25 años de 'La princesa Mononoke', el alegato ambientalista y pacifista de Hayao Miyazaki
Este 22 de julio se reestrena en cines de toda España este clásico de la animación adelantado a su tiempo.
17 julio, 2022 01:45Este 22 de julio volverá a los cines de toda España La princesa Mononoke, el clásico de Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro, Ponyo en el acantilado), para celebrar los 25 años desde su estreno. Un título clave para la historia de la animación, de la factoria del Studio Ghibli fundado por el propio Miyazaki y cuyo mensaje ecologista, pacifista y feminista —aunque al autor no le gustaría usar esos términos concretos— se revela en estos momentos más actual que nunca.
La distribuidora en España, Vértigo Film, lo recupera ahora tanto con el doblaje original de 1997 como en versión original japonesa con subtítulos, lo cual es una invitación tanto a los amantes del anime o los nostálgicos, como a los nuevos espectadores.
“En parte podemos decir que sí es una obra adelantada a su tiempo, y mira que Hayao Miyazaki se niega a que le etiqueten en esos términos”, opina Álvaro López, coautor de los ensayos Mi vecino Miyazaki (Diabolo, 2014), sobre la carrera del director japonés o, La princesa Mononoke: Los árboles gritan de dolor al morir (Diabolo, 2022), entre otros dedicados a la obra del animador japonés.
El argumento de La princesa Mononoke se sitúa en el Japón medieval y se basa en el encuentro entre Ashitaka, el último príncipe de la tribu de los emishi, que debe librarse de una maldición que empeora si se deja arrastrar por la ira, y Shan, la hija adoptiva de la diosa lobo Moro, que lucha por proteger el bosque del avance de una mina. El joven guerrero descubrirá por el camino que esa ciudad del hierro, liderada por Lady Eboshi, es un lugar igualitario y justo donde se acoge a leprosos, prostitutas y cualquier paria.
Al mismo tiempo, todos deben enfrentarse a los samuráis de Lord Asano, enviados por el mismísimo Emperador para capturar la cabeza del Espíritu del Bosque, el único dios que puede acabar con la maldición de Ashitaka y con la guerra. ¿Parece complicado? Es más sencillo de lo que parece: el protagonista es un guerrero que solo puede vencer si evita luchar y tanto los animales del bosque como los humanos de la ciudad del hierro tienen sus razones para pelear entre ellos. El final, que no revelaremos, no sólo es pacifista, sino que roza ser el contenido de un panfleto de la ONU sobre desarrollo sostenible. Y Ashitaka es el único hombre cabal rodeado de mujeres fuertes y masculinidades agresivas, cobardes o paródicas.
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Y, sin embargo, Miyazaki “no se considera ni feminista ni ecologista, aunque promueva esos valores constantemente en sus obras (y en su vida). Pero no lo hace con un objetivo ideológico, sino como algo natural que debería estar aceptado por el ser humano”, nos explica López. “Sus personajes femeninos son protagonistas fuertes y determinadas, basándose sobre todo en su madre. Para el director era el modelo femenino que siempre había tenido, y él suele decir que si utiliza a mujeres con estas características para sus películas es porque encajan mejor en sus historias, no por otros temas”.
En cuanto al ecologismo, según López, “Miyazaki es un firme defensor de la conservación del medio ambiente y un amante de la naturaleza al que le hemos podido ver limpiando ríos de basura o aportando grandes cantidades de dinero para proteger los bosques. Pero, por ejemplo, reniega de organizaciones ecologistas, a las que no tiene en buena consideración”.
Y añade: “Aparte de todo, hay que decir que Hayao Miyazaki es una persona bastante peculiar, supongo que como todo genio que se precie. Puedes estar de acuerdo o no con él, pero su autenticidad es lo que le marca el camino. Y eso lo transmite en sus obras”, concluye el crítico.
Una carrera llena de éxitos
El origen de La princesa Mononoke (Mononoke Hime en japonés) está en un intento de adaptar a Japón el cuento tradicional de la Bella y la Bestia que tuvo el animador en los 80 y que no pudo concluir. En aquel momento, su carrera como autor apenas estaba despegando tras participar como animador y, más tarde, como diseñador y director en series tan conocidas como Lupin III (1968), Heidi (1974) o Sherlock Hound (1984), la popular versión del detective con personajes caninos cuya canción aún se recuerda.
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Por esa misma época dirigiría su primer proyecto propio, Nausicaä del Valle del Viento (1984), un alegato conservacionista con una protagonista femenina fuerte y que lidera a su pueblo y una historia que tomaba elementos de la Odisea de Homero, el folclore japonés y la obra del artista francés Jean Giraud, Moebius. Su primer gran éxito, en 1988, llegaría con la fábula infantil Mi vecino Totoro, de nuevo con un gran componente de defensa de la convivencia entre los humanos y la naturaleza.
Álvaro López explica que La princesa Mononoke fue “el punto de inflexión en su carrera, que lo cambió todo. Antes de ella, la imagen de Hayao Miyazaki estaba ligada a películas de carácter más o menos infantil, como El castillo en el cielo (1986) o Nicky, la aprendiz de bruja (1989)”.
Sin embargo, La princesa Mononoke “fue concebida como una superproducción de gran presupuesto, lo que le hizo dar un salto en todos los sentidos. Con esta película rompió con el pasado y, sin perder su esencia, mostró que sus inquietudes y su talento artístico iban mucho más allá. A partir de ahí, se atrevió con historias más simbólicas y profundas como El viaje de Chihiro (2001) o El castillo ambulante (2004), que marcaron también su proyección internacional como maestro absoluto del cine animado”.
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Incluso la película encierra claves de la historia de Japón que pasan desapercibidas al público occidental y que dicen aún más del compromiso de su obra. Ashitaka es un príncipe de los emishi, una tribu medieval de la que se desconocen muchos datos. Y también, nos explica López, “uno de los grupos que más se resistió al imperio de Yamato, un gobierno de samuráis que quiso dominar todo el territorio japonés imponiendo sus costumbres y creencias a pueblos menores que conformaban la riqueza cultural del Japón del medievo”.
Una de las cuestiones principales que quería transmitir Hayao Miyazaki con La princesa Mononoke era, precisamente, “su convicción de que la historia oficial japonesa estaba equivocada y tenía un marcado carácter nacionalista que no compartía. Él se alineaba con historiadores que habían descubierto evidencias de que Japón no era una población de una etnia única y diferente al resto, sino que se componía de muchas culturas y tribus influenciadas por las migraciones del extranjero, algo mucho más lógico, en su opinión”.