El desánimo en el PSOE es trending topic. Ya no se trata de informaciones periodísticas a las que se les puede restar importancia considerándolas rumores. Dirigentes y referentes socialistas expresan abiertamente y en público su preocupación por la desmovilización de los votantes tradicionales del PSOE. El primero en reconocerlo es Pedro Sánchez, que por segundo día ha hablado de "desánimo" en sus filas. Micaela Navarro, la presidenta del PSOE, cree que a su partido "le cuesta más arrancar" y que en la ciudadanía ha cundido la "frustración y el desencanto", según ha declarado a los medios. El PSOE "está sin pulso", reconoció en un desayuno informativo el expresidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
Aunque a continuación de esos lamentos los socialistas auguren una gran movilización o incluso una victoria, reconocer que el PSOE sí está tan mal (o casi) como dicen las encuestas ha pasado a ser parte de la estrategia. El objetivo es evitar la resignación y la apatía y recordar a los socialistas que sientan una vinculación emocional con su partido que es imprescindible que vayan a votar. Hay mucho en juego, aunque no perciban la sensación de emergencia tan intensamente como Ferraz.
Qué hacer si hay 'sorpasso'
Entre una mayoría de dirigentes consultados por EL ESPAÑOL, la sensación es mala y se asume que ser superados por Podemos es un riesgo cierto. Un presidente autonómico augura una gran derrota y, lo que es peor, que el naufragio de Pedro Sánchez sea el inicio de la cuenta atrás de su mandato como líder regional. El PSOE preside siete autonomías, pero necesita seguir siendo uno de los dos grandes partidos en el conjunto del país para tratar de contener la hemorragia.
"Da la impresión de que ya no jugamos el partido. Como mucho, nos hemos quedado en una posición de árbitro o linier. Pero no corremos para meter gol", explica en privado un reconocido socialista. "Lo peor de todo puede ser que sumemos con Pablo Iglesias, pero que él esté por delante", explica un cabeza de lista.
Esa es, en realidad, la verdadera pesadilla, el amargo trago que pondría al PSOE entre la espada y la pared. Si de las urnas sale un Gobierno de PP y Ciudadanos, el día después del partido se centrará en la renovación del PSOE y en la pelea por el liderazgo, queden los socialistas en la posición en la que queden. Pero si el 26 de junio no arroja un resultado concluyente y vuelven las dudas sobre la gobernabilidad, el escenario será infinitamente más complejo. Y la presión será máxima para que no se repitan de nuevo las elecciones.
"El PSOE se rompe antes de investir a Iglesias"
"El partido se rompe antes de hacer presidente a Pablo Iglesias", augura un exdirigente. "No es lo que necesita el país y con nuestros votos no será", explica otro socialista, cercano a Sánchez. "Sería la muerte del PSOE", augura este último.
Es en esa tesitura donde el PSOE tendría que tomar una decisión trascendental: apoyar a Podemos o permitir que el PP, presumiblemente la fuerza más votada, gobierne en solitario o con un acuerdo que incluya también a Ciudadanos, que está muy por la labor. "Una abstención podría tener sentido si se tratase de una legislatura corta", explican fuentes socialistas. Son partidarios de esa tesis viejos referentes del PSOE y los sectores más centristas y centralistas. El socialismo andaluz ni confirma ni desmiente, aunque su odio visceral a Podemos no permite pensar en un Gobierno conjunto con Iglesias en la Moncloa.
Ni Sánchez ni su equipo tiran la toalla. Advierten de que las encuestas que señalan el sorpasso son muy prematuras, que la asignación de escaños es poco fiable por el volumen de las muestras y que la campaña no ha comenzado aún oficialmente. Se resisten a creer que el electorado tradicional, "el corazón socialista que estuvo ahí tantas veces" asista impasible a una campaña de dos semanas que hoy parece tener las cartas marcadas. Pero, por el momento, Sánchez no puede ocultar su pesimismo, incluso en público.
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