El Congreso de los Diputados se dibuja tras las elecciones del domingo como uno de los hemiciclos más variopintos de Europa. Dos 'gobiernos del cambio' tras los comicios recientes en otros de los países más golpeados por la crisis económica y, en el otro extremo, el gobierno de la fusión del bipartidismo en el país considerado la locomotora de los Veintiocho muestran cómo a veces hasta las coaliciones más improbables pueden ser una salida para gobernar. Tres escenarios con sus paralelismos con el caso español.
Grecia, la otra debacle del bipartidismo
El país heleno se ha enfrentado a dos elecciones generales en solo nueve meses, con unos segundos comicios en septiembre que sirvieron para afianzar la postura de Syriza (el Podemos griego), a pesar de haber aceptado el tercer rescate que tanto denostaba y en contra del que votó el pueblo heleno en el referéndum convocado por el propio gobierno (según algunos analistas un rescate con peores condiciones que la primera propuesta de Bruselas).
El giro parlamentario en Atenas había llegado en enero, cuando el partido conservador Nueva Democracia perdió las primeras elecciones celebradas en Grecia este año (las segundas serían en septiembre, tras el referéndum). La formación liderada por Andonis Samaras quedó como segunda fuerza política, con 76 escaños, muy por detrás de los 149 obtenidos por el partido de Alexis Tsipras, que solo se quedó a dos diputados de la mayoría absoluta.
El socialista Pasok, que desde el gobierno dio luz verde a los dos primeros rescates del país, fue severamente castigado: quedó a la cola, con solo 13 escaños, por detrás de los neonazis de Aurora Dorada (AD), los centristas To Potami, de los comunistas (KKE) y de los euroescépticos de extrema derecha.
En las elecciones de septiembre Syriza confirmó el fin del bipartidismo al perder sólo 4 escaños tras un gobierno que habían cuestionado hasta 44 diputados suyos por “ceder” a las exigencias de Europa y que se escindieron en un nuevo partido. También devolvió al Pasok a los primeros partidos griegos, pero lo dejó en cuarto lugar.
A pesar de un parlamento muy fragmentado, Syriza se encontraba a sólo seis escaños de conseguir la mayoría absoluta y pudo formar gobierno con ANEL, los griegos independientes nacionalistas. Aunque una y otra formación están en las antípodas de su respectivo socio de gobierno en muchos aspectos, sí coinciden en el asunto esencial que ha llevado a Tsipras a presidir el país: el rechazo a que Bruselas imponga lo que debe hacer Atenas.
Portugal, donde el partido más votado no gobierna por una 'coalición' de izquierdas
En el país vecino no ha existido un fenómeno similar a Podemos o Ciudadanos y sin embargo puede representar el ejemplo más cercano al escenario español que muchos apuntan con la unión de partidos progresistas. Así el partido electoral del pasado octubre se jugaba principalmente entre los conservadores de Passos Coelho (que gobernaban) y los socialistas de António Costa. El conservador aguantó a duras penas el embate y los 107 escaños (102+5 por los conservadores de Madeira) que obtuvo no le bastaron para conseguir formar gobierno. Tras intentarlo sin éxito, el presidente de la nación -Aníbal Cavaco Silva- encargó a los socialistas (86 escaños) formar gobierno.
Cavaco Silva había recibido críticas, pues a pesar de que su figura es oficialmente neutral y no tiene filiación actualmente, el ex primer ministro luso esel antiguo líder del PSD de Passos-Coelho e impuso seis condiciones previas a Costa antes de darle luz verde para formar un Ejecutivo que ya se sabía factible, pues los demás partidos de izquierdas (Bloque de Izquierda (BE, 19) y Partido Comunista (17)) habían manifestado públicamente que apoyarían su investidura. El líder socialista tuvo que garantizarle, entre otros asuntos, que la aprobación de los presupuestos generales para 2016 no sería un problema o que se seguirían respetando los compromisos adquiridos como Estado miembro de la OTAN.
El Gobierno luso únicamente está formado por ministros socialistas (además de una independiente), pero con los apoyos puntuales de los otros partidos progresistas para medidas concretas en sólo un día puso seis medidas de carácter económico y social en marcha, como informaba EL ESPAÑOL recientemente. Entre ellas, la adopción de pequeños por parejas del mismo sexo o la eliminación de una “sobretasa” en el IRPF luso.
Alemania, la gran coalición ¿impensable? en el caso español
¿Imaginas que en España gobernaran PP y PSOE conjuntamente? Ya dejó caer esa posibilidad el PP por medio de conversaciones extraoficiales la semana pasada. Aunque enseguida lo desmintiera el partido, le sirvió a Pedro Sánchez para mofarse de la supuesta propuesta en un mitin el último día de la campaña.
Sin embargo, el PP tenía dónde fijarse, y no se trata de un país menor en la política europea. Angela Merkel lidera en Alemania una gran coalición, y funciona, pues es la segunda vez no consecutiva que lo hace. La primera vez fue en 2005 y la segunda, desde 2013. Los votantes germanos no le reprocharon en las urnas la unión con los socialistas del SPD y la líder del partido cristiano demócrata de Alemania ya ha cumplido diez años en el poder.
Ni las horas más bajas de Angela Merkel en su propio partido consiguen arrebatarle el liderazgo, con una crisis menor primero porque los más conservadores pensaban que no era lo suficientemente firme con el rescate griego y con una crisis de mayor envergadura de la que está saliendo ahora a causa de su gestión de la crisis de refugiados (esta vez eran muchos en sus filas los que exigían más reglas a su “política de puertas abiertas”). En el gobierno, las carteras son compartidas, y no son carteras menores las reservadas a los socialistas (que son el segundo partido más votado con 193 diputados frente a 255+56 de la CDU/CSU): Justicia, Economía y Energía, Exteriores… además de la vicecancillería, como ya sucedió durante la primera 'gran coalición'.
Es cierto que tanto la CDU de la canciller como su socio el SPD se han resentido en las encuestas y mantienen sus encontronazos (últimamente por la crisis humanitaria), con sus tasas de apoyo más bajas este otoño. Pero aún así ambas formaciones seguirían sumando más del 60% de los votos en caso de nuevas elecciones (de acuerdo con una encuesta sobre la gran coalición a mitad de legislatura el pasado septiembre).
La coalición imposible para unos es la solución a la fragmentación del Congreso de los Diputados para otros tras el 20-D. Si bien las circunstancias alemanas son bien distintas a las españolas. Para empezar, no existe esa división de escaños y son sólo cuatro los colores que inundan el Bundestag. Tampoco hay presencia de partidos nacionalistas en el hemiciclo que fragmenten el voto de este país federal; lo más cercano podría ser el CSU, el partido cristiano demócrata de Baviera, pero es el hermano histórico de la CDU de Merkel.
El tercer partido en votos es una coalición relativamente nueva, aunque de historia antigua: Die Linke (La Izquierda) se fundó a mediados de 2007 con miembros provenientes de los comunistas de la RDA, pero también políticos de izquierdas de la antigua Alemania Occidental, como destaca la formación en la explicación web de sus orígenes. Y es que su relación con la antigua Alemania comunista a través de miembros que fueron políticos del partido único que levantó el muro es un peso por el que se tiene que justificar repetidamente y por la que existen desencuentros en el propio partido. La RDA fue “un intento legítimo (…) tras la victoria sobre la Alemania nazi (…) que fracasó”, asegura la formación en su web.
La fragmentación no es tan pronunciada como en España en ninguno de los otros casos europeos presentados. Aún así suponen ejemplos en los que se producen equivalencias a las distintas opciones que ahora se barajan para el Congreso.