de negocio. Así comenzó a fabricar y experimentar con antocianinas y polifenoles, pequeños tesoros contenidos en la uva, muy cotizados en la industria farmacéutica y alimentario, el negocio del futuro según Cantarero. Hasta tal punto el convencimiento del empresario sobre estas materias que en los últimos años han ganado terreno en la empresa hasta representar un 10 por ciento de la facturación total, un total de 50 millones de euros.