El otro gas de efecto invernadero responsable del 25% del calentamiento global: ¿qué hay del metano?
ODS 7: El destino de los combustibles fósiles es incuestionable, pero la descarbonización debe tener en cuenta no solo las emisiones de CO2, sino también las de gas metano.
9 septiembre, 2021 01:09En septiembre de 2019, el Congreso español declaró la emergencia climática. Tras la pandemia de la covid-19, el Gobierno aprovechó la oportunidad que representa el paquete de recuperación de la UE para promover una transición ecológica con el potencial de transformar la economía española. Esto es bienvenido y debe celebrarse.
España ha emergido recientemente como un líder climático regional y global. Europa ha sido fundamental a la hora de impulsar el objetivo de neutralidad para 2050 y para promover una mayor ambición en los próximos 10 años: la década que determinará el éxito o el fracaso de la acción climática.
A nivel internacional, además de haber asumido el reto de acoger la COP25 con solo 4 semanas de antelación, también está liderando la apuesta por una transición ecológica justa. Sin embargo, España -como la mayoría de países- podría estar haciendo más.
Recientemente, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en ingles) -un grupo de más de 200 científicos internacionales que trabajan en el marco de Naciones Unidas-, publicaba un nuevo informe alarmante. En palabras del secretario general de Naciones Unidas, es un "código rojo para la humanidad".
El IPCC no podría ser más claro. El clima ha cambiado y seguirá cambiando. Las actividades humanas son abrumadoramente responsables de este cambio. A menos que las sociedades actúen realmente rápido -tanto en términos de adaptación al clima cambiante como reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)-, la humanidad se encontrará viviendo en un mundo muy diferente.
Tormentas como Filomena a principios de año, olas de calor severas como las del verano o inundaciones como las que azotaron Castilla La Mancha a principios de este mes son cada vez más frecuentes y devastadoras. Y esto está sucediendo en un mundo en el que la temperatura media global aumentó sólo 1 grado celsius en comparación con los niveles preindustriales.
Con la trayectoria actual se prevé un aumento de temperatura de más de 3 grados centígrados antes de fin de siglo, lo cual convertiría en ordinario lo que hasta ahora eran eventos extraordinarios.
A largo plazo, la clave para afrontar la emergencia climática está en la rapidez con la que los países alcancen la neutralidad de carbono. Cómo de turbulento sea el viaje hasta llegar ahí dependerá de la cantidad de contaminantes climáticos de corta duración que emitamos en el proceso.
Esos gases tienen un efecto de calentamiento climático extremadamente alto. No obstante, permanecen en la atmósfera tan solo una fracción de los cientos de años del dióxido de carbono.
El metano es el más común de esos gases de vida corta, responsable de más del 25% del aumento del calentamiento global que experimentamos hoy en día. Reducirlos es la mejor manera de disminuir la tasa de calentamiento a corto plazo.
De manera similar al CO₂, las emisiones de metano continúan aumentando. Están impulsadas tanto por el sector energético como por una industria ganadera en aumento, necesaria para satisfacer la creciente demanda de proteínas.
España tiene la oportunidad (y la responsabilidad) de involucrar a sus proveedores en la reducción de emisiones
Es en el sector de la energía donde la acción sobre el metano puede ocurrir más rápidamente y puede tener el mayor impacto. El petróleo, el gas y el carbón, además de ser responsables de la gran mayoría de las emisiones de CO₂, también lo son de un tercio del metano emitido a la atmósfera.
El destino de los combustibles fósiles es incuestionable. Todos los países deben dejar de usarlos rápidamente -comenzando por el carbón-, especialmente en los sectores donde existen alternativas. Aunque, de manera realista, estos recursos –especialmente el petróleo y el gas natural– permanecerán en el mix energético de nuestras sociedades durante algunas décadas más.
España es el ejemplo perfecto, un país con ambición climática en la región más ambiciosa en términos climáticos que prevé el uso de una cantidad significativa de petróleo y gas natural durante otros 20 años –aunque mucho menor que la actual-.
Los países en desarrollo probablemente tarden más en eliminar los combustibles fósiles. Esto significa que, a la vez que reducimos el consumo de combustibles fósiles, debemos actuar con rapidez para que el uso de esos productos sea lo menos dañino para el clima.
Reducir drásticamente las emisiones de metano en la producción, transporte y distribución de petróleo y gas natural es la acción con mayor impacto que los países pueden tomar para lograrlo. La UE lidera este proceso y es aquí donde España podría redoblar sus esfuerzos.
Como uno de los mayores importadores de gas natural de la UE, España tiene la oportunidad (y la responsabilidad) de involucrar a sus proveedores en la reducción de emisiones de metano.
Argelia, la mayor fuente de gas natural para España, es considerado uno de los mayores emisores de metano de la producción de petróleo y gas. España está importando las emisiones de metano asociadas al gas natural que consume.
La Comisión Europea publicó a finales del año 2020 su estrategia de metano que se centra tanto en las fuentes de emisiones internas como externas. Además, prioriza correctamente la reducción de las emisiones de petróleo y gas natural como una oportunidad a corto plazo.
La falta de datos es uno de los principales obstáculos para reducir las emisiones del sector
Esta estrategia parte de la Asociación de Metano de Petróleo y Gas (OGMP), un esfuerzo internacional para aumentar drásticamente la transparencia y la disponibilidad de los datos de emisiones de estos gases. La falta de datos en la actualidad es uno de los principales obstáculos para reducir las emisiones del sector.
Recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) creó el Observatorio Internacional de Emisiones de Metano (IMEO). Este catalizará la mitigación del metano mediante la creación de un conjunto de datos públicos y globales de emisiones de este gas. Y también de las actividades de combustibles fósiles verificadas empíricamente mediante la integración de múltiples fuentes, como informes de la industria, estudios de medición científica, datos satelitales e inventarios nacionales.
Esto permitirá que el IMEO aporte una imagen más clara de dónde y cuánto metano se está filtrando. De este modo, las empresas y los gobiernos de todo el mundo pueden enfocarse en actividades estratégicas de mitigación y desarrollar políticas basadas en la ciencia.
España tiene la oportunidad de priorizar el cambio climático y, en particular, las emisiones de metano en sus relaciones bilaterales, aprovechando su poder de mercado y las buenas relaciones con los países proveedores.
Es hora de que lo haga de forma pragmática y proactiva. Que se base en el liderazgo de la UE y trabaje con las numerosas empresas que de diferentes formas están participando en estos esfuerzos.
Tanto con actores industriales tradicionales como Repsol, Enagas, Nedgia, Medgaz, Saggas, pero también con actores más innovadores como Satlantis. Este último, con su próxima red de satélites, apoyará una nueva capacidad de observaciones por teledetección.
Para responder a la crisis climática como es debido, debemos aprovechar todas las oportunidades para reducir las emisiones. Actuar en paralelo sobre el dióxido de carbono y el metano nos evitará lo peor del cambio climático, permitiendo un viaje menos accidentado en nuestra marcha hacia la neutralidad climática.
*** Manfredi Caltagirone es técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).