"Se hacía de generación en generación. Si te negabas, decíamos que no respetabas las normas sociales". Estas palabras de Coumbayel Mballo, una antigua responsable de las mutilaciones en su comunidad en Senegal, retumban en el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina celebrado hoy, 6 de febrero, en todo el planeta.
Thiékédié Mballo, otra antigua comadrona –como se denomina a estas mujeres que practican la mutilación genital femenina (MGF) en sus comunidades–, que como Coumbayel ahora lucha contra esta práctica junto a la oenegé World Vision, explica que para ellas "la mutilación era una oportunidad para educar a las niñas: organizábamos una ceremonia una vez al año en el pueblo con unas 20 adolescentes".
Este rito, abandonado con la entrada en vigor de la ley de 1999 que lo prohíbe, duraba dos meses. Las mutiladas, durante su periodo de curación, eran encerradas y sometidas a castigos como llenar una palangana de lágrimas. Así, "se les enseñaba a someterse a los hombres", asegura Thiékédié.
Actualmente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que más de 200 millones de mujeres y niñas –vivas en estos momentos– han sido objeto de la MGF en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia donde se concentra esta práctica.
Además, según datos del Fondo de Población de Naciones Unidas, se cree que, las interrupciones en los programas de prevención relacionadas con la pandemia podrían derivar "a lo largo del próximo decenio en 2 millones de casos de mutilación genital femenina que, de otro modo, se podrían haber evitado".
En Kenia, por ejemplo, uno de los países con menor prevalencia por las diferencias culturales entre unas comunidades y otras, se había conseguido, según la Fundación Kirira, casi erradicar esta práctica. Sin embargo, "a raíz de la covid, con el cierre de las escuelas y la imposibilidad de becar a las niñas para que sigan estudiando, los casos aumentaron". Los coordinadores de la oenegé sobre el terreno, aseguran, "nos dicen que calculan que ha subido entre un 25% y 30% estos dos años".
La Fundación Kirira lleva desde el año 2000 luchando contra la MGF en Kenia, y trabajan con comunidades aisladas que mantienen esta práctica en el país. "Lo que hemos visto desde que arrancamos con un 100% de mutilación es que tanto la ley que prohíbe esta práctica como las campañas de formación y sensibilización han provocado que en 2019 muchas escuelas y comunidades con las que trabajábamos nos dijeran que casi se habían erradicado las mutilaciones". Sin embargo, asegura, ahora saben que "este diciembre ha habido mutilaciones, y abiertas, por los caminos" en comunidades donde habían dejado de ser la norma.
Por su parte, la antropóloga y directora de la Fundación Wassu de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Adriana Kaplan Marcusán, se muestra "bastante escéptica" con que la MGF haya aumentado durante la covid. Y lo explica: "No sé cómo se recogen los datos, y como investigadora necesito evidencia y credibilidad cuando hablamos de datos". Eso sí, reconoce que, por ejemplo, puede que "en algunos lugares hayan aumentado las mutilaciones por no ir las niñas al colegio". Eso dice, es una posibilidad, pero reconoce que en Gambia, desde donde nos recibe a través de Skype, "no es lo que ha ocurrido".
La Fundación Wassu-UAB, todo un referente en investigación en nuestro país, llegó a Gambia en 1989, cuando allí, cuenta Kaplan, "la prevalencia era del 80%, es decir, 4 de cada 5 mujeres estaban mutiladas". La organización dependiente de la UAB ha desarrollado desde entonces una metodología que su ideóloga etiqueta como "productora de un conocimiento" que transfieren. Ahora, asegura, "en Gambia, en las niñas de 0 a 4 años, la mutilación ha descendido a un 27%". Todo como resultado de "muchos años de trabajo sistemático, riguroso y permanente de monitoreo e investigación".
MGF en España
En España, la mutilación genital femenina llega a través de la diáspora. Según el informe La Mutilación Genital Femenina en España, elaborado por la Fundación Wassu-UAB y promovido por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, más de 3.600 niñas que residen en España se encuentran en riesgo de sufrir mutilaciones, sobre todo en Barcelona, donde se registra el número más elevado (746,14 menores).
Por eso, aclara Kaplan, "el gran invento [de Wassu-UAB] ha sido nuestro observatorio transnacional de investigación aplicada en la transferencia de conocimiento con dos bases de investigación y transferencia: una en España con la diáspora y otra en Gambia en el origen". Con él, asegura, se analiza y visualiza la "circularidad dentro de ese espacio migratorio" para colaborar y hacer un apoyo a las familias y profesionales que trabajan tanto en España como en Gambia.
Una de las maneras en que –hasta los cierres de frontera por la covid– se luchaba contra las mutilaciones desde España y Europa era el conocido como pasaporte contra la MGF, un compromiso preventivo, avalado por las autoridades pertinentes, que las familias asumías al viajar a su país de origen y con el que se justifica que, al tratarse de una práctica penada y perseguida en Europa, las pequeñas no podían someterse a la MGF.
Kaplan recuerda que "es importante hacer un trabajo de construcción, porque hay unos prejuicios en nuestro país y, por eso, es necesario no criminalizar a las familias, sino que hay que empoderar a los profesionales que se encuentran con un dilema de primera magnitud: denunciar o no, porque ¿dónde está el interés superior de la menor?". La antropóloga asegura que, en la mayoría de las ocasiones, "la menor es víctima de la tradición y de la ley", pues una denuncia puede destrozar una familia, pero la tradición puede marcarla a ella para siempre.
La solución que propone la directora de Wassu-UAB pasa por "una formación reglada, rigurosa, que empodere a los profesionales de la salud con habilidades y con conocimiento para poder abordar el tema, que es incómodo, difícil y que no saben cómo manejar".
La fatua contra la MGF
La formación, la investigación y la transferencia de conocimiento es esencial tanto en el país de origen como en la diáspora. Por eso, Kaplan reitera la necesidad de incorporar a todos los agentes sociales implicados. Por un lado, los profesionales de la salud, las comadronas tradicionales, los docentes y a las propias mujeres de la comunidad.
Pero, por otro, es esencial que los líderes religiosos se involucren. Porque, recuerda, "aquí confunden religión con tradición", y la mutilación genital femenina no es una práctica religiosa –como algunos falsamente creen– y no se menciona en ningún libro sagrado.
Y precisamente por eso, la Fundación Wassu-UAB decidió acudir a un gran coloquio de imanes, ulemas y ujtas de África Occidental celebrado en Mauritania en 2011. "Fuimos con los resultados clínicos en la mano para que dictaminasen si se trata de un mandato religioso o no y cuál era la posición del Islam", explica Kaplan. Y concluye: "Arrancamos una fatua, un dictamen contra la mutilación, que estamos utilizando en otros países y también en Gambia" para demostrar que erradicar esta práctica no contradice sus creencias religiosas
¿Un problema sólo de mujeres?
El problema que aún se encuentran las expertas a la hora de abordar la mutilación genital femenina tanto en la diáspora como en los países de origen es que se considera tabú. "Aquí [en Gambia] se dice que sólo lo hablan las mujeres, corresponde a las mujeres y lo defienden las mujeres, y que por eso se estudia en la tradición", asegura Kaplan.
Sin embargo, la Fundación Wassu-UAB ha empezado ya a analizar el papel de los hombres en esta práctica que supone una clara violación de los derechos humanos y que no hace más que perpetuar la violencia de género más extrema. Kaplan cuenta que, en la actualidad, están haciendo un trabajo comparativo que analice qué piensan los hombres migrantes sobre la mutilación y qué piensan los hombres en origen. "Evidentemente, las diferencias son grandes, pero todos tienen algo en común: prefieren una mujer no circuncidada", asegura la antropóloga.
Los varones, recuerda, "no entienden de este tema", y eso hace más relevante aún que se trabaje con ellos. Porque los descubrimientos de su investigación dicen que, en Gambia, "sólo el 9% de los hombres tiene voz en la decisión de si se circuncida a una niña o no". La mayoría piensa que se trata de un proceso similar a la que se le realiza a un niño. "Pero cuando les explicas las consecuencias, un 82% quiere tomar parte en la decisión", concluye Kaplan.