Al río Guadarrama se le conoce también como el Ganges madrileño. Su cauce lleva años convertido en un vertedero de electrodomésticos, escombros e incluso coches quemados. Pero este es sólo un ejemplo y, también, una pequeña parte de la contaminación que vemos y que afecta a muchos otros ríos y reservas de agua en nuestro país.
Existe otra amenaza, si cabe, más peligrosa. Es la que no se ve, la de los plaguicidas y otras sustancias tóxicas que, de acuerdo a los datos oficiales, están presentes en todas las cuencas hidrográficas en mayor o menor medida y, en algunos casos, superan los límites máximos establecidos.
Así lo recoge el último informe de la organización Ecologistas en Acción para el que se solicitaron al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO) los datos relativos al año 2019 sobre el análisis de contaminantes químicos tanto en aguas superficiales (ríos, embalses y lagos) como en subterráneas.
Las sustancias halladas van desde metales pesados, como el cadmio o el mercurio, hasta disruptores endocrinos o plaguicidas como el glifosato. En su mayoría, estos contaminantes provienen de vertidos de la industria petroquímica y del uso agrario, dos sectores que han experimentado un crecimiento sostenido en las últimas décadas.
Que este tipo de sustancias estén presentes en las aguas superficiales y subterráneas no es nada nuevo. El problema viene cuando se superan los límites establecidos como seguros, ya no sólo para el medioambiente, sino también –y sobre todo–, para la salud humana.
Estos contaminantes provienen de vertidos de la industria petroquímica y del uso agrario, dos sectores que han experimentado un crecimiento sostenido
Ya sólo en el caso de la contaminación por plaguicidas, el propio MITECO reconoce riesgos como la pérdida de biodiversidad y un deterioro en la calidad del agua. En este sentido, indica que "si la concentración de un plaguicida es superior a su norma de calidad ambiental puede tener efectos adversos sobre el medio acuático y/o la salud humana a través de él".
Desde Ecologistas en Acción denuncian que, de acuerdo a los datos oficiales de 2019, el 80% de los productos fitosanitarios utilizados en la actualidad no se analizaron. En su lugar, en torno a un 75% de los que se obtuvo información son plaguicidas que no están autorizados ni en uso. Algo, constatan, que no se corresponde con las ventas de estos productos.
En concreto, de los más de 75.397.000 kilos comercializados, se han analizado plaguicidas que representan únicamente un 19,5% del total. No obstante, el estudio señala que esta es una conclusión incompleta dada la falta de datos que existe en el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación por secreto estadístico o por no disponer de datos sobre algunos de los pesticidas autorizados analizados por alguna de las cuencas hidrográficas.
"Hay una falta total de control"
Koldo Hernández, autor del informe y coordinador del área de tóxicos en Ecologistas, cuenta que, con los datos que tiene el MITECO, es "imposible" decir qué río o reserva está más contaminado. "Unos años se analizan unas sustancias, otros años otras; unos años se analiza lo mismo 10 veces, y así no se puede crear una trazabilidad".
Cuenta que hay zonas en las que se llevan a cabo muchas analíticas, como es el caso del Duero, pero hay otras, sin embargo, que analizan muy poco o que ni siquiera ofrecen datos. Este último, por ejemplo, es el caso de la cuenca del Guadalquivir, que –al menos en 2019– o bien no se analizó ninguna sustancia o bien, si se hizo, el MITECO no tiene constancia.
"Una de las cosas que estamos pidiendo al Ministerio es que se hagan análisis coherentes y contrastables entre todos los organismos de cuenca. Está claro que cada río puede tener su propia singularidad en cuanto estén sometidos a un tipo de contaminación y no a otra, pero hay una base importante que tiene los mismos impactos en los ríos españoles", denuncia Hernández.
Los análisis de las aguas superficiales, además de centrarse en diferentes sustancias, también se hacen en tres niveles: agua, biota (organismos vivos) y sedimentos. De ellas, la más importante es la realizada en los sedimentos, porque muchos de estos contaminantes son muy poco solubles o insolubles y se detectan poco en agua. De ellos, el verdadero esfuerzo analítico que realiza España se produce, no obstante, en el agua, y, en menor medida, en sedimentos y biota.
De acuerdo a los datos obtenidos, Hernández asegura que tenemos una imagen "muy sesgada y muy parcial" de lo que está pasando, porque no pueden detectarse con rigurosidad patrones y tendencias de contaminación. Cuenta que la administración debe analizar, primero, para evaluar el estado ecológico debido a la contaminación química, pero también para tomar medidas precautorias. "Si no se evalúa bien, es difícil tener una imagen de la realidad", lamenta.
Además de esto, desde Ecologistas denuncian que los datos públicos sobre plaguicidas son escasos. "Para un organismo de cuenca puede ser muy dificultoso establecer unos programas de medición de plaguicidas si no sabe y no tiene datos de qué se está utilizando en su zona", cuenta Hernández, y sentencia: "Hay una falta total de control".
Unas normativas "deficientes"
Otro de los puntos importantes que señala el estudio de los datos realizado por Ecologistas en Acción es que se han encontrado deficiencias tanto en la legislación española como europea. En concreto, por no disponer de normas de calidad para contaminantes en uso y, en su lugar, medir sustancias que ya no están autorizadas ni se emplean desde hace años.
Por su parte, la Directiva Marco del Agua europea obliga a analizar las llamadas sustancias prioritarias, las sustancias prioritarias peligrosas y otros contaminantes. Estas son un grupo limitado de sustancias, en concreto 72, que por sus características y peligro tienen establecidas medidas de control y evaluación. Es el caso del lindano o el DDT, por ejemplo. Y muchos de ellos son plaguicidas no autorizados desde hace años, entre otras cosas, por su elevada toxicidad, persistencia o bioacumulación.
Por otro lado, a nivel estatal, en el Real Decreto 817/2015, se establecen los criterios de seguimiento y evaluación del estado de las aguas superficiales y las normas de calidad ambiental. Además, como indica el informe, el MITECO ha publicado una guía para la evaluación del estado de las aguas superficiales y subterráneas, que enumera las normas de calidad para un número reducido de plaguicidas. Sin embargo, al no recogerse en ningún instrumento legal, "es de escasa eficacia".
De acuerdo a estas normativas y al informe llevado a cabo por Ecologistas, "hay un elevado número de sustancias que contaminan el medio acuático que no están incluidas en las legislaciones anteriores y para las que no existen normas de calidad vinculantes, lo que dificulta su control".
No obstante, lo último aprobado en cuanto a contaminación de las aguas ha sido un Real Decreto para reducir la contaminación por nitratos –derivados sobre todo de la actividad ganadera y agraria– y reforzar la protección de las masas de agua más vulnerables. Así las cosas, aunque es una buena noticia, esta normativa no incluye el uso de plaguicidas o productos fitosanitarios.
¿Qué ocurre con los fármacos?
Hace apenas dos semanas, un estudio publicado por la Universidad de York analizaba la presencia de productos farmacéuticos en ríos de todo el mundo y encontró concentraciones en niveles potencialmente tóxicos en más de una cuarta parte de todos los analizados.
La sorpresa fue que, de todos los ríos analizados en Europa, el río Manzanares de Madrid resultó ser el más contaminado por fármacos. Las observaciones realizadas concluyeron que recibe, hoy día, cinco de los encontrados aparecen en unas concentraciones que suponen un riesgo potencial para el medioambiente. Entre ellos, dos sustancias contra la hipertensión (propranolol y el verapamilo) o el antidepresivo citalopram.
Sin embargo, John Wilkinson, coautor del estudio, aseguraba algo que coincide con la problemática que existe también a nivel nacional con el control de plaguicidas y otros contaminantes.Y es que cuenta que uno de los mayores problemas que se abordaron en esta investigación es que los datos previos medían sólo unos pocos contaminantes y se habían empleado métodos analíticos distintos.
Cinco de los encontrados aparecen en unas concentraciones que suponen un riesgo potencial para el medioambiente
En este sentido, Hernández, asegura que "el día que las administraciones españolas se pongan a evaluar los fármacos con total seriedad, las noticias que salieron hace dos semanas [sobre los fármacos en el Manzanares] se van a quedar pequeñas".
Como cuenta, los fármacos llevan analizándose muy pocos años a nivel europeo en lo que incluyen como una lista de observación, "es algo más informal", señala. En España, asegura que hay "muy pocos" fármacos que se están midiendo de manera oficial.
"Si con los plaguicidas hay una falta de control alarmante, con los medicamentos hay muchísima más", lamenta Hernández, que asegura que los datos oficiales en cuanto a este tipo de contaminación "son entre pocos y casi ninguno".