Imagen de archivo de biocombustible a partir de algas.

Imagen de archivo de biocombustible a partir de algas. iStock

Historias

Las algas que puedes comprar en el súper y que servirán como combustible de los aviones

Las algas laminariales pueden ser muy efectivas para solventar problemas globales como el hambre o la emisión de gases de efecto invernadero. 

11 abril, 2023 02:29

“Las algas serían la navaja suiza para afrontar los retos planetarios”. Así las describe Catriona Macleod, subdirectora del Centro de Pesca y Acuicultura del Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania (Australia) para The Conversation. Son diversos los usos potenciales de estos organismos acuáticos: desde acabar con el hambre mundial a servir como biocombustible para los aviones del futuro.

Las algas marinas, y más concretamente los quelpos o laminariales —la mayor especie del mundo—, son productos que han pasado del mar a nuestras mesas en un breve periodo de tiempo. En algunas culturas, como la japonesa, están integradas en la gastronomía. Se suele comer cruda, cocida, en polvo y se incluye en varios suplementos.

Junto a sus beneficios nutricionales, muy significativos para las personas con dietas ricas en vegetales, también han demostrado, según Macleod, ser efectivos en la captura de dióxido de carbono, la absorción del exceso de nutrientes de las aguas residuales, servir como materias primas para crear textiles, bioplásticos y envases, o constituir suplementos efectivos para reducir la emisión de metano en vacas y otros rumiantes.

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Y desde hace unos años, dada su abundancia en los suelos marinos, —el 70% de la Tierra está cubierta por agua— se viene explorando su potencial como biocombustible. Entre el 85 y 90% de las algas son agua, lo que significa que son muy adecuadas para fabricar biocombustibles mediante métodos como la digestión anaerobia para producir biogás y fermentación para producir etanol.

Combustible para coche y aviones

En la actualidad, la inmensa mayoría de los vuelos se realizan con combustibles fósiles, que, según las estimaciones, aportan casi el 2,5% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono. Y por esta razón, las alternativas renovables, como los biocombustibles, han emergido como solución al problema de las fósiles.

Pero tampoco prometen el oro y el moro, ya que plantean sus propios problemas de sostenibilidad. El uso de biocombustibles de materias primas terrestres implica el empleo de ingentes recursos hídricos y energéticos. En el caso de las algas marinas, la factura es algo menor.

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Pertenecen a la tercera generación de biocombustibles y, de hecho, se llevan utilizando como materia prima energética desde los años cincuenta. Además, se considera que son la fuente más viable y escalable, sobre todo para la generación de bioetanol —almacenan energía química en sus células que luego se puede convertir—.

A diferencia de otras fuentes, como los cultivos alimentarios terrestres (primera y segunda generación), las algas marinas presentan altos contenidos en carbohidratos y un bajo contenido en celulosa vegetal. Debido a esta característica, la extracción de los azúcares necesarios para la fermentación en etanol es más sencilla.

Pese a que en la mayor parte de la superficie marina es casi imposible plantar cultivos, las algas parecen adaptarse correctamente y crecer abundantemente tanto en climas fríos como cálidos. Además, no requieren tierras cultivables ni la adición de fertilizantes, ofreciendo un mayor potencial para las explotaciones de energía de biomasa a gran escala.

Las cantidades necesarias para alimentar un vuelo de larga distancia podrían ser considerables. Y su uso también podría incurrir en nuevos problemas, como por ejemplo, la emisión de gases de carbono.

La promesa de las algas

"Las pruebas de emisiones que obtuvimos con el combustible de algas marinas están exactamente al mismo nivel que las del combustible de referencia", señaló Sten Frandsen, ingeniero mecánico y director comercial del Instituto Tecnológico Danés (DTI), a Euronews.

La ventaja que tiene este tipo de combustibles está en que, a diferencia de combustibles fósiles como la gasolina o el diésel, su materia prima extrae CO₂ a medida que crece. El mayor inconveniente que presentan los combustibles de alga es su excesivo coste. 

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Los procesos más costosos están asociados a las necesidades de agua, el coste de los nutrientes para su crecimiento, la propia cosecha de biomasa y la difícil extracción de células de las algas. Según las estimaciones, para producir un kilogramo de biodiésel se requieren 3,73 toneladas de agua, 0,33 kg de nitrógeno y 0,71 kg de fosfato.

De 2005 a 2012, proliferaron las empresas que apostaron por el potencial de las algas como biocombustible, pero los resultados terminaron siendo desastrosos en lo que se llegó a conocer como "la Gran Burbuja de los Biocarburantes de Algas" (Great Algae Biofuel Bubble).

En marzo de este mismo año, la gigante de las energías fósiles Exxonmobil anunció su retirada de la carrera de los biocombustibles de algas ante su baja rentabilidad. "Llevar estas tecnologías al mercado es muy difícil y muy caro", afirma George Huber, cuya investigación sobre biocombustibles en la Universidad de Wisconsin en Madison fue financiada por Exxon durante años en declaraciones a The Guardian

Según Casey Norton, el portavoz de la gigante del petróleo, en sus 12 años en el sector, la compañía invirtió 350 millones de dólares en biocombustibles de algas, según su portavoz. Esta inversión monumental no ha dado sus frutos, pero los investigadores creen que existe una falta de compromiso

"No va a ocurrir de la noche a la mañana. Está muy bien que se comprometan, pero hay que empezar a invertir más capital en estos proyectos", añadió Huber, en declaraciones a The Guardian.