El fichaje de Irene Lozano para ser incluida nada menos que como número 4 de la lista al Congreso por Madrid ha creado un profundo malestar en el PSOE, que Susana Díaz ha escenificado de inmediato. La líder andaluza, alternativa en la sombra a Sánchez, dio orden a su representante en la Comisión Federal de Listas, Juan Cornejo, para que no apoyara este viernes "a quien ha insultado a Andalucía", en referencia a Lozano por sus repetidas críticas en el caso de los ERE.
El barón extremeño Fernández Vara ya había pedido públicamente horas antes que la exdiputada de UPyD "pida perdón" a los socialistas por sus "descalificaciones". Ciertamente, pocos parlamentarios como Irene Lozano se han caracterizado por censurar tanto al PSOE. Para muchos dirigentes y militantes de este partido resulta un ultraje que ahora se asuma que la regeneración del partido ha de llegar desde fuera de la mano de "independientes".
Con el sorprendente y arbitrario fichaje de Lozano, Pedro Sánchez asume que la ex diriginte de UPyD tenía razón cuando se deshacía en críticas a los socialistas. Llueve además sobre mojado. Hace unas semanas, el líder del PSOE anunció que Meritxel Batet, exdiputada del PSC, sería la número dos en la lista al Congreso por Madrid, algo que escoció en la organización madrileña. Luego presentó a bombo y platillo el fichaje de la polémica militar Zaida Cantera. Esta forma caprichosa de confeccionar las listas se aviene mal con su discurso reformador.
Lo más absurdo es que Sánchez pretende vender imagen de cambio con un fichaje -el de Lozano- que ejemplifica los vicios de la vieja política: los de quien traiciona sus principios para seguir en una lista y los del partido que cree que la renovación se impone con un dedazo.
Los argumentos que ha esgrimido la ex dirigente de UPyD para explicar su pirueta resultan bochornosos, ya sea cuando airea sus méritos -como si la política fuera una carrera profesional al margen de ideologías- ya sea presentándose como víctima de ataques orquestados.
Está claro que Lozano ha preferido seguir viviendo de la política antes que ir a "buscar trabajo", como dijo hace meses que haría tras su enfrentamiento con Rosa Díez. Tiene razón Martínez Gorriarán, su hasta ahora compañero de bancada, cuando asegura que ha optado por "un pesebre confortable".
Algunos se han apresurado a comparar su caso con el de Rosa Díez, argumentando que la dirigente vasca dejó en su día el PSOE para recalar en UPyD. En absoluto. Díez ni se cambió de tren en marcha ni buscó un asiento en unas filas que hubiera satanizado previamente.
Por todo ello, la incorporación de Irene Lozano a las filas socialistas es una tomadura de pelo; primero, a los militantes de UPyD y del PSOE, pero también a los ciudadanos, que reclaman un comportamiento ejemplar por parte de los representantes políticos. Quien se presenta como adalid de la regeneración y de las nuevas formas de hacer política escala por el sistema más viejo: el del dedazo.
El error de Sánchez es mayúsculo y le supone un desgaste interno innecesario. Es un borrón que puede pasarle factura y del que ya ha tomado nota Susana Díaz.