La Fundación Oso Pardo (FOP) es la organización encargada de realizar proyectos de conservación, avistamiento, seguimiento y análisis de datos de los ursus arctos, popularmente conocidos como osos pardos u osos pardos cantábricos. Gracias a la conjugación de las estrictas normativas europeas en materia de conservación de los ecosistemas terrestres y la ambición y empeño de oenegés conservacionistas como FOP, este animal ha pasado de estar en peligro de extinción crítico a multiplicar de forma exponencial su presencia en la cordillera cantábrica.
A finales de los años ochenta la población de osos pardos apenas alcanzaba los sesenta ejemplares debido, principalmente, a la caza furtiva; treinta años después, los conteos indican que puede rozar los cuatrocientos. Ese crecimiento no está exento de problemas, ya que la proliferación de los úrsidos ha ampliado también su radio de desplazamiento y las zonas en las que habitualmente buscan alimentos.
Atraídos por los árboles frutales, las colmenas y los vertederos, de vez en cuando se dejan ver cerca de los municipios. Sin ir más lejos, en 2021, en Cangas del Narcea, una mujer fue atacada por un oso pardo en plena calle. Los lugareños, que ven en el animal el reclamo turístico ideal para el avistamiento sostenible de montaña, también temen ese reverso negativo: que se acostumbren demasiado al trato humano y puedan generar problemas a medio y largo plazo en los núcleos urbanos rurales.
El caso de Sonande "fue el primer y único ataque conocido de la población de osos occidental en los últimos 40 años", explica Juan Carlos Blanco, biólogo experto en grandes carnívoros e investigador de la Fundación Oso Pardo. "Más atrás es difícil saberlo. La probabilidad de que te ataque un oso es muy baja, aunque el hecho de que aparezcan a las afueras de los pueblos, especialmente en verano y cerca de los frutales, alarma a mucha gente".
Tanto Blanco como el presidente de la Fundación Oso Pardo, el naturalista Guillermo Palomero, recuerdan que estos animales son extremadamente tímidos y sólo atacan cuando se ponen nerviosos o quieren proteger a sus crías. En el 99% de los casos un encontronazo con un ser humano acabaría con la huida del oso. Por eso los miedos son infundados, aunque ambos reconocen que los futuros proyectos de conservación de osos pardos deben tener en cuenta que un mayor crecimiento implica una mayor interacción entre animales y humanos.
Crecimiento exponencial
"Desde el año 88 se ha estado siguiendo a la población de osos con crías con el objetivo de conocer el índice de la población", explica Juan Carlos Blanco. "Todo lo que hacemos se planea con las administraciones y los grupos de investigación. También hemos realizado uno de los pocos censos genéticos con osos para demostrar que la población oriental (la que forma parte de Palencia, León y Cantabria) se ha mezclado con la occidental. Antes de eso estaban separadas; ahora hay una conexión".
La causa de esta mezcla reside en que el número de ejemplares ha aumentado considerablemente, lo que provoca "un trasiego entre las dos poblaciones", tal y como explica el biólogo de la FOP. "Al principio era pequeño, pero hoy es algo regular. Los machos de la parte occidental han ido a la oriental, y ahora muchas de las crías que nacen tienen una genética híbrida. Esto aumenta la diversidad y produce un enriquecimiento de ambas poblaciones".
Pero más allá de los proyectos de conservación y las campañas de concienciación, lo que verdaderamente ha contribuido a que los osos pardos crezcan en número es que la gente ha dejado de cazarlos. Las tétricas imágenes que reciben a los visitantes de la Casa del Oso de Pola de Somiedo, que muestran a casi una decena de hombres paseando el cadáver de un gigantesco oso recién cazado, dan buena cuenta de hasta qué punto nuestros antepasados se dedicaron a matarlos de forma indiscriminada, lo que contribuyó a condenarlos a la extinción.
"Hay mil razones por las cuales los osos han aumentado", amplía Blanco, "pero la razón más importante, con diferencia, es haber evitado que se los mate. El turismo ha conseguido que la gente de los pueblos perciba que cuidar a los osos da dinero. Hoy ya no hay excusas para que la gente diga que quiere cazar osos: hasta los ganaderos que pierden crías reciben ayudas por parte de las administracioneslocales", continúa el biólogo.
Él señala que la Fundación Oso Pardo trabaja para atajar el resto de problemas derivados de la proliferación de estos plantígrados, como la protección de las colmenas de abejas, uno de los principales objetivos de los golosos osos junto con los árboles frutales, o su ataque a las reses más débiles de los ganados, muchas veces solventados gracias a la colocación de vallas electrificadas. "Todas esas soluciones han conseguido que la gente hoy quiera a los osos. No olvidemos que antes, el que mataba a un oso era un héroe y lo celebraba en el bar; hoy es un delito que, además, haría demasiado ruido. La gente no lo aprobaría".
No obstante, el experto de la Fundación Oso Pardo recuerda que aunque el animal "ha estado en peligro crítico" y que su situación actual es indudablemente buena, sigue formando parte del grupo de animales "en peligro de extinción". El futuro de los osos será bueno siempre que el cambio climático no trastoque sus ecosistemas. "La proyección es que entre en la categoría de 'vulnerable', pero eso va a tardar: para que esté fuera de peligro tendría que haber 1.000 ejemplares maduros mayores de tres años. Hoy hay entre 350 y 400. Hacen falta muchos osos".
Guillermo Palomero, director de la FOP
Con una voz grave que parece la de un actor de doblaje, y con un encanto y cercanía naturales, Guillermo Palomero, director de la Fundación Oso Pardo, reflexiona sobre los beneficios que genera el animal en la economía local. Mientras habla sostiene unos gigantescos prismáticos a través de los cuales trata de encontrar osos entre la maleza de la colina de enfrente. Algo se mueve: son unos rebecos.
"Una buena manera de descubrir un oso es ver si los rebecos se ponen nerviosos", dice, con una ligera sonrisa en los labios. De momento, ningún úrsido. No es fácil encontrarlos, pero está seguro de que aparecerán, ya que una de las hembras de la zona está en celo y quiere exhibirse. A los pocos minutos se cumple el presagio: a kilómetros de distancia aparece entre los riscos una madre con dos oseznos.
Las osas, explica Palomero, copulan con el mayor número de osos para confundirlos y hacerles creer que son los padres de sus oseznos. Sin embargo, aquellos con los que no ha mantenido relaciones son un potencial peligro para el animal: son capaces de matar a sus oseznos para que la osa vuelva a estar en celo y los elija a ellos como posibles candidatos a la progenitura.
"En el primer celo copulan con muchos machos para engañar a la paternidad y así crean que son sus crías" amplía. "Imagínate el desastre que es parir en la osera unas cosas así de chiquitas y vulnerables y que venga un gracioso que, por montarse encima, mate a las crías. Por eso se embriscan y tratan de convencer a varios machos de que 'los niños son suyos'".
Más allá de los comportamientos algo perversos de los osos, que en casos extremos han dejado peleas que a muerte, Palomero habla orgulloso y apasionado sobre su estado de conservación: "Están recuperándose bien: todos hemos remado coordinados en la misma dirección. Oenegés, responsables de ayuntamientos, cazadores locales, apicultores, administraciones. Hablamos de una población de osos que se nos iba de las manos hace dos décadas y media y que ahora crece, igual que en los Pirineos. Son dos buenas noticias".
El director de FOP, no obstante, alerta de que aún queda mucho por hacer, ya que el carnívoro sigue amenazado por la caza. "No la furtiva, pero sí la de los venenos. Aunque son muy buenos carroñeros pueden ingerir comida envenenada y morir". Por eso, y por el miedo a la expansión del oso en las zonas urbanas, considera que todas las organizaciones que se dediquen a la conservación deben "ir por delante" para mejorar sus protocolos y respuestas.
Monitorizar a los díscolos
"[Los osos] nunca vienen a hacernos daños, pero [en los pueblos] ven comida fácil y humanos tranquilos en vez de osos que los atacan arriba en el monte". La solución, según explica Palomero, es disuadirlos rápidamente a través de "unos protocolos que ya están aprobados" a nivel gubernamental, y que incluyen el uso de petardos y disparos con balas de caucho para espantarlos. "Si a pesar de todo siguen viniendo, se les trata de capturar y se les pone un collar de radioseguimiento".
Aunque algunas de estas medidas puedan parecer algo drásticas, la Fundación Oso Pardo tiene un grupo de científicos que siempre les asesora. "No damos un paso sin tener un fundamento o un sustento científico. Y, si no lo tenemos, lo damos con mucho cuidado para no meter la pata", recuerda. "No puedes hacer conservación sin ciencia detrás; no vale tener ocurrencias. Hay que ser serio".
El experto considera que para mejorar aún más las condiciones de vida de los osos falta ampliar el terreno protegido de las reservas naturales. Y pone el ejemplo de Somiedo: "La zona donde había osos hace 20 o 25 años se incluyó dentro de la Red Natura 2000 de la Unión Europea. Ahora empieza a haber osos en esas zonas, así que sería bueno hacer una ampliación".
Cambio climático: Osos con futuro
Además de la caza y la expansión de las comunidades de osos a zonas pobladas, uno de los temas que más preocupa a los conservacionistas son las posibles consecuencias que pueda tener el cambio climático sobre los ecosistemas de los grandes carnívoros. Todos sus estudios confluyen en un mismo punto: el oso se adaptará, pero el entorno en el que se alimenta cambiará de forma drástica. Por eso la Fundación Oso Pardo ha puesto en marcha su onceavo programa LIFE con financiación de la UE y colaboración del CSIC: Osos con futuro.
"[El programa] consiste en fomentar sus fuentes de alimentación", adelanta Juan Carlos Blanco. "En este caso el árbol más importante para ellos es el castaño. El cambio climático va a provocar un aumento de la temperatura. Las especies de plantas que suelen crecer en la parte baja de la montaña tratan de subir ladera arriba, pero hay algunas, como los robles o las hayas, que sufren mucho. Llegará un punto en el que no puedan subir más. Sin embargo, otras plantas más térmicas, como el castaño, ascienden y resisten el aumento de las temperaturas".
Osos con futuro, por tanto, busca fomentar durante cinco años (de 2020 a 2025) la proliferación de bosques de castaños para garantizar un alimento seguro y constante para los osos pardos y realizar una "mejora de recursos tróficos clave y prevención de conflictos invernales para conservar el oso pardo cantábrico en escenarios de cambio climático".
"El haya lo va a tener difícil", interviene Guillermo Palomero. "El arándano también lo va a pasar muy mal. Por eso debemos tratar de dirigir los proyectos de plantaciones de árboles hacia esos nuevos escenarios, lo que nos da la oportunidad de alejar los castaños de los pueblos y separar así a los osos [de los núcleos urbanos]".
Ambos expertos coinciden en que el peludo plantígrado no sufrirá tanto como otras especies, pero aunque "pueda cambiar unas fuentes de alimentación por otras", tal y como recuerda el presidente de la FOP, sí que verá trastocados "sus meses de hibernación". Además, el fuego del futuro será más potente y común que el de hoy. "Ahora mismo están controlados y son lo suficientemente suaves como para que los osos puedan huir, pero los incendios del futuro serán muy destructivos", augura Palomero. "Esto, quizás, es lo que más nos preocupa".
*** Este artículo pertenece a una serie de entrevistas y reportajes publicados por ENCLAVE ODS. La pieza ha sido posible gracias a la colaboración de The European Nature Trust (TENT), Fundación Oso Pardo y Wild Spain Travel.