El olor a químicos en el pueblo onubense de Nerva no deja indiferente a quien pase por allí. Las peores pesadillas de sus habitantes se han vuelto a reavivar después de que esta semana se reanudara la entrada de residuos tóxicos procedentes de Montenegro al vertedero situado a apenas 700 metros de distancia de las casas. El objetivo: la descarga de más de 12.000 toneladas de contaminantes con origen en un antiguo astillero del pueblo montenegrino de Bijela.
Allí, en la bahía de Kotor, la empresa Adriatic 42 -formada por Drydocks World Dubai y Porto Montenegro-, pretende poner en marcha un puerto de yates de lujo para el que se prevén inversiones de mínimo 20 millones de euros en los próximos tres años. Pero antes de que esto se pueda llevar a cabo, se tienen que librar de los residuos tóxicos de sus arenas y suelos. En una zona, además, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Estas operaciones de limpieza del puerto de Bijela llevan contempladas desde que, en el año 2014, el Banco Mundial acordó entregarle al Gobierno de Montenegro un total de 68,9 millones de dólares. Una cantidad destinada no sólo a recuperar ecológicamente este enclave, sino también otros puntos críticos a nivel medioambiental del país. En un documento del organismo de 2017, ya se planeaba convertir el antiguo astillero del pueblo montenegrino en un "centro de servicio de yates".
Como recogen medios locales, el Gobierno de Montenegro licitó a nivel internacional la recuperación ecológica del puerto de Bijela. La empresa francesa Valgo, dedicada a la gestión de suelos contaminados, fue la que inició en julio de 2018 las operaciones de limpieza de miles de toneladas de residuos tóxicos con destino a países como Grecia, Portugal, Noruega, Francia, Italia y -como vuelve a repetirse este año- España.
La empresa Adriatic 42 pretende poner en marcha un puerto de yates de lujo para el que se prevén inversiones de mínimo 20 millones de euros
"Esta empresa [Valgo] es la que se ha encargado de buscar vertederos y plantas de gestión de residuos en Europa", cuenta Juan Romero, miembro de Ecologistas en Acción en Huelva y habitante del pueblo onubense de Nerva. Romero explica que los desechos vienen de "un puerto con arenas contaminadas por hidrocarburos y el chorreado de la pintura de los barcos".
Entre los contaminantes que pueden encontrarse en este tipo de residuos se detectan algunos como los asbestos, que son un tipo de amianto; un compuesto tóxico llamado tributilestaño; metales pesados, así como restos de combustible.
En marzo de 2019, puso rumbo a España el primer barco cargado con estos desechos. Desde Montenegro, bordeando el mar Adriático y cruzando el Mediterráneo, los buques, cargados con hasta 40.000 toneladas de contaminantes, subieron el Guadalquivir hasta el puerto de Sevilla. Tras un viaje de más de 3.000 kilómetros, cientos de camiones se encargaron de transportarlos desde la capital andaluza hasta el vertedero de Nerva, de unas 60 hectáreas.
La pandemia paralizó la entrada de residuos procedentes de Montenegro, pero este año se ha vuelto a reactivar. Sobre todo porque el desmantelamiento del astillero -con unas 150.000 toneladas de residuos en total- debe haber finalizado el 31 de diciembre de este año. Una fecha límite definida en el contrato de concesión del antiguo puerto con el nuevo concesionario, Adriatic 42.
Esta semana ya se han descargado más de 12.000 toneladas de residuos tóxicos, pero esta es sólo una ínfima parte de lo que queda por llegar. Hasta el 31 de junio, zarparán más buques rumbo a España para depositar la totalidad de 110.000 toneladas de contaminantes. Seis meses en los que cientos de camiones volverán a recorrer las carreteras hasta Nerva con destino al vertedero.
"Portugal, Francia, e Italia también nos han mandado residuos", cuenta Romero, "y ahora también Montenegro. Esto se ha convertido en el retrete tóxico. Ya somos la cloaca de Europa". Contaminantes que, como confiesa el experto, llegan también "de todos los puntos de la geografía española", a pesar de que "tienen vertederos más cercanos". No obstante, insiste en que "hay una falta de transparencia absoluta", porque las administraciones llevan tiempo sin facilitar los datos sobre este aspecto.
A nivel legal, el tráfico internacional de residuos está permitido. Lo regula el Convenio de Basilea, que controla los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación. Además, en el marco de la Unión Europea, se debe respetar el Reglamento de traslado de residuos 1013/2006. En este sentido, se debe garantizar la correcta gestión de los contaminantes, con un tratamiento previo de los residuos.
Partículas en el aire, incendios y gases tóxicos
Ese olor a petroquímica en el entorno de Nerva y esa polvareda tóxica cada vez que llegan los camiones y descargan los residuos ha creado tensiones y preocupación a partes iguales en la zona. Sobre todo porque el vertedero se encuentra a escasos metros de una población de unos 5.000 habitantes.
Jesús de la Rosa, catedrático de geoquímica de la Universidad de Huelva e investigador del CSIC, lleva estudiando el aire de Nerva desde que en el 2009 instaló medidores para comprobar cuál era la incidencia de la actividad minera antigua en la calidad del aire.
"Teníamos marcadores muy cerca del vertedero. Una de las cosas que vimos es que había anomalías con respecto a las demás estaciones. Allí salían dos elementos que eran cromo y níquel. Nosotros lo asociamos a esa polvareda que había salido de los camiones, y eso son malas praxis, porque eran partículas en suspensión de lo que estaban llevando", asegura el investigador.
Como cuenta el experto, estas partículas son tóxicas, peligrosas y tienen efectos sobre la salud: "Probablemente son cancerígenas". No obstante insiste en que es necesario hacer un estudio y control más exhaustivo de las instalaciones. "Yo lo veo comparable a lo que está ocurriendo en Huelva con los fosfoyesos. A nadie se le ocurre ahora colocar un vertedero de residuos tóxicos peligrosos cerca de la población. Ahora mismo esto la Unión Europea no lo permitiría", comenta De la Rosa.
Además de las partículas en suspensión, la zona cuenta con unos gases tóxicos que, según De la Rosa, no se declaran. Son conocidos como gases fugitivos, porque no están canalizados. Son gases orgánicos que desprenden los residuos derivados de la petroquímica.
Estas partículas en suspensión son tóxicas, peligrosas y tienen efectos sobre la salud: "Probablemente son cancerígenas"
En épocas de mucho calor, de hecho, se han producido incendios, y en muchos casos por autocombustión. Cuenta De la Rosa que en varias ocasiones ha acudido a la zona porque le han llamado los vecinos asustados por la nube negra que se forma después de un incendio en el vertedero. "Con los modelos meteorológicos podía saber si esa nube tóxica podía llegar al pueblo o no".
En su opinión, como científico, reconoce varios problemas que se suman en torno al vertedero. Entre ellas, la suspensión de partículas, la movilización mediante aguas pluviales de esa carga tóxica de los residuos y los accidentes en las instalaciones. En su opinión, en el corto y medio plazo se debería regar la zona para evitar esas partículas en el aire o bien, cuando no sea posible, confinarlas.
La "gran mentira" del vertedero para Andalucía
En este pueblo onubense, en 1996, se puso en marcha esta instalación que, en teoría, iba a albergar los residuos industriales generados en Andalucía, principalmente procedentes de la industria minera. Esta, sin embargo, fue "la gran mentira que vendieron a nuestro pueblo", denuncia Romero.
El entonces presidente de la Junta de Andalucía Manuel Chaves, junto con su consejero de Medio Ambiente, Manuel Pezzi, y el apoyo de los mineros pusieron en marcha este vertedero bajo la promesa del desarrollismo industrial en la zona. Así lo explica Romero, quien ha seguido de cerca la situación en torno a esas instalaciones incluso antes de que se inauguraran.
"El pueblo de Nerva es un pueblo muy endeudado. Por ley, ofrecían una medida compensatoria que era pagar por tonelada de residuos un cánon. Y ese cánon no se lo pagan desde hace años. Ahora tenemos mucho paro y se está perdiendo mucha población. La gente se va, porque no quiere vivir aquí", denuncia Romero.
Cuenta que, desde hace 25 años, esta situación está creando un verdadero problema para el pueblo de Nerva. "Las promesas no se han cumplido", asegura, y mientras, soportan incendios todos los veranos, derrames en las carreteras por vuelcos de los camiones, además de ese olor a química.
Este periódico se ha puesto en contacto con Ditecsa, la empresa que gestiona los residuos en la zona, para conocer cómo se está llevando a cabo el tratamiento de los contaminantes en Nerva, pero no han querido hacer declaraciones. Mediante llamada telefónica, comentaron que con "la tormenta" mediática que se había generado, preferían no contestar hasta pasado un tiempo.
La ciudadanía, por su parte, al igual que el Ayuntamiento del pueblo, piden el cierre del vertedero. Consideran que, con los 25 años que llevan aguantando estos residuos, la cuota de solidaridad ya está cubierta. "Lo que queremos es que se cierre y busquen alternativas lejos de donde viven las personas y aplicando las mejores técnicas, no enterrándolos", demanda Romero, "porque esto es como si barremos la basura y la metemos debajo de la alfombra".
El vertedero de Nerva ya está prácticamente colmatado, pero aún se espera la llegada de más toneladas de residuos tóxicos. El más inmediato, el próximo 11 de febrero. Un día en el que no sólo se saturaran de camiones las carreteras que conectan Sevilla con el pueblo onubense. La polvareda tóxica con olor a químicos también volverá a impregnar el aire de la localidad.