Qué son las 'ecotopias': las novelas optimistas que han imaginado un futuro mejor para nuestro planeta
El escritor y activista Ernest Callenbach creó un país 100% sostenible y en el que el ser humano había conseguido desarrollar una civilización avanzada.
11 agosto, 2024 10:48En Estados Unidos, en los años 70 del siglo pasado, la ciencia-ficción, género popular por excelencia y considerado de entretenimiento, había alcanzado cierto respeto crítico, pero al precio de perder la inocencia. Los autores de la Nueva Ola de los 60 habían alcanzado grandes cotas literarias, pero componiendo mundos distópicos y corruptos, alejados del optimismo en la tecnología y el progreso de los 50.
En 1962, de hecho, J.G. Ballard escribió El mundo sumergido, la primera novela distópica 'climática'. El autor británico había leído los primeros informes científicos sobre lo que ahora llamamos la crisis climática, y explotó la posibilidad de un deshielo de los polos que inundan las principales ciudades del planeta. Más de una década después, Ernest Callenbach, un editor y activista por el minimalismo estadounidense, le dio la vuelta a la tortilla y escribió Ecotopía.
Si la distopía es el género que imagina presentes o futuros en los que la humanidad o la civilización se van al garete —con las asfixiantes Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o 1984, de George Orwell, a la cabeza—, la utopía es todo lo contrario y, de hecho, la precede.
'Utopía' fue el nombre que el filósofo Tomás Moro dio en 1516 a su idea de un gobierno perfecto, y el concepto de 'distopía' surgió en el siglo XX para describir esas fantasías oscuras, añadiendo el prefijo griego 'dis' a la propuesta de u-topos (no-lugar, un lugar que no existe), dándole el sentido de "utopía negativa".
La 'Ecotopía' de Callenbach
Así que cuando Callenbach pensó su Ecotopía quiso dar un nuevo giro al concepto, presentando la que para él sería una sociedad idealizada en la que la civilización humana respetase a la naturaleza sin renunciar a su complejidad actual (para 1975).
En lo que fue todo un manifiesto ecologista para su momento, y adelantándose a su tiempo, imaginó un país sin contaminación en el aire ni el agua, donde todo el plástico es biodegradable y el principal medio de transporte es el tren de alta velocidad. Un lugar donde toda la energía se produce con fuentes renovables, como la solar y la eólica. No suena tan lejano, ¿verdad?
La novela se ambienta en 1990, así que el autor se pasó de optimista. Tampoco acertó al predecir una gran guerra dentro de los Estados Unidos en plenos años 80 provocada por una crisis energética (un miedo lógico tras la crisis del petróleo de los 70 en la que escribió la novela). Ecotopía, de hecho, es un país ficticio que existe donde los actuales estados de Washington, Oregón y el norte de California.
Quizás nunca fue un gran éxito de ventas, pero creó escuela y, sobre todo, regaló una etiqueta para un subgénero que se opone a la distopía climática. Tan bien funcionó que novelas anteriores a ella o al surgimiento del ecologismo político a veces se meten en el paquete, como La isla, de Aldous Huxley, en la que corregía su Un mundo feliz, ofreciendo una posible sociedad utópica que se le opusiese.
Es un ejemplo que viene muy al caso, pues aunque Huxley escribió la novela optimista más de 10 años después de la pesimista y la consideraba "mejor", es prácticamente desconocida en comparación. Este artículo habría sido mucho más fácil si se tratase de enumerar novelas que presentan escenarios catastróficos, y de hecho en este mismo medio y de este mismo redactor se puede encontrar alguna lista sobre ello.
Utopías 'climáticas'
Pero los mismos autores y editores llevan tiempo resistiéndose a escarbar en el pesimismo. Recientemente en España hemos visto la publicación de Ecotopías, un álbum de cómic colectivo e impulsado por Greenpeace en el que diferentes dibujantes de nuestro país imaginaron futuros mejores basados en el respeto por la naturaleza y en la ciencia. Pequeñas utopías en viñetas que presentan alternativas como la agricultura sostenible, un desarrollo de las renovables sin conflictos con el territorio rural o un 'decrecimiento' basado en el respeto por los límites del planeta.
Aunque si hay un autor de ciencia-ficción que ha llevado al extremo desarrollar escenarios alternativos a la crisis climática es el norteamericano Kim Stanley Robinson, en parte seguidor de Callenbach.
El conocido escritor ha firmado obras como Pacific Edge, de 1990, en la que California consigue una sociedad 100% sostenible en 2065; Tiempos de Arroz y Sal, de 2002, en donde Europa no llega a colonizar el resto del mundo y aun así el planeta se enfrenta a duras guerras, pero en el siglo XXI se construye una utopía democrática y ecológica… y la más ambigua de toda, El Ministerio del Futuro.
Esta novela, publicada en 2020, desarrollada de forma realista y muy descriptiva las consecuencias de la crisis climática que ya hemos podido vivir en el interín y algunas mucho más catastróficas a futuro… pero luego presenta posibles soluciones también basadas en la ciencia.
Aunque leyendo su primera mitad cuesta creerlo, es una novela profundamente optimista, pues confía en que el trabajo conjunto de la humanidad, la generosidad y el apoyo de la ciencia pueden llevarnos a un mundo sin desigualdades y en el que el impacto del calentamiento global sea mínimo.
Subgéneros
Desde el siglo XXI, las ecotopías se han encajado, además, en dos subgéneros: los llamados solarpunk y hopepunk, frente al cyberpunk de obras como Blade Runner o Cibermante, que piensan en un futuro distópico provocado por la tecnología, la contaminación o la guerra nuclear. El solarpunk, su propio nombre indica, imagina civilizaciones fantásticas basadas en las energías renovables. El hopepunk, de 'hope', esperanza en inglés, es aún más directo: solo concibe futuros optimistas.
Aunque hemos hablado mucho de ciencia-ficción estadounidense, el solapunk nace, en realidad, en Brasil, en el año 2012, con la antología de relatos Solarpunk: Histórias ecológicas e fantásticas em um mundo sustentável. Aunque, de nuevo, acabamos destacando a una autora californiana, Becky Chambers, que en los últimos años ha firmado novelas como Salmo por quienes se construyeron en la naturaleza, de 2021, o Plegaria por la timidez de los árboles, de 2022.
En España tuvimos recientemente un experimento digno de mención, la película Sofía volverá, de Joaquín Lisón. Una mezcla de ficción y documental que cuenta la historia de la joven Sofía, una niña murciana que se convierte en refugiada climática debido a la contaminación del Mar Menor… y consigue regresar casi 30 años después, ya adulta, a un ecosistema ya sano, limpio y sostenible. Realizada con más voluntad que presupuesto, es hopepunk aunque ella misma no lo sepa.
Tanto las Ecotopías de Greenpeace España como el solapunk y el hopepunk se basan en la llamada 'política prefigurativa', un concepto de los anarquistas de principios del siglo XX que luego han adoptado otros enfoques. La idea es crear mundos posibles, útiles, en los que desear vivir, y que sirvan de guía a los militantes. El ecologismo, desde los 70, lo ha visto claro.
En parte la "madre" de todos estos planteamientos es la conocida autora Ursula K. LeGuin, aunque difícilmente pueda ser calificada de 'ecotópica' en novelas como El nombre del mundo es bosque, que inspiró Avatar, pero que ve a humanos y naturaleza como destinados el conflicto si los primeros no cambian su actitud respecto a la segunda. Eso sí, en Los desposeídos la autora dejaba claro que no imaginaba una lucha contra la desigualdad que no estuviese basada en la sostenibilidad de los recursos.