Pedro Sánchez tiene la sensación de que la campaña se le va de las manos. "Es para cortarse las venas", describe gráficamente un destacado miembro de la Ejecutiva de Sánchez, que es además cabeza de lista por su provincia. Las encuestas que indican que en estos momentos el PSOE es ya tercera fuerza han supuesto un duro golpe anímico.
El equipo más cercano al candidato socialista no se las cree, comenzando por Óscar López, que difunde dudosos datos propios que sitúan al PSOE ligeramente por encima de Podemos. Pero el problema no es la incredulidad ante los datos de las principales encuestas, que la Ejecutiva del PSOE llega a considerar directamente inventadas. Lo realmente preocupante son las señales que el equipo de campaña palpa en el electorado y, especialmente, en sus propios dirigentes y militantes.
Muchas agrupaciones están adormecidas y apenas tienen actos previstos. Los grandes recintos llenos de militantes ya son historia y apenas habrá baños de masa para arropar al líder. Los propios dirigentes reconocen lo obvio: repetir el resultado ya es el mal menor. Resistir se ha vuelto muy difícil. "Luchamos contra nosotros mismos", resume otro miembro de la Ejecutiva.
Sánchez, preocupado
El propio Sánchez es consciente de que, a tres semanas del 26 de junio, su campaña está lejos de arrancar. Peor que eso es que no tiene claro qué hay que hacer para poner el motor en marcha más allá de confiar en que las encuestas se equivoquen y el electorado se movilice.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL, el líder socialista estudia cambios en su estrategia y se reserva varias propuestas estrella, alguna de ellas económica y posiblemente de calado. Pero los retos son muchos. El primero de ellos es convertir la campaña en un debate racional sobre propuestas, algo que hoy por hoy parece una misión imposible en Ferraz.
Los tres botones nucleares de Sánchez
Al teléfono del líder del PSOE, ya embarcado en una extenuante y meticulosa gira por toda España, han llegado varias propuestas. Todas tienen la intención de servir como una bofetada, como un agresivo incentivo que despierte al electorado. Porque de eso es de lo que se trata: de salvar los muebles y superar a Unidos Podemos para gestionar con cierta calma el día después, ya sea la oposición o la formación de Gobierno.
Hay al menos tres botones nucleares sobre la mesa. El primero de ellos es decir que el PSOE sólo gobernará si es primera fuerza. "Así lo hizo Zapatero en 2004, cuando el PP aventajaba en mucho al PSOE en todas las encuestas", señalan fuentes socialistas.
El segundo golpe de efecto es complementario, aunque mucho más peligroso porque puede ser utilizado con mayor facilidad por Podemos: asumir que, en pro de la gobernabilidad del país, el PSOE dejará gobernar a la lista más votada y negociará una abstención a cambio de reformas. El objetivo: asegurar que España sale de la parálisis con políticas diferentes. Esta opción ya fue sugerida por Sánchez en la reunión del Círculo de Economía en Sitges (Barcelona), pero rápidamente desmentida. Al PP ni agua, dice de momento el manual de estrategia socialista.
Estos dos giros tienen una gran contraindicación. Niegan las encuestas y pueden hacer que Sánchez sea percibido como un inconsciente que no entiende la fragmentación del electorado y la pujanza de Podemos. Pablo Iglesias podría utilizarlos como la constatación de que el PSOE va a dejar gobernar al PP, a pesar de que la repetición de las elecciones se deba precisamente a la negativa de Sánchez a favorecer la continuidad de Rajoy.
La tercera opción: ir a matar contra Podemos
El tercer botón nuclear es el de pasar a la ofensiva, abandonar las amapolas y margaritas que protagonizan los carteles electorales y arremeter contra Podemos dejando claro que el PSOE nunca hará presidente a Iglesias. Es pasar del "sí por el cambio" al 'no a Podemos'. Del 'vamos a ser primera o segunda fuerza' al 'no voten a Iglesias, porque si nos supera en votos, no le apoyaremos'. Del discurso triunfalista al 'cuidado, que nos ganan'.
La idea encaja en el discurso actual de Sánchez, que repite sin cesar que "el cambio no tiene intermediarios" y que sólo el PSOE puede garantizarlo. Está por ver que favorezca la movilización. Sin embargo, podría ser percibido como un gesto cainita, de confrontación con un partido con el que comparte parte del electorado.
Estos tres mensajes no son un contrato escrito en piedra. Los que los proponen reconocen que, una vez pasado el 26 de junio, el relato puede acomodarse a la situación que salga de las urnas. Pero ahora se trata de sobrevivir. Para lograrlo, cualquier estrategia es digna de ser considerada. Después, la división interna podría acabar con el liderazgo de Sánchez en favor de alguien que resucite el partido. Pero sea en beneficio del actual líder o de su sucesor o sucesora, al PSOE le conviene tener algo que reflotar.
Sánchez acusa el golpe en público
Hasta ahora, Sánchez ha hecho gala de una gran fortaleza de cara al exterior. Nunca ha reconocido la dificultad de la tarea sino que se ha esmerado en tratar de transmitir confianza en su proyecto. El líder no puede mostrarse desanimado, aunque el panorama pinta mal.
Este lunes, en Onda Cero, asomó una grieta en su discurso al decir que el electorado socialista "en parte, una parte menor, pero sí importante de cara a las elecciones, está desanimado".
Dirigentes del PSOE se aferran a lo que se conoce como "datos cualitativos": encuestas a reducidos grupos de personas que indican que hay una gran indecisión en el electorado, que la imagen de Pablo Iglesias no es presidenciable y que hay una mayoría aplastante de españoles que quiere cambio y rechaza la continuidad de Mariano Rajoy.
Según César Luena, el director de la campaña, el PSOE debe apostar por apuntalar el suelo electoral del 20 de diciembre y lanzar mensajes a votantes tradicionales del PSOE que podrían quedarse en casa, como los mayores o las mujeres. Además, el PSOE quiere recuperar terreno en Madrid y Cataluña mientras Susana Díaz se deja "la piel", como suele decir ella, para lograr un buen resultado en beneficio de su partido y también de sus propios planes de futuro.
El itinerario de Sánchez incluye 24 actos en 15 días, entre ellos seis en Madrid. Sólo coincidirá en un mitin con el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y en un acto más discreto con Felipe González. Con Alfredo Pérez Rubalcaba, su predecesor, no compartirá escenario pese a que sus 110 escaños de 2011 se vislumbran hoy como un sueño inalcanzable.
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