En pocos meses el paisaje de las marismas de Huelva comenzará a cambiar. Por fin, después de años de trámites administrativos, ya está todo a punto para que Fertiberia, la mayor compañía de fertilizantes en España, pueda devolver a la naturaleza unas 700 hectáreas donde se acumulan fosfoyesos desde hace más de 30 años.
Lo ha llamado Restore 20/30 y es el mayor proyecto de recuperación medioambiental hecho en todo el mundo diseñado a prueba de tsunamis, para el que se va a invertir 65 millones de euros en cuanto se dé el último paso para comenzar las obras: la luz verde de la Junta de Andalucía y el informe definitivo por parte del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).
El Grupo Fertiberia ha elaborado este gran proyecto de ingeniería que tendrá una duración de 10 años pero cuando finalice volverá a integrarse en el entorno de las Marismas del Odiel. Se ampliaría así el área que ya ha sido declarada Humedal de Importancia Internacional por la Convención de Ramsar.
El presidente de Fertiberia, Javier Goñi, asegura a este diario que “ha sido y es un proyecto prioritario y estratégico para la compañía. Es la culminación de casi diez años de esfuerzo en los que han colaborado las empresas y los técnicos más experimentados y en los que hemos analizado todas las variables posibles hasta conseguir no solo el único proyecto viable, sino el mejor documentado científicamente para la restauración de los apilamientos”.
Un proceso largo
Pero antes de saber cuáles son sus planes para recuperar ese espacio, hay que saber cómo se ha llegado allí. Hace unos cuarenta años Fertiberia contaba con una fábrica dedicada a la producción industrial de ácido fosfórico cuya fabricación generaba fosfoyeso, un residuo con un peculiar almacenamiento. La única y mejor técnica es el apilamiento en altura del yeso generado y en circuito cerrado. El método es legal y se hace en otros puntos del mundo, pero Fertiberia lo paró a finales del siglo pasado.
En 2010 cerró la fábrica y la justicia le pidió restaurar la zona a Fertiberia, y desde entonces se inicia un proceso que está a punto de finalizar. Porque esta iniciativa ya cuenta con la Declaración de Impacto Ambiental favorable del Ministerio para la Transición Ecológica tras experimentar un largo proceso de perfeccionamiento y mejora en los últimos cuatro años.
Además, cuenta con la declaración de idóneo por la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y del Mar, una decisión que fue ratificada además por sendos informes de la Subdirección General de Residuos del Ministerio para la Transición Ecológica y del Instituto Geológico y Minero (IGME). Por último, el CSN ya ha certificado que es un residuo no peligroso.
Ecológico y sostenible
El proyecto está completamente alineado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, con el Objetivo 6 (agua limpia y saneamiento) porque el proyecto incluye un sistema de drenaje y evaporación de las aguas internas, garantizando el no contacto con el entorno.
También con el Objetivo 12 (producción y consumo responsable), porque creará aproximadamente 100 puestos de trabajo directos e indirectos, y el 15 (vida de ecosistemas terrestres), al incluir reforestación y conservación de las especies autóctonas propias del paisaje de la marisma.
Primero se drenará el agua interna de la balsa y la infiltrada por las lluvias, un proceso que ya inició Fertiberia hace 5 años y que adelanta el plan diseñado. En ningún momento, aseguran desde la compañía, esa agua está en contacto con la marisma. Para ello cuentan con tubos de recogida perimetrales por las zonas que miden día y noche para que esto no ocurra. Después, se encapsularán todos los fosfoyesos para evitar cualquier contacto con el exterior, y la restauración y revegetación de los terrenos para integrarlos en la marisma.
Fertiberia, que ha obtenido también las garantías financieras necesarias para cubrir el importe del proyecto, ha organizado el proceso de recuperación en dos fases: un periodo estimado de diez años para el encapsulado, a los que seguirán otros 30 años de seguimiento y control.
El diseño de este macroproyecto ha corrido a cargo de la empresa norteamericana Ardaman & Associates, una compañía líder en servicios de ingeniería orientada al diseño y clausura de apilamientos de fosfoyeso y a la protección de recursos naturales, con más de 60 proyectos de clausura realizados con éxito en países como Francia, Alemania, Estados Unidos, Canadá o Australia.
Según explica la compañía en una nota, Claudio Olalla, catedrático de Ingeniería del Terreno de la Universidad Politécnica de Madrid, asegura que “después de realizar varios cálculos, aunque el apilamiento sufra el peor de los terremotos imaginables en la zona permanecerá estable y no tendrá grandes daños. Las presiones intersticiales, que es lo que condiciona su estabilidad, se verán beneficiadas por este proyecto y por lo tanto la seguridad se irá incrementando a medida que pase el tiempo”.
Por su parte, Rafael García Tenorio, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Sevilla, ha llegado a una conclusión similar: “mi grupo de investigación coincide con otros grupos de diferentes partes del mundo, y que están recogidas por la Agencia Internacional de la Energía Atómica: no existe un impacto sobre la población”
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