La escasez de lluvias es algo que ha estado siempre presente en nuestro país. Es precisamente lo que lanzó a las calles a unos 3.000 agricultores murcianos y almerienses en 1994. La culpa, decían, era de unas misteriosas avionetas que sobrevolaban sus cielos y espantaban las nubes. En sus pancartas podía leerse: "Avión asesino, tira mercurio y mata ganado".
Por aquel entonces, en nuestro país ya se habían realizado proyectos para controlar el clima. De hecho, entre los años 1979 y 1981, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) llevó a cabo en España su primer intento para originar la lluvia con el Proyecto para la Intensificación de la Precipitación. Sin embargo, no tuvo resultados muy esperanzadores.
La carrera por controlar el clima, no obstante, comienza a mediados del siglo pasado y continúa a día de hoy. Más si cabe en un contexto de cambio climático. Los ideólogos fueron el investigador Bernard Vonnegut y el premio nobel de Química, Irving Langmuir, que en los años 40 descubren la receta mágica: inyectar yoduro de plata en las nubes para estimular la precipitación.
De pronto, controlar el clima ya no era algo circunscrito a los dioses de la mitología. A partir de entonces, las principales potencias del mundo comenzaron a estudiar las posibilidades de esta siembra de nubes, tal y como se conoce a esta técnica en la comunidad científica.
El escenario que marca hoy día el calentamiento global, con altas temperaturas y falta de precipitaciones en algunos lugares del mundo, ha hecho proliferar todo tipo de megaproyectos para conseguir controlar el clima mediante distintos métodos.
Uno de los países que ha vuelto a recuperar estas técnicas es México, donde la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza) consiguió mitigar los efectos de la sequía en hasta un 98% en al menos unos 9 millones de hectáreas. En su caso, utilizaron aviones de la Fuerza Aérea Mexicana para inyectar yoduro de plata en las nubes y provocar la lluvia en zonas seleccionadas del país.
Entre los años 1979 y 1981, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) llevó a cabo en España su primer intento para originar la lluvia
Ya en el siglo pasado, los mexicanos habían llevado a cabo el proyecto más extenso conocido. Durante 30 años, aplicaron los procedimientos de Vonnegut y Langmuir para influir en el clima. Se retomó hace sólo un año y los resultados fueron un éxito, en palabras de su Gobierno.
En Australia, incluso, esta cuestión está recogida en una ley. El calentamiento global y los peores efectos del cambio climático azotan con especial fiereza este lugar del mundo. Donde antes nevaba, ya apenas queda rastro de precipitación. Esta situación ha llevado al país a tomar medidas en parques como Snowy Mountains Park, donde el Ejecutivo australiano lleva a cabo un proyecto para mantener nevadas sus montañas.
En los Emiratos Árabes Unidos se propusieron incluso construir una montaña artificial cerca del mar. El objetivo era conseguir que el aire húmedo llegase a la montaña y se viese obligado a elevarse, de tal forma que el frío en las alturas hiciese que el vapor se condensase y se generase la lluvia. No obstante, este megaproyecto no es nada sencillo. Como tantos otros, porque el país ha desembolsado cantidades millonarias en investigaciones sobre este tema.
Lo de China, en cambio, va mucho más allá. Pekín incluye estas técnicas en su plan estratégico. Según un comunicado de las autoridades chinas, el país espera ver completado su plan de siembra de nubes en un 56% de su territorio para 2025. De acuerdo a esta información difundida por el gobierno chino, "la modificación del clima deberá llegar a un nivel avanzado del globo".
No son la panacea
Para países como el nuestro, donde las previsiones de lluvia cada vez son peores, la apuesta por este tipo de proyectos puede parecer una oportunidad. Sobre todo ante un período de sequías hidrológicas como el que estamos viviendo estos meses. Las nubes se pasean por el cielo, pero apenas llueve. Y mientras, en el campo, los agricultores temen por sus cosechas. Por no hablar de la contaminación, que se hace cada vez más patente en las grandes urbes.
José Luis Sánchez, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de León, conoce bien este tipo de proyectos. En Mendoza, en Argentina, el investigador ayudó en la elaboración de un programa científico anti granizo. Como explica, "si no tuvieran este plan, las compañías de seguros ya se habrían marchado de allí".
El experto cuenta que las técnicas para influir en el clima que se llevan a cabo actualmente en España y en otros países de Europa no suelen incluir el hecho de provocar la lluvia, porque aunque es tentador, es muy complicado. No es tan fácil como disponer de aviones que puedan inyectar yoduro de plata en las nubes. Se requiere de unas condiciones naturales previas que tienen una alta variabilidad.
Estos métodos, como explica Sánchez, se pueden aplicar en muy pequeña escala. Y lo que es más importante, "si no hay nubes, no hay nada que hacer", asegura. Para la estimulación de lluvia, hay que tener en cuenta que hay distintos tipos de nubes para distintas regiones, por lo que cualquier acción sobre ellas debe estar muy estudiada. Sino, los esfuerzos son insuficientes.
No es tan fácil como disponer de aviones que puedan inyectar yoduro de plata en las nubes
"Se están haciendo muchos intentos en muchas partes del mundo", señala Sánchez, y los resultados son "variados". De la cantidad de agua que cabe en una nube, únicamente precipita el 5%, por lo que con estas técnicas lo que se busca es aprovechar un 1% más de lo que contiene. Pero, además, deben darse unas condiciones de humedad para que ese aire condense y acabe precipitándose en forma de lluvia.
María del Carmen Llasat, catedrática de Física de la Atmósfera de la Universidad de Barcelona, es otra de las científicas españolas que conoce bien estas tecnologías. Tanto ella como otros investigadores de nuestro país fueron invitados por Arabia Saudí para participar en un grupo de trabajo internacional que profundizara en este tema. "Ninguno aceptamos", comenta.
Unas técnicas nada caras
Las medidas científicas tomadas por investigadores de todo el mundo sitúan la inyección de yoduro de plata como irrisoria. Con apenas un gramo de esta sustancia parecida al agua, se actúa sobre 10 millones de gotas. La reacción que produce es que ese vapor de agua que contiene la nube condense en mayor medida, de tal forma que precipite más de lo que lo haría de manera natural.
No obstante, como apunta Sánchez, "el problema no es el yoduro, sino saber dónde hay que inyectarlo". Según su experiencia, "lo que nunca se puede hacer es poner una técnica en un lugar sin tener una información previa".
Lo curioso de todo esto, cuenta el experto, es que son unas técnicas que no son muy costosas. "Hay una serie de trabajos que ha hecho ASCE en EEUU, porque estaban interesados en saber qué disponibilidad podían tener de agua. El método más barato era este, pero no tienes garantía de suministro", apunta.
En Madrid, Esperanza Aguirre llegó a destinar 120.000 euros para estimular las nubes en la cuenca del río Lozoya. No para fabricar lluvia, sino nieve. Se publicó en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid en febrero de 2012. Un proyecto que rescató tras visitar Israel, uno de los países pioneros en estos métodos.
No obstante, en nuestro país lo que más éxito ha tenido han sido los planes anti granizo. Como explica Llasat, "las técnicas para generación de precipitación son similares a las que evitan granizadas, que son las que aplicó China en abundancia cuando fueron los Juegos Olímpicos y querían evitar que granizara".
Según Sánchez, hay dos sistemas muy empleados para influir en el clima -ya sea para evitar granizo como para provocar nieve o lluvia-. Uno de ellos es utilizando unas estructuras que disparen desde el suelo las sustancias para inyectarlas en las nubes. Otra es con aviones, pero, como asegura el experto, esta última "es más complicada" en Europa por el tráfico aéreo.
En nuestro país lo que más éxito ha tenido han sido los planes anti granizo
"Los únicos que utilizan técnicas antigranizo con aviones son Austria, Grecia y Alemania", asegura. Añade que el sistema de suelo se utiliza en España, por ejemplo, y más concretamente en Aragón, sólo que esta opción es menos certera. La palma se la lleva, no obstante, nuestro vecino galo, que como explica el investigador lleva a cabo, desde hace unos 75 años, el mayor proyecto antigranizo para unas seis millones de hectáreas.
"Un arma muy peligrosa"
Ante estos proyectos de casi ciencia ficción, muchos -incluso dentro de la comunidad científica- se preguntan dónde está el límite y cuándo la ciencia debe de frenar para dar paso a la ética. Llasat, por ejemplo, cuenta a EL ESPAÑOL que encuentra "un arma muy peligrosa" este tipo de técnicas.
"En un entorno de cambio climático, ponerse a jugar con el tiempo es peligroso", asegura la experta. A su juicio, este tipo de tecnologías pueden llegar a plantear cambios en los mapas de producción del mundo y plantear nuevos problemas geopolíticos, entre otros. "Tenemos que asumir que nunca va a llover a gusto de todos" y asegura que, en países como España, con un historial de sequías, "hemos de aprender a vivir con ellas".
En su lugar, la investigadora insiste: "Todo apunta a más sequías y a menos lluvias en el sur de España, así que hemos de buscar soluciones sostenibles". Algunas como, por ejemplo, mejorar el riego, el transporte de agua -donde se pierde gran cantidad de ella- o mejorar el estado de tuberías y canalizaciones.
Por su parte, Sánchez asegura que no hay riesgo ninguno conocido a nivel de medioambiente y salud humana. Cuenta que el yoduro de plata que puede llegar al suelo es insignificante y señala que, hay estudios que demuestran que a largo plazo no existen problemas de contaminación. Insiste en que el problema de estas técnicas es "la oportunidad de encontrar unas determinadas condiciones de las nubes".
Como Llasat, Sánchez señala que este tipo de métodos son positivos si se aplican de manera localizada y con un estudio previo de las condiciones ambientales. Pero como la investigadora de la Universidad de Barcelona, asegura que ante las sequías, poco se puede hacer. La condición sine qua non es que haya nubes, sino de nada sirve.
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