"Las abejas corren el peligro de extinguirse". Así de contundentes se muestran desde Naciones Unidas en el día mundial de este polinizador, que se celebra cada 20 de mayo desde 2018.
Y es que, como explica esta organización, "casi el 35% de los polinizadores invertebrados –en particular las abejas y las mariposas–, y alrededor del 17% de los polinizadores vertebrados –como los murciélagos– están en peligro de extinción a nivel mundial". Una vez más, es la acción del ser humano la que ha provocado, según la ONU, que las tasas actuales de extinción de especies sean de cien a mil veces más altas de lo normal.
Además, en un estudio publicado el pasado mes de abril en la revista científica Proceedings of the Royal Society B, un grupo de investigadores llegaban a la conclusión de que el cambio climático, y en especial el calentamiento global y las temperaturas extremas, está precipitando la desaparición de las familias de abejas de mayor tamaño.
Culpa del cambio climático
En declaraciones al diario británico The Guardian, los científicos estadounidenses encargados del estudio admitieron que su investigación "claramente sugiere que los cambios de las temperaturas, de los mantos de nieve y de las precipitaciones estivales inducidos por la crisis climática remoldearán de manera drástica las comunidades de abejas".
Así, las poblaciones de abejorros, megaquílidos y osmias podrían llegar a desaparecer con el aumento de temperaturas que ya estamos viviendo. Algo que ya viene observándose desde hace años, pues los polinizadores han venido disminuyendo "de manera preocupante", según la ONU.
Pablo Vargas, investigador del Real Jardín Botánico-CSIC, recuerda que los problemas que afectan a las abejas son múltiples, y no son los mismos para todas las familias de este insecto. Y es que en el mundo existen 25.000 especies diferentes de abeja, y sólo en España podemos encontrar un millar de ellas.
Las abejas que más sufren en estos momentos, asegura, son las de la miel. Sobre todo porque les afectan ácaros y hongos que diezman las poblaciones.
Altas temperaturas "fuera de lugar"
Cuando hablamos del impacto de episodios de calor como el actual, en el que las temperaturas de primavera alcanzan las de verano, sobre las abejas, Vargas es tajante: "No son los más peligrosos para ellas".
En cambio, el peligro está en "las temperaturas altas fuera de lugar". Es decir, lo que sí amenaza la supervivencia de estos polinizadores son "los episodios de calor en invierno, como los de este año". Y el científico lo explica: "Si en febrero suben mucho las temperaturas, eclosionan antes y salen, pero se encuentran que no hay flores y mueren".
Esto, recuerda, provoca que las poblaciones tanto de ese año como del próximo se vean afectadas. Y lo mismo ocurrirá con las cosechas y las floraciones. Vargas puntualiza: las abejas sólo viven un año, pero si se mueren antes de tiempo, se ponen en peligro las poblaciones del siguiente.
Además del cambio climático y el consecuente aumento de los episodios extremos, las prácticas agrícolas intensivas, los cambios en el uso de la tierra, la utilización de plaguicidas (incluidos los insecticidas neonicotinoides), las especies exóticas invasoras, las enfermedades o las plagas también estarían haciendo mella en las poblaciones de estos insectos. "Lo que más les perjudica son los pesticidas", reitera Vargas.
¿Cultivos sin abejas?
Si esta tendencia continúa, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), "algunos cultivos nutritivos —como frutas, frutos secos y muchas hortalizas— serán sustituidos cada vez más por los cultivos básicos como el arroz, el maíz y la patata, lo que podría desembocar finalmente en una dieta desequilibrada".
Además, los insectos invasores, los pesticidas, los cambios en el uso de las tierras y los monocultivos pueden reducir los nutrientes disponibles y suponer una amenaza para las colonias de abejas
Por eso, como alertan desde la ONU, los agricultores y los responsables de las políticas juegan un papel fundamental en la protección de nuestros polinizadores. Sin embargo, también nos recuerda que hay cosas que nosotros podemos hacer como ciudadanos.
¿Qué puedes hacer tú?
Apuesta por productos locales y de temporada. Cultivar y comprar plantas autóctonas según el momento del año en que se producen ayuda a la salud de las abejas.
Miel sin refinar. Comprar miel de los agricultores de la zona, que no esté ultraprocesada, contribuye a la economía local.
Productos sostenibles. Compra productos a agricultores que lleven a cabo prácticas de cultivo sostenibles y cuiden de la tierra.
Apadrina una colmena.
Ofrece agua a las abejas. Puedes dejar en tu ventana o jardín un recipiente poco profundo con agua, piedras y ramitas o palos para que las abejas beban, pero no se ahoguen en el proceso.
Cuida los bosques. No ensucies ni destruyas la naturaleza, y no olvides recoger la basura que produzcas.
Ayuda a concienciar. El declive de las poblaciones de polinizadores, y especialmente de abejas, nos perjudica a todos, así que ¿por qué no recordárselo a nuestro círculo?
Si eres apicultor o agricultor…
Reserva algunas zonas como hábitat natural para estos insectos (y otros animales) y asegurar la polinización.
Evita pesticidas y químicos. Las abejas hacen que nuestra comida tenga sabor, pero los pesticidas, fungicidas y herbicidas envenenan el polen que luego estos insectos llevan a las colmenas.
Crea barreras vegetales.
¿Qué pueden hacer los gobiernos?
Empoderar a los pueblos rurales e indígenas, fomentando su participación y el intercambio de conocimientos. También de las comunidades locales.
Promover el cambio. Desde los gobiernos locales y nacionales se pueden aplicar medidas estratégicas o incentivos económicos para impulsar la sostenibilidad agrícola.
Apostar por las alianzas. Los gobiernos pueden incrementar la colaboración y las alianzas entre instituciones, entidades académicas y redes de investigación para gestionar y evaluar los servicios de polinización.