En el siglo XXI, los grandes exploradores no llevan látigo ni se enfrenten a enemigos malvados en busca del Arca Perdida. Son personas que podrían pasar por normales si no fuera porque esconden historias de aventuras increíbles en los lugares más recóndictos del planeta. Uno de estos héroes de nuestros días es Manuel José Carpintero 'Carpin', un ciudadrealeño que bien podría pasar por la reencarnación de Indiana Jones o Roal Amundsen "con un poco más de barriga," como a él le gusta decir con retranca manchega.
Bromas aparte, Carpin está haciendo historia este fin de semana en Nueva York al haberse convertido en uno de los dos primeros españoles -el otro es el navarro Ignacio Oficialdegui- que ha entrado en la lista 'Explorers 50' del prestigioso The Explorers Club. Esta sociedad, fundada en 1904 y considerada 'La Meca de la exploración', reconoce la labor de los 50 exploradores más influyentes de la Tierra que "están cambiado el mundo y que el mundo necesita conocer."
Pero, ¿cómo un maestro, director del colegio CEIP Nuestra Señora de la Paz de Villarta de San Juan (Ciudad Real) y fundador de la Sociedad Astronómica y Geográfica de Ciudad Real, pasa a formar parte de esta especie de Olimpo? Se lo adelanto, con mucho trabajo y una pizca de casualidad. Carpintero viajó en 2018 a Nueva York y se acercó a conocer la sede central del Explorers Club. "Es un edificio muy bonito que requiere de una autorización para visitarlo. Cuando les conté mi historia, no solo me dijeron que no era necesario que pidiese permiso sino que me invitaron a que diese una conferencia sobre la expedición que había hecho a la Antártida" explica. Casi sin quererlo, acababa de convertirse en el primer español que intervenía en este selecto club. Fue allí donde conoció a Richard Wiese, presidente del Explorers Club durante 6 años y director del programa de aventuras de televisión 'Born to Explore' y a Synnøve Strømsvåg presidenta de la sede del Explorers Club en Noruega. Fueron ellos quienes impulsaron su nominación entre 400 candidatos de todo el mundo por su “increíble trabajo, conocimientos y creatividad."
En aquella conferencia en la que conquistó a Wiese y Strømsvåg contó como hizo historia al frente de la primera expedición que fue capaz de llegar al Círculo Polar Antártico en una embarcación de tan solo 14 metros de eslora. Un viaje de 2.000 millas náuticas con olas de 14 metros y vientos de 80 nudos, en el que cruzó el temido Cabo de Hornos y atavesó la 'centrifugadora' del Pasaje de Drake en el Mar de Hoces hasta llegar a los míticos 66º 33' del lugar más austral de la tierra. Y todo ello, con un equipo formado por "cinco manchegos de secano" sin conocimientos de navegación. Una vez en tierra firme, también logró realizar la primera conexión en directo desde la Antártida al espacio con el astronauta de origen español Michael López Alegría que en esos momentos se encontraba en la Estación Espacial Internacional.
Durante ese inolvidable viaje, Manuel José también tuvo tiempo de hacer patria castellano-manchega: "El barco iba cargado de vino, pisto, asadillo, berenjenas y queso que fuimos dejando en las bases científicas que visitábamos. Es algo que me gusta hacer en todos mis viajes porque creo que es bueno estar orgulloso de lo tuyo. A veces, los manchegos somos muy derrotistas y cuando nos venden algo de fuera parece que es mejor que lo nuestro, pero aquí tenemos grandes productos y gente que hace unas cosas muy chulas."
Un viaje a la selva de Colombia que cambió su vida
Las inquietudes exploratorias de Carpin vienen de lejos. Hijo y nieto de maestros que le metieron "el gusanillo de la geografía," desde pequeño soñaba en convertirse en protagonista de alguna de las aventuras de Tintín que tanto le gustaba leer. Sin embargo, si tiene que elegir un momento en el que su mentalidad cambió para siempre, se queda con el verano de 1.992, cuando siendo un estudiante de 20 años viajó a la selva del Chocó, en la Colombia de Pablo Escobar, como misionero-voluntario.
"Fue una auténtica locura. En esos momentos, Pablo Escobar acababa de escapar de la cárcel y las cosas estaban muy calientes en el país. Cada noche salíamos a la calle a repartir pan y chocolate a los niños de la calle para atraerlos y que pudieran salir del pegamento y el basuco. Muchos días estabas con ellos y oías los disparos de la policía haciendo 'limpieza' en las calles. Teníamos que salir por patas porque nos mataban." Aquello supuso "una experiencia de las que te curten para toda la vida."
A partir de entonces vio claro que tenía que unir su "pasión por la educación" y llevarla a la práctica "en viajes y expediciones". Después llegaron otras aventuras por todo el planeta como recorrer el Ártico en trineo de perros al más puro estilo tradicional soportando temperaturas de 40º bajo cero con el Quijote por bandera, repetir la ruta de más de 3.000 kilómetros que el explorador ciudadrealeño Diego de Mazariegos recorrió en el año 1528 por la selva mexicana de Chiapas. o la última que ha capitaneado y en la que participaron 15 de sus alumnos. Junto con el explorador Torgeir Higraff, divisaron auroras boreales en las montañas de Noruega y conocieron de primera mano las expediciones históricas de personajes como Nansen o Amundsen.
"Fue alucinante tanto para los chavales como para el profesorado que acudió a la expedición," recuerda Carpintero, quien en sus exploraciones educativas intenta compartir con los alumnos "mis tontás (risas), porque creo que es la mejor manera de hacer un futuro mejor para nosotros y para los que vienes detrás. Que sean sus ojos los que vean lo que merece la pena."
Este viaje está encuadrado en la iniciativa 'Pequeños Exploradores' que se desarrolla en su colegio y donde ha integrado el proyecto de Erasmus+ 'Escuela de astronautas". Pese a que reconoce que para un padre de familia con tres hijos y director de un colegio no es fácil organizarse, siempre encuentra ratos libres para dar rienda suelta a sus inquietudes.
Por ejemplo, cuando la pandemia nos encerró en casa, se las ingenió para que exploradores y científicos de la talla de Edurne Pasabán, Sebastián Álvaro o Javier Cacho contaran sus vivencias y les motivaran con sus testimonios. Después, en noviembre de 2021, algunos de ellos acudieron al CEIP Nuestra Señora de la Paz. "Viéndoles y hablando con ellos, los chicos identifican al personaje mejor y se dan cuenta de que no es solamente una imagen. Al final se divierten y les llena mucho más que hacer el ejercicio 4 de la página 12," reflexiona.
Precisamente, la 'exportación' de este tipo de enseñanza a otros centros es otro de sus objetivos. "La principal ventaja que nos da este premio es la visibilidad. A mí me gustaría que este proyecto educativo no solo se desarrollase en mi centro, sino poder llevarlo a cabo en cualquier colegio de España o de otro país que quiera hacer algo parecido a lo nuestro."
En la actual coyuntura internacional, además de las limitaciones por el Covid-19, Carpin se enfrenta al duro escollo económico para continuar con sus iniciativas. "El patrocinio es la única forma de dar viabilidad a todo esto. Por ejemplo, el viaje a Nueva York me lo ha pagado la aerolínea holandesa KLM y de los seguros necesarios se ha hecho cargo Intermundial." Además, cuenta el apoyo de Panama Jack, Casio y Victorinox como patrocinadores principales, y con el apoyo de la editorial Serendipia a la hora de traer personajes y organizar charlas en Ciudad Real.
Las Fuentes del Nilo y Cacho Island, sus siguientes aventuras
Todos estos impedimentos no impiden que la cabeza de Carpin deje de perjeñar nuevas aventuras. En el plano educativo, tiene en mente preparar algo parecido a lo que llevó a cabo en Noruega organizando una expedición con jóvenes a imagen y semejanza de las clásicas que se hacían en el siglo XX a las Fuentes del Nilo.
Además, está trabajando junto a otros exploradores para volver a la Antártida junto a Javier Cacho y conocer Cacho Island, la isla que han bautizado en honor a este científico y divulgador experto en ozono y química atmosférica.