El del tiburón lleva décadas convertido en un mercado global y, como en todo negocio, hay quienes se hacen con la mayor porción de la tarta. España, es el miembro comunitario que más comercia con su carne, y uno de los países del mundo que más potencia la pesca de esta especie. Unas poblaciones, sin embargo, que se ha constatado que están en declive.
El del tiburón es un mercado muy jugoso para un país con una amplia tradición pesquera. Sobre todo, porque su captura y posterior comercialización hace de este animal un lucrativo negocio. Sólo entre 2012 y 2019, el comercio global ha llegado a mover más de 2.300 millones de euros. Su valor reside no sólo en su carne, sino también en sus aletas, que aunque suponen el 5% de su peso, sólo esta parte se vende por la mitad del valor total del animal.
Los precios pueden oscilar entre los 0,1 euros el kilo para la carne y los más de 90 euros para las aletas. De los principales comerciantes, Italia paga en promedio el precio más alto por las importaciones de carne de tiburón a 3,66 euros el kilo, mientras que Hong Kong paga el precio más alto por las aletas a 27,43 euros el kilo.
Así las cosas, de acuerdo a las estadísticas comerciales que ofrece la Unión Europea, España habría sido el país que más toneladas de tiburón habría exportado en 2020, con más de 2.000 toneladas por valor de 3,5 millones de euros. Según estos datos, España estaría exportando el kilo de tiburón, aproximadamente, por 1,7 euros el kilo. Y no sólo eso, sino que es también uno de los mayores importadores de aletas del mundo, con más de 51.000 toneladas desde 2003.
No obstante, los datos en torno a este comercio son difusos, porque las estadísticas que ofrecen los diferentes mercados no coinciden. En este sentido, el último informe del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW) sobre el papel de la UE en el comercio mundial de tiburones señala este aspecto y da cuenta de las diferencias entre lo declarado por la Unión Europea y lo registrado en el mercado asiático, uno de los que más compra tiburón.
Raúl García, coordinador de pesquerías del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), explica a EL ESPAÑOL que existe cierta confusión en las nomenclaturas bajo las que se registran y agrupan las más de 400 especies de tiburón con las que se comercia. Esto puede conducir a que exista un baile de cifras en los registros oficiales de los distintos países.
Sin embargo, lo que además considera "un problema importante" es que hay un desconocimiento real entre pescadores, inspectores y personal de lonjas sobre las especies. Muchas veces, cuenta, no saben identificar si el ejemplar capturado está protegido o está en alguna de las categorías de amenaza.
"Muchos para ganar tiempo, pelan el animal", cuenta García. "Vendes mucho más caros ciertos tiburones si los das pelados. Cuando llegan a puerto, ese animal ya es casi imposible de identificar".
El experto explica que, en estos casos, para saber si se trata de una especie protegida, se necesita una prueba de ADN. Asegura que "sí que es frecuente que aparezcan especies protegidas en las lonjas. Muchas veces no es intencionado, sino que es un problema de identificación o de la propia lonja, aunque otras veces sí, es como todo".
El negocio de una especie vulnerable
El cine ha mostrado siempre una imagen de estos animales como auténticos asesinos de mar, pero la verdadera amenaza la sufren sus poblaciones. Una investigación publicada hace un año en la revista Nature asegura que la sobrepesca es la causa principal de la defaunación marina en alta mar.
Entre otras cosas, esta revisión concluía que, desde 1970, la abundancia global de tiburones y rayas oceánicos había disminuido en un 71% por un aumento de 18 veces de la pesca. Este agotamiento, comentan, ha aumentado el riesgo de extinción global hasta el punto en que las tres cuartas partes de las especies que componen este conjunto funcionalmente importante están amenazadas de extinción.
Otro estudio publicado en Current Biology, y realizado en el marco del proyecto Global Shark Trends Project (GSTP) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), recogía datos de unas 1.200 especies entre tiburones y rayas. De ellas, concluye, 391 están incluidas en las categorías de amenaza: 90 figuran en peligro crítico, 121 en peligro y 180 en situación de vulnerabilidad.
Por este motivo, la comunidad científica ha pedido con urgencia prohibiciones estrictas y límites de captura precautorios basados en la ciencia para evitar el colapso de las poblaciones de estos animales, evitar la alteración de sus funciones ecológicas y promover la recuperación de estas especies.
Desde 1970, la abundancia global de tiburones y rayas oceánicos había disminuido en un 71% por un aumento de 18 veces de la pesca
Como cuenta García, en España se comercia, sobre todo, con dos especies: la tintorera y el marrajo. La captura de estos tiburones oceánicos, asegura, se encuentra dentro del rendimiento máximo sostenible. Es decir, son especies que son altamente productivas. No obstante, hay dos cuestiones importantes.
Este tipo de especies se encuentran mar adentro, pero sus fases juveniles las llevan a cabo en aguas someras, en zonas de costa. En España, por ejemplo, se sabe que las Islas Cíes presentan una zona con presencia de estos animales en sus primeras fases de vida. Por este motivo, señala García, es preciso no interrumpir este ciclo para que puedan seguir reproduciéndose y no se produzca una reducción de sus poblaciones.
Además de esto, el marrajo es una especie protegida en el Atlántico Norte y, por tanto, está prohibida su captura. Precisamente, porque en su día no hubo ningún tipo de gestión sobre su pesca y, en poco tiempo, comenzaron a observar una reducción muy drástica de sus poblaciones. España, por su parte, acumulaba en su día la mitad de las capturas en esta zona del océano.
El marrajo que captura España pertenece a zonas del Pacífico sur. No obstante, García cuenta que "alguno [del Atlántico Norte] puede caer". El experto explica que un mismo barco puede navegar por aguas del norte y del sur, y se pregunta: "Cómo un inspector puede distinguir si ese marrajo ha sido capturado en el norte o en el sur".
Por este motivo, García explica que "una posibilidad muy realista" es que un ejemplar capturado en el norte –donde está prohibido ahora–, se pueda declarar como captura en el Atlántico Sur. Y lo mismo ocurre en otros océanos.
El viaje del tiburón capturado
La investigación que realizó WWF para conocer el mercado global del tiburón desde 2009 hasta 2019 arroja datos muy reveladores. España no sólo se encuentra entre los principales países exportadores (el primero de la lista), sino que es el segundo que más tiburones importa, con hasta 136.144 toneladas.
En este intenso comercio se establecen puentes que ahora mismo son los más importantes que existen a nivel mundial para la compra y venta de tiburones. España sobre todo exporta a Italia, Portugal o Brasil. Y, en el caso de las importaciones, compra estos ejemplares al país luso.
Un comercio que debe estar equilibrado en todo caso con la sostenibilidad del sistema marino y con una protección efectiva de las poblaciones que puedan sufrir una merma importante por la sobrepesca.
La UE dispone de importantes herramientas de regulación de mercado como el Reglamento de control de la UE y el Reglamento INDNR de la UE, cuyo objetivo es mejorar la trazabilidad de especies como los tiburones y prevenir la pesca ilegal. Así las cosas, no existe, por el momento, un marco de gestión integral ni a nivel europeo ni a nivel de la Organización Regional de Gestión Pesquera (OROP).
Como asegura en el estudio de WWF Antonia Leroy, jefa de Política Oceánica de la Oficina de Política Europea de la ONG, la UE tiene armas legales para defender a estas especies, pero debe mantener esas armas afiladas reforzándolas y haciéndolas cumplir mejor. "Como el mercado de productos del mar más grande del mundo, la UE no debe ser cómplice en la fabricación de productos del mar disponibles que potencialmente están empujando a las especies al borde de la extinción".
Ahora mismo, las exportaciones e importaciones de la UE representan en torno al 22% del comercio mundial total de carne de tiburón. Y esto en un contexto en el que la protección de los tiburones está bastante limitada.
"La UE no debe ser cómplice en la fabricación de productos del mar disponibles que potencialmente están empujando a las especies al borde de la extinción"
Como cuenta García, una de las prohibiciones que sí se llevaron a cabo en la Unión Europea en 2013 es lo que se conoce como aleteo. Es decir, los pescadores cortaban las aletas y tiraban el resto del cuerpo al mar. Se quedaban con la parte más valiosa del tiburón. Esto ya está prohibido y las multas por llevar a cabo esta práctica en el entorno comunitario son muy elevadas.
Más allá de esto, García explica que "en la UE hay un plan de acción muy ligero" para proteger a estas especies. No obstante, a nivel nacional no existe."Es la parte que tenemos que trabajar", asegura el experto, y añade que "Portugal lo acaba de anunciar, pero a España ni se le oye ni se le espera".
Asimismo, lamenta la burocracia lenta y los mecanismos existentes para llevar a cabo la protección de especies protegidas. Cuenta que ha tenido constancia de especies de tiburón que eran capturadas y que estaban amenazadas, pero la lentitud para que pueda declararse como amenazada, retrasa la posibilidad de preservarlas.