Se jubila Tomás Soto, uno de los míticos de la hostelería en Toledo: "Si das calidad y servicio, la gente vuelve"
Esta semana ha bajado la persiana de la Taberna Gótica después de casi 25 años al frente del negocio junto a su mujer, Encarna Molina.
1 octubre, 2024 19:12Entre los bares con solera de Toledo, la Taberna Gótica ocupa un lugar destacado. Y entre los hosteleros más míticos de la ciudad, Tomás Soto sobresale en los puestos de cabeza.
Aunque la indivisible historia de este negocio y el empresario que lo ha gestionado durante dos décadas y media debe empezar a contarse utilizando tiempos verbales pretéritos: la Taberna Gótica ha bajado la persiana esta semana porque Tomás se ha jubilado a los 66 años de edad.
"Me ha retirado un pequeño percance de salud. Yo tenía pensamiento de seguir para adelante algún tiempo más, pero ya no puedo porque estoy muy cansado y quiero que la gente recuerde al Tomás que he sido siempre", cuenta a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM mientras recoge los últimos enseres de un bar-restaurante conocido por todos los toledanos gracias a su buen hacer y su ubicación privilegiada en la calle Marqués de Mendigorría, frente a la plaza de toros y junto al edificio de los juzgados.
Desde los 13 años
Hasta el local alquilado que ahora abandona por jubilación, Tomás llegó con el cambio de milenio siendo ya un veterano en la hostelería, sector en el que empezó a trabajar con tan solo 13 años. El 1 de enero del año 2000 arrancó su historia particular al frente de la Taberna Gótica, después de conocer al dueño del inmueble y llegar a un acuerdo con él.
Y allí, detrás de la barra, ha acumulado 24 años y nueve meses atendiendo día tras día a miles de clientes a los que ahora dice adiós: "Estoy muy agradecido a todo el mundo, porque lo poco o mucho que tengo se lo debo a la gente que ha trabajado conmigo y a la gente que ha venido aquí a consumir".
En esta historia de éxito, la comida casera ofrecida por la Taberna Gótica ha sido fundamental. Y, tras la elaboración de las raciones más demandadas (carcamusas, croquetas, venao a la plancha o ensalada de perdiz, entre otras), un nombre propio merece ser destacado con mayúsculas.
No es otro que el de Encarna Molina, la otra mitad de Tomás tanto en la familia como en el negocio, que también se jubila para tratar de disfrutar de una vida más tranquila, ya sin el deber de los quehaceres diarios al calor de los fogones.
"Es difícil trabajar con el cónyuge, y más en la hostelería, que es una profesión en la que hay muchísima tensión. Mi mujer a veces se ha llevado injustamente las culpas de todo, pero hemos llegado a casa, lo hemos hablado y se ha solucionado", reconoce Tomás, que se define como un hombre de "carácter fuerte".
Conciencia tranquila
Pese a ello, ahora ya en retirada, echa la vista atrás y dice tener la conciencia tranquila porque, siempre que ha tenido un roce con alguien de su equipo, "nos hemos sentado, nos hemos tomado una cerveza, lo hemos hablamos y ya está, se ha pasado la tensión".
Sobre cuál es la clave del éxito para mantener un bar-restaurante abierto durante casi 25 años ininterrumpidamente, Tomás lo tiene claro: "Si das calidad y das servicio, la gente te va a volver".
Y así lo ha intentado hacer siempre de la mano de su mujer y el resto de trabajadores de la Taberna Gótica, conscientes de que la ubicación privilegiada de su local les suponía unos elevados costes de alquiler que hacían muy difícil competir en precio con otros bares y restaurantes similares en la ciudad, lo que les obligaba a ofrecer un plus a sus clientes.
Tomás Soto no duda, como el resto de hosteleros, al calificar la etapa de la pandemia de coronavirus como la más difícil de su trayectoria profesional, debido a las restricciones sanitarias que obligaron a cerrar durante algunos meses y después a reabrir con muchas limitaciones, además del descenso drástico de la clientela debido al teletrabajo y al miedo de muchas personas a compartir espacio con otras personas.
"Yo era de los que pensaba que la pandemia nos iba a sacar un poquito mejores, pero creo que no ha sido así", lamenta. Y es que, debido al vertiginoso ritmo de vida y al estrés, Tomás cree que los clientes cada vez son menos empáticos con los camareros. "Al lado de la Taberna Gótica tenemos los juzgados o Tráfico. Cuando yo voy allí a hacer cualquier gestión me toca esperar cola calladito, pero en el bar no es igual", reflexiona.
Pero hay algo que lleva aún peor que la impaciencia: las reseñas en internet. Tomás Soto se queja de que, en muchos casos, ni son justas ni son auténticas. "Si has metido la pata te tienes que fastidiar y aguantarte, pero por el simple hecho de intentar hacer daño a un negocio o que no te caiga bien un camarero no puedes escribir lo que te venga en gana sin ningún control", se queja.
Nueva etapa
Ahora, recién desvinculado profesionalmente -aunque no emocionalmente- de la Taberna Gótica, Tomás avanza que otro conocido hostelero de la localidad se hará con la gestión del negocio en unas semanas.
"Se podrían haber quedado alguno de mis dos hijos con esto, porque si yo he estado aquí 25 años es porque no he perdido dinero. He ganado poco, pero he ganado", asegura Tomás, aunque puntualiza que prefiere que no haya sido así porque la hostelería es un sector muy sacrificado.
"Muchos días hemos entrado a las siete de la mañana y nos hemos ido a las 12 de la noche", recuerda antes de rematar: "Yo no quiero para mis hijos tanto sufrimiento". Lo que sí anhela para su futuro más inmediato, ahora ya jubilado, es poder descansar. "Y mi mujer que descanse también, porque después de toda una vida se lo merece". Así sea.