Con una vestimenta blanca impoluta y una capucha cubriéndoles el rostro del mismo color, roto únicamente por un pañuelo al cuello y un fajín rojos, los enigmáticos chocolateros han vuelto a hacer acto de presencia este año en Cogolludo, un pueblo de la Serranía de Guadalajara donde, pese al inquietante aspecto de esta cuadrilla, su misión es tentar y endulzar a vecinos y visitantes.
Se trata de una tradición ancestral que se lleva a cabo en esta pequeña localidad de la provincia de Guadalajara durante el miércoles de ceniza, cuando comienza el ayuno previo a la Cuaresma. Los chocolateros representan al hombre-demonio que va tentando a quienes se encuentra a su paso. Su misión es invitar a la gente a probar un bizcocho mojado en el apetitoso chocolate caliente que portan en un orinal... y hacer así que rompan el ayuno. Y quienes no quieren caer en la tentación acaban con la cara pintada con el dulce.
Antiguamente, tal y como ha recordado el Ayuntamiento de Cogolludo, ejercían de chocolateros mozos del pueblo que eran quintos de las milicias y se prendía una hoguera para mantener el chocolate caliente. Sin embargo, la tradición se perdió y en los años 80 del pasado siglo tuvo que ser recuperada por las mujeres. Por eso, ahora hay tantos chocolateros como chocolateras. Lo que sí se mantiene como costumbre es que todos juntos se vistan en la misma casa.
Doble salida
Este año 2022, después de un parón obligado por la pandemia de coronavirus, los chocolateros de Cogolludo han regresado a la plaza Mayor cargados con un gran perol de chocolate caliente tras encapucharse en "las escuelas" del municipio. En esta ocasión, a petición de los cogolludenses, además del miércoles de ceniza también han salido el sábado posterior, dejando divertidas imágenes.
La fiesta de los chocolateros forma parte de la Ruta de las Botargas de Guadalajara, a la que también pertenecen las botargas de Aleas y de Beleña.