Arribazones en el Mar Menor junto al 'abono' de Algarikon.

Arribazones en el Mar Menor junto al 'abono' de Algarikon. Cedidas

Historias

De 'ahogar' al Mar Menor a alimentar setas: este es el proyecto murciano que convierte las algas en abono

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Algarikon surgió de manera fortuita, a medio camino entre una apuesta y una broma. Con un "tú que eres científica, podrías hacer algo con las algas del Mar Menor", que recibió como respuesta un "espérate". Y Cristina Soler se arremangó, cogió una muestra del arribazón de la laguna salada murciana y se lo llevó a su laboratorio de la Universidad Autónoma de Madrid. 

Así, casi sin proponérselo, la investigadora oriunda de Murcia acabó sumergida en un proyecto que busca convertir esas algas que "apestan" y "ahogan" el Mar Menor en un producto de provecho. En concreto, una suerte de abono para hongos y setas. 

"Hice un experimento de esos que llamamos 'viernes por la tarde': como trabajo con setas comestibles, las puse a cultivar con las algas y, oye, el lunes cuando volví al laboratorio los resultados habían sido increíbles", cuenta Soler al otro lado del teléfono. Con su muestra, formó un equipo con colegas de otros proyectos de investigación y se puso manos a la obra.

Todo esto sucedía en el verano de 2021. Ahora, más de tres años después, Algarikon busca financiación para salir del laboratorio y escalarse a nivel comercial. Porque, dice su fundadora, es un producto que funciona y no puede quedarse en la nada.  

Trabajo circular

Cuenta Soler que Algarikon nace del trabajo en equipo, de la colaboración entre varias disciplinas de investigación. "Después de cultivar los hongos en las algas, queríamos ver si se les podía dar otras utilidades", cuenta. 

Por eso, montaron un "proceso de valorización secuencial, de forma que el residuo que deja la fabricación de un primer producto, que serían las setas, fuera utilizado para otra cosa". Y ahí echó mano de su especialidad en la Universidad Autónoma, donde trabaja con la extracción de compuestos para la industria alimentaria.

Cristina Soler y una de sus compañeras, durante la investigación.

Cristina Soler y una de sus compañeras, durante la investigación. Cedida

Así, extrajo enzimas texturizantes y saborizantes del micelio de los hongos. "Después, le pasé la investigación a otros compañeros que estudian bioestimulantes de plantas y vieron que las algas también estimulaban".

Desde otro centro de investigación, el IMIDA, las probaron como sustrato para cultivar lechugas "y los resultados también fueron fantásticos". Porque, cuenta, "no solamente crecían, sino que encima duplicaron su tamaño, su calibre, y eran más dulces". 

Para hacer todavía más circular el proyecto, Soler y su equipo decide coger "todo lo que sobra" de estos procesos, y esas "algas también que están muy deterioradas, que no sirven, que ya son casi cieno" y aprovecharlas. ¿Cómo? La investigadora lo explica: "Las metemos dentro de un digestor anaeróbico para que se produzca biometano".

Precisamente por querer ser completamente circulares, Algarikon fue uno de los ganadores de la VII edición del concurso de investigación y proyectos empresariales de Mares Circulares. Y para ello decidieron "cerrar el ciclo completamente".

Las setas que nacen a partir del sustrato de Algarikon.

Las setas que nacen a partir del sustrato de Algarikon. Cedida

"Después de producir el biometano, los digestatos —el material que queda tras la digestión anaeróbica— se reintroducen en la cadena como biofertilizante de plantas o como suplemento nutricional, porque son fuente de nitrógeno, que es lo que necesitan los hongos para crecer", aclara Soler.

Cuestión de financiación

El de Soler es un proyecto completamente circular; un círculo perfecto, podría decirse. "Si te das cuenta, esta cadena se da ya la naturaleza", asegura la investigadora. Y recuerda que no hay nada nuevo, sino que "simplemente" ha dirigido "de forma ordenada" los recursos para hacer algo que sabía que iba a funcionar, porque "la naturaleza ya lo hace".

Ahora, confiesa, el problema se lo está encontrando para conseguir financiación. Porque, por el momento, todos sus buenos resultados son a pequeña escala. Aunque, matiza, "un cultivador riojano y el Centro Tecnológico de La Rioja están haciendo una prueba semiindustrial con 500 bolsas de sustrato, de 18 kilos cada una".

Este sería el último paso, la última comprobación, para poder escalar el proyecto y transferir el conocimiento científico a la vida real. "Tuvimos que recoger un montón de algas a mano, pero para llegar más lejos necesitamos maquinaria que no nos podemos permitir". 

Y es que, insiste, "en la planta piloto no solamente crecían las setas, sino que aumentaba la producción en un 20%". Esto sucede, asegura, incluso en el champiñón, que es "la seta más difícil de cultivar a pesar de ser la más comercializada". 

Pero, claro, para escalarlo y que llegue a los cultivadores necesitan maquinaria pesada que les permita realizar las pruebas pertinentes. El reto es que Algarikon se trata de una startup, una empresa de base tecnológica, y Soler se las está "viendo y deseando" para conseguir financiación para seguir creciendo. 

Por eso, denuncia la complejidad burocrática y las trabas que se ponen en las convocatorias a la hora de permitir transferir el conocimiento científico al mercado. Tanto en los niveles estatales como autonómicos: "Es curioso porque yo soy murciana, la empresa la montamos en Murcia porque es donde está el Mar Menor y mi universidad está en Madrid, así que no puede acceder a las ayudas de aquí porque está inscrita allí", lamenta.

Los inversores privados, por otro lado, buscan "algo que ya esté montado, que ya esté funcionando", cuenta. Por tanto, tampoco se ven capaces de captar ese tipo de financiación. A fin de cuentas, Soler se encuentra en una encrucijada bastante común en nuestro país: una científica tiene una solución escalable, pero corre el riesgo de que se quede en papel mojado por las zancadillas administrativas

Por el momento, esta investigadora murciana le da un año más de vida a Algarikon. "Si no conseguimos financiación en ese tiempo, tendremos que pasar página", concluye.