El primer avión en el que se montó José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) lo llevó a Barcelona. Era un crío cuando descubrió el vértigo del despegue y los nervios del aterrizaje. Todavía lo recuerda vivamente. Allí vio un partido de Andrés Gimeno, un mito del tenis que en 1972 ganó un Roland Garros. Este miércoles, muchos años después, volvió a hacer el mismo recorrido. No iba con su familia sino con los escoltas que le acompañan desde hace unos cuantos años. El equipaje, liviano y en una maleta "ligerísima", regalo de sus bodas de plata. Al recordarlas, asoma en él una sonrisa a medio camino entre el orgullo y probablemente la nostalgia. Tras saludar a los muchos pasajeros que lo reconocen y con un libro en la mano, cierra los ojos en varios momentos y trata de relajarse. Le espera un mitin del PSC en Sabadell, su único acto en Cataluña durante la campaña electoral. "El presidente", como lo siguen llamando con respeto hasta sus amigos, es el principal reclamo.
Han pasado cuatro años y casi un mes desde las últimas elecciones generales. Las del domingo son las primeras que vive fuera del palacio de la Moncloa, de donde se marchó cuando el PP logró el mejor resultado electoral de su historia y derrotó al candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba. Su vida ha cambiado por completo, pero no ha vuelto a ser un ciudadano más. Salvo en el extranjero, adonde viaja continuamente, no puede mezclarse libremente con la gente por la calle. Se resigna a que eso ya no volverá. Cada semana tiene que rechazar infinitamente más invitaciones para dar conferencias o conceder entrevistas de las que podría aceptar.
Zapatero envejece como lo que Felipe González definió para la posteridad: un jarrón chino en un apartamento pequeño. Según González, estas piezas tienen un gran valor, pero nadie sabe donde ponerlas. Quizás por eso, el jarrón chino viaja constantemente, de momento sin romperse. A América Latina, a la propia China, a EEUU o a Berlín. En julio anunció que dejaba el Consejo de Estado, donde tiene una plaza vitalicia, para presidir el Instituto de la Diplomacia Cultural, el órgano asesor de una ONG alemana centrada en el pacifismo, los derechos humanos y la política internacional. Se mantiene activo, lee más y perfecciona su inglés.
¿La marcha de la Moncloa despierta un síndrome de abstinencia? "No", responde tajantemente. "Es de las respuestas más contundentes que te puedo dar. Dicho esto, todos los días de mi vida estaré extraordinariamente agradecido de haber sido presidente. Ha sido un orgullo enorme poder representar a mi país, hacer algunas de las cosas que pude hacer y por todo lo que me ha permitido aprender y conocer".
En política, Zapatero dice ser pero no estar. "Una cosa es la política y otra el poder. Soy un hombre con una intensísima inquietud política, pero el poder está bien para un tiempo". No ha visto todos los debates electorales porque lideró una misión de observación electoral en Venezuela. Tampoco sigue al minuto la actividad política, aunque se ve con frecuencia con muchos compañeros de partido para comer o cenar. "Enredar, enreda", suspiran algunos miembros del equipo de Pedro Sánchez, con el que el que ha tenido sus más y sus menos.
El expresidente ha asegurado sentir "debilidad" por Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía y uno de los principales activos del PSOE, con la que Sánchez también ha tenido sus discrepancias. Pero el expresidente es disciplinado y aprecia importantes virtudes en un Pedro Sánchez que navega hacia el 20 de diciembre con las encuestas en contra.
Zapatero ha dejado de ser herencia recibida. El PP sigue apoyándose en ella, pero su partido parece haber reciclado la frase con la que Zapatero irrumpió en la vida política española, hace ahora 15 años. "No estamos tan mal", dijo en el año 2000 tras la catástrofe electoral de Joaquín Almunia frente a José María Aznar. Ahora, en esta campaña electoral, Pedro Sánchez evoca un 'no estábamos tan mal' referido a 2011. Y cita sin parar las leyes en materia de derechos civiles de Zapatero e incluso algunos datos económicos, como la financiación de la Ley de la dependencia, las prestaciones por desempleo o la dotación de la hucha de las pensiones.
"Estoy en paz", reconoce el expresidente, aliviado.
P. ¿Le pareció muy bronco el debate entre Sánchez y Mariano Rajoy?
R. Si se hace un debate light dicen que hay tongo. Si se hace agresivo, que se han pasado. Es bastante frecuente que en un debate se produzca algún momento de tensión y alguna palabra fuerte. Yo las tuve y las recibí. Procuré evitarlas y que salieran de mí.
En el debate hubo un momento tenso, es verdad. Yo he estado ahí y me cuesta mucho criticar. Eso es lo fácil. La impresión que tengo es que Sánchez transmitió una gran seguridad.
P. Rajoy le dedicó adjetivos tan o más fuertes que indecente. Dijo que era un "bobo solemne" o que traicionaba a los muertos, refiriéndose a las víctimas del terrorismo.
R. Aquellas palabras más duras hacia mí las he olvidado. No constan en mi archivo. Forma parte del espíritu democrático en la convivencia. Si no, sería muy difícil. Ha habido un momento que fue tenso, es verdad. Yo he estado ahí y me cuesta mucho criticar a los que hacen ahora los debates porque sé que todo el mundo está dispuesto a criticarlos. Eso es lo fácil. La impresión que tengo es que [Sánchez] transmitió una gran seguridad. La fortaleza emocional es una condición básica para estas lides. Los dos tienen mi reconocimiento por subirse ahí. Días y horas antes todo el mundo tiene ideas brillantes. Pero luego hay que estar allí sentado. Llevar el maillot amarillo es distinto que ser gregario.
Además de borrar de su memoria los ataques que recibió en su día de Rajoy, Zapatero se cuida mucho de juzgar su acción de gobierno. "Alguien que ha tenido la máxima responsabilidad no se puede convertir en juez o en un fiscal a posteriori", argumenta. Por eso elude comparar el caso Bárcenas y la corrupción, protagonistas del debate, con su peor momento, en mayo de 2010. Entonces, bajó el sueldo a los funcionarios y congeló las pensiones. Ese fue su momento más delicado y uno de los que marcó su presidencia. Lo relató después en un libro de 400 páginas titulado El dilema, referido a las dudas sobre cómo gestionar una grave crisis y al mismo tiempo ser fiel a la voluntad de los ciudadanos (muchos de ellos votantes) a los que impuso duras medidas para calmar la voracidad de los mercados financieros.
Zapatero no hace sangre con la corrupción sino que se limita a mostrar su confianza en la justicia. Y cree a Rajoy cuando dice que su mayor angustia fue el rescate de Bankia y el sistema financiero. "Todo lo de Bárcenas ha tenido que ser muy duro, pero tiendo a pensar, porque también estuve en esa trinchera, en Bankia. La prima de riesgo se puso en 600 [puntos básicos] y hubo una retirada de capitales que no se había producido en ningún momento en la crisis. El PP vuelca de manera retrospectiva todo a mi etapa, pero no es así, como muy bien explicó Sánchez. ¿Fue el momento más difícil para Rajoy? Yo creo que sí. Ahí está en juego un país", asegura.
El que está en juego el domingo parece un país completamente distinto. La irrupción de nuevos partidos coincide grosso modo con los 17 meses que Pedro Sánchez lleva al frente del PSOE. Las encuestas dibujan una importante fragmentación de la política que podría llevar a lo que Felipe González considera una escenario "a la italiana, pero sin italianos para gobernar".
P. ¿España se encamina hacia la ingobernabilidad?
R. Si el resultado es la fragmentación, con varios partidos entre el 15 y el 30% [de los votos], la sociedad española va a entrar en una etapa que va a poner a prueba a esta nueva realidad política. No se va a definir claramente en favor de lo nuevo, de una opción de centro-izquierda o de centro-derecha. La sociedad está en un proceso reflexivo. A ningún partido le va a dar demasiado poder y a ninguno le va a dar muy poco poder.
P. ¿Le inquieta la posibilidad de que la zozobra se instale en la vida política española?
R. Es un nuevo campo de juego. Nos acostumbraremos. Habrá que aprender a hacer la gimnasia oportuna porque habrá un Gobierno con una clara minoría en el Parlamento. Por lo que he leído de los programas, no creo que afecte negativamente a lo más importante hoy para España: consolidar la recuperación económica, intensificar la creación de empleo y mejorarlo. Además, las grandes constantes económicas del país dependen de factores externos, como el euro, la Unión Europea, el precio del petroleo o el BCE.
P. "Vamos a vivir en un tiempo distinto y tendremos que aprender a funcionar en el nuevo panorama político. Vamos a tener que aprender a pactar con varios partidos", dijo en abril. ¿Lo mantiene para su partido a partir del lunes?
R. No tengo la responsabilidad de dirigir el PSOE.
P. Pero tiene voz y opinión.
R. Sí, pero como he tenido la responsabilidad, siempre me ha parecido en general bastante irritante oír a los que han estado decir lo que tienen que hacer los que están. Lo digo sinceramente. Las decisiones estratégicas dependen de Pedro Sánchez y de la Ejecutiva. Me siento un pesado y es lo último que quiero parecer.
Una investidura en el aire con un número de diputados que diste mucho de la mayoría me parece un escenario muy, muy, muy indeseable.
P. ¿España está preparada para un Gobierno de tres partidos?
R. Va a ser casi obligado aritméticamente. Seguramente no es suficiente con la suma de dos partidos para garantizar la estabilidad mínima. Pero no descarto nada. Lo que es muy conveniente es que los acuerdos sean de fondo y con el principio de lealtad. Tiene que haber un programa de gobierno coherente. Y programa e inestabilidad son palabras incompatibles. Una investidura en el aire con un número de diputados que diste mucho de la mayoría me parece un escenario muy, muy, muy indeseable.
P. El PSOE es un partido dado a la crítica interna y hasta a la autoflagelación. ¿Resistirá la estructura no llegar al Gobierno?
R. Por supuesto. Resistimos 100 años sin llegar. He sido secretario general del PSOE 12 años y he estado en toda España. Al PSOE, donde va, se le escucha. Tiene raices en todo el país y en todas las capas sociales, especialemnte en las trabajadoras. Es una hipótesis que ni siquiera me he planteado.
P. El PSOE tiene una tendencia insistente a fagocitar líderes, sobre todo cuando los resultados no acompañan.
R. No sé qué pasará, pero hasta ahora el partido que más elecciones ha ganado es el PSOE y hemos tenido cuatro líderes en más de 30 años y ahora está Pedro Sánchez, que lleva muy poco tiempo en términos políticos e históricos.
P. Rajoy dijo en el debate a Sánchez que es joven y perderá elecciones como las perdió él.
R. Sánchez tiene un año menos que yo cuando gané las elecciones. Está en una edad muy buena porque la tarea de presidente del Gobierno exige mucho esfuerzo físico. Le veo con vitalidad. Lo que más destaco de él es una impresionante capacidad de trabajo y su gran determinación.
P. Ni rastro de la mala relación o de desconfianza en su liderazgo. ¿Lo han arreglado?
R. No tengo una mala relación con él. Todo el mundo sabe que tuvimos una discrepancia por el artículo 135 [de la Constitución, que consagra el principio de estabilidad presupuestaria] y había cosas que era necesario aclarar. En todo caso, siempre he estado a disposición.
"Díaz tiene las condiciones: edad, liderazgo…"
P. Ha dicho en alguna ocasión que tiene "debilidad" por Susana Díaz. ¿Le augura un gran futuro en el PSOE?
R. Ha demostrado su liderazgo ganando unas elecciones con un resultado que en esta etapa no es fácil de alcanzar para el PSOE. Tiene todas las condiciones: la edad, liderazgo…
P. ¿Tiene un proyecto para España?
R. No me corresponde a mí juzgarlo. Si un día lo presenta, lo evaluaré. No tengo interés, y menos en este momento. Acabo de votar a Pedro Sánchez.
P.- ...
R. Es que he votado por correo [ríe]. Como todo el mundo puede entender, me haría una gran ilusión que culmináramos la campaña con una victoria. Y si no es así, no me voy a llevar un gran chasco. Hay que ser demócratas. Forma parte de la buena escuela democrática saber que cuando no se gana y se ha trabajado bien se cumple un papel muy importante en la oposición.
P. Pero cuando no se gana siempre hay debate sobre si se ha trabajado bien.
R. Es normal, pero las circunstancias influyen mucho. Si hay una cosa que descubres con la experiencia es que el azar y la contingencia cuentan mucho en la Historia. En política, de manera muy notable. Cuando Rajoy perdió dos elecciones se decía que no llegaría a presidente del Gobierno y lo hizo con mayoría absoluta porque hubo una contingencia que le ayudó: una crisis, la más fuerte que ha tenido España en el período democrático. El azar y la contingencia son determinantes.
Zapatero no cenó con Pablo Iglesias por azar, aunque sí supuso una gran contingencia para él. A la cena que mantuvieron antes de las Navidades del año pasado fue voluntaria y conscientemente. En ella participaron también Íñigo Errejón, número dos de Podemos, el hoy presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y el expresidente de la región y antiguo ministro de Defensa, José Bono. Cuando trascendió, muchos en su partido criticaron con dureza al ex jefe del Ejecutivo por reunirse con el enemigo y darle alas.
Era el momento en el que Podemos volaba alto por primera vez en las encuestas. Iglesias irrumpía en la política española dispuesto a quitarle el sitio al PSOE en nombre de la nueva política. "Descreo de lo nuevo y lo viejo", dice ahora Zapatero sobre ese discurso. En los mítines que ha dado en esta campaña electoral utiliza la misma táctica retórica. Alzando la voz, proclama que la educación pública no es ni nueva ni vieja sino que la impulsaron los socialistas. Y los suyos aplauden con ganas. La sanidad, tampoco. Los afiliados vuelven a aplaudir. Las leyes como el matrimonio homosexual o la de memoria histórica, tampoco. Allá donde va, cosecha grandes aplausos de una militancia falta de autoestima y desorientada por los ataques:
P. Hay partidos que quieren sustituir al PSOE.
R. Podemos lo quiere y eso me lleva a dos conclusiones: no son lo que decían que eran y yo me siento muy reconfortado y halagado. La socialdemocracia es el pensamiento político más fuerte para hacer sociedades democráticas y con cohesión social. Añadiré que el PSOE no tiene 137 años de historia ni es el partido que más elecciones ha ganado por casualidad.
La coherencia y la fortaleza se ve cuando se sufre un revés tras haber ganado o ascendido. En cualquier caso, la denominación de origen socialdemócrata en España la tiene el PSOE.
P. Pero Podemos habrá nacido por algo. Ellos mismos dicen que si otros lo hubieran hecho bien, no habrían dado el paso.
R. Sí, pero cuando se ve la fortaleza de un partido es en el primer revés electoral. No quiero hablar de UPyD, partido al que también respeto. Pero la coherencia y la fortaleza se ve cuando se sufre un revés tras haber ganado o ascendido. En cualquier caso, la denominación de origen socialdemócrata en España la tiene el PSOE.
P. ¿Se siente usted más cerca de los que quieren sustituir al PSOE o de quien, como Albert Rivera, reniega de la socialdemocracia?
R.- Nosotros estamos dispuestos al diálogo, a la deliberación y al debate intelectual. Que el PSOE haga ese debate con Podemos tiene un altísimo interés. Como militante socialista tengo pasión por convencer a mucha gente que por la crisis se ha ido a ese nuevo proyecto.
P. Si se han ido, ¿podrían volver al PSOE?
R. Por supuesto. No tengo ninguna duda de que pasará.
P. Albert Rivera dice que sólo hay dos presidentes que hayan tenido un proyecto de España: González y Aznar. A usted no lo nombra.
R. Me parece significativo que le guste más el proyecto de Aznar que el mío.
P. ¿Es Albert Rivera un lobo con piel de cordero?
R. No lo conozco.
P. Sí conoce sus postulados.
R. Pero para mí es tan importante el contacto directo que no voy a dejarme llevar por los prejuicios. Me gusta en las formas. Lo que he visto en los temas de igualdad de género muestra que no ha entendido la cuestión. Sería bueno que se leyese la reflexión política e intelectual de la ONU o los think-tanks más importantes del mundo.
Zapatero atiende a EL ESPAÑOL de camino al mitin en Sabadell, en coche desde el aeropuerto del Prat donde apura un cortado. La prensa catalana se hace eco del caos en el servicio de Rodalies, el tren de cercanías, que ha sufrido robos de cobre que alteran el servicio. Infraestructuras como esa fueron uno de los retos de su mandato. En lo material y en lo políticamente metafórico. Muchos ven en Zapatero el germen del proceso de desconexión de España que se ha propuesto el nuevo Parlament de Cataluña.
P. Le persigue esta frase: "Apoyaré la reforma del Estatut de Cataluña que apruebe el parlamento de Cataluña". la dijo en el Palau de Sant Jordi en 2003 ante el entonces president, Pasqual Maragall, que se puso en pie para aplaudirle.
R. No me persigue. La persiguen algunos. Es muy significativo porque nadie recuerda el resto del discurso en el que dije que por supuesto cualquier acuerdo debería entrar en el marco de la Constitución. Y eso fue en 2003. Hubo un estatuto, un referéndum, un pacto de las fuerzas políticas catalanas y un gran acuerdo entre Cataluña y el conjunto de las instituciones, sólo rechazado por el PP. No tengas ninguna duda de que Rajoy se ha arrepentido muchas veces de esa posición. Estoy convencidísimo. Que el problema sea de una frase de 2003 que durante siete años no impidió llegar a un gran acuerdo como el Estatuto... Si todo el mundo lo hubiese respetado y el Tribunal Constitucional no hubiese anulado algunos artículos y hecho algunas reflexiones, no estaríamos ahora donde estamos.
Las fuerzas políticas independentistas también necesitan un tiempo para entender que sencillamente lo que no es posible, no es posible.
P. ¿Hacia dónde se dirige Cataluña?
R. Hay que dejar que se digieran las cosas. No hay que elevar el tono del debate y tomar la iniciativa. El problema es que el PP está en cierta medida encadenado a su pasado porque dijo cosas muy fuertes sobre el Estatuto. Después de eso, tenía una limitación objetiva para tomar la iniciativa y proponer reformas. Y las fuerzas políticas independentistas también necesitan un tiempo para entender que sencillamente lo que no es posible, no es posible. El único proyecto que puede tener una cierta viabilidad es un nuevo pacto entre Cataluña y España.
P. Pero la reforma de la Constitución es una postura minoritaria. El PSC no ha logrado con ella el respaldo de la sociedad catalana.
R. Cuando se polariza tanto la situación entre ruptura y unidad sin más, es difícil abrir ese espacio. Pero hay que perserverar en las convicciones. Esa reforma la veo a largo plazo. Hay que dar pasos previos y recuperar la capacidad de diálogo con medidas de acercamiento. Una cierta recuperación de los afectos se hace muy necesaria.
Cuando Zapatero llega al mitin, el acto ya ha empezado. En ese momento habla Carme Chacón, cabeza de lista por Barcelona y a la que él nombró ministra de Vivienda y de Defensa. El mitin se interrumpe, suena el himno del PSOE y los asistentes empiezan a aplaudir. Lo que viene después es un homenaje en toda regla, tanto por parte de Chacón como de Miquel Iceta, que recuerda emocionado cómo vivió la aprobación de la Ley de matrimonio homosexual. Al acabar, se multiplican los selfies y las fotos mientras la agrupación local monta un ágape navideño al que Zapatero ya no se queda. De fondo suena Simply the best, de Tina Turner, la canción elegida por el PSC para acabar el mitin. Y Zapatero vuela a su siguiente compromiso.