El tren que nunca pasa
Hace dos o tres semanas, extremeños y castellano-manchegos del oeste se manifestaron en Madrid por la mejora del servicio ferrovario. En estas reivindicaciones es llamativa la presencia de políticos que en algún momento han tenido responsabilidades en el asunto y ahora se van a exigírselas a otros. Es decir, ellos no hicieron los deberes y ahora les reprochan a sus sucesores que no han encubierto las vagancias precedentes.
Los manifestantes se marcharon en el tren y entre ellos había algunos que ya aseguraban la modernización de la línea cuando aún la atendían máquinas de vapor. Son esos que insultaron y llamaron mentirosos a los que ponían en duda que la alta velocidad llegase a la línea Madrid-Lisboa en 2010, como había prometido José Luis Rodríguez Zapatero en autoritaria frase pronunciada en un mitín en Talavera de la Reina: “He dado orden para que la alta velocidad llegue a Talavera en 2010”. O tuvo algún olvido o sus órdenes valían lo que la moneda venezolana.
Es impensable que nadie se crea a estas alturas que la llegada de la alta velocidad vaya a suponer una eclosión laboral, económica y social. Eso no se lo cree nadie fuera de los entusiastas partidarios y de quienes ganan un sueldo de la oficialidad, que tampoco lo creen pero fingen la fe en sus dirigentes y devengadores.
La capacidad análitica de nuestro políticos contemporáneos no es muy brillante, como todos sabemos, para la resolución de los problemas. Un político actual no es nadie sin presupuesto, lo que al fin y al cabo es el reconocimiento de una incapacidad absoluta para la gestión. Corremos el riesgo de que un día de estos analicen la realidad y constaten lo que ya sabemos desde hace mucho tiempo. La regiones que consiguen grandes inversiones en infraestructuras modernizadoras e importantes sumas de dinero público para otros rollitos son las que cuentan con partidos nacionalistas. De tal manera que podemos llenar España de organizaciones constituidas por cretinos que reinventan la historia y encuentran señales de superioridad racial para aprovecharse del resto de sus conciudadanos nacionales.
En el oeste de Castilla la Nueva se esperan trenes rápidos, puertos secos -nodos logísticos- y alguna otra cosa que siempre depende de la decisión de otros, mientras que las medidas de desarrollo adoptables por los autóctonos son pospuestas o negadas directamente hasta el extremo de renegar de las propias raices en los medios de vida e incluso de riqueza.
Para no perder el tren ese que dicen pasa una vez en la vida y para el que hay que estar espabilado con la finalidad de no perder la única oportunidad de tomarlo es necesario que ocurra un acontecimiento inexcusable: que el tren pase realmente. Aunque conviene aclarar que esto es una alegoría, no es necesario esperar que pase un tren real.