Se acumulan los récords en los extremos helados de la Tierra. En lo que llevamos de año, los dos polos sufrieron un episodio de calor intenso de manera simultánea, con temperaturas de hasta 40 grados más de lo normal. Poco después, se derrumbó en la Antártida un bloque de hielo del tamaño de Roma. Episodios que llegan cuando el continente está registrando mínimos históricos de superficie helada.
Un artículo publicado en Communications Earth & Environment, del grupo Nature, ha estudiado al milímetro una de las olas de calor más intensas de los últimos años, como fue la sufrida entre el 6 y el 11 de febrero de 2020. Aquel año se registraron temperaturas medias de más de 4,5 grados y se alcanzó un récord con 18,3 grados en la base Esperanza.
Ahora, este estudio va más allá. Científicos del Grupo Antártico de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), la Universidad de Barcelona, el Instituto de Geociencias del CSIC y la Universidad de Lisboa han hecho públicas sus conclusiones. Por primera vez, concluyen que el cambio climático es ya capaz de amplificar una ola de calor en la Antártida.
De acuerdo a sus observaciones, la probabilidad de que el continente helado pueda sufrir una ola de calor similar a las registradas en los últimos dos años es ahora 10 veces más probable, y lo es por una razón esencialmente antrópica. El aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero –que también han batido récords este año– están cambiando las dinámicas de la atmósfera.
Para los científicos es evidente que en las últimas décadas estamos acelerando el proceso de deshielo en los polos. De hecho, ahora los episodios de calor son más intensos. La comparativa entre los eventos sucedidos en períodos pasados (de 1950 a 1984) y recientes (de 1985 a 2019) arroja resultados importantes.
Entre otras cuestiones, los análisis realizados muestran que olas de calor similares a las de 2020 sobre la Antártida son ahora al menos aproximadamente 0,4 grados más cálidas que en el período anterior. Es decir, las olas de calor son un 25% más intensas.
Lo realmente novedoso e importante de este estudio es que los investigadores han comprobado que los cambios en la circulación atmosférica experimentados recientemente en la zona no son capaces de explicar por sí solos aumentos de temperaturas como los registrados en 2020. Hay un culpable y es el cambio climático que estamos acelerando en los últimos años.
Récords de emisiones y de calor
El episodio anómalo registrado aquel año se asoció entonces con patrones de circulación anómalos a gran escala. El evento fue provocado por un sistema de alta presión en el Pasaje de Drake que empujó aire cálido y húmedo desde el Océano Pacífico. Como recoge el artículo, este calentamiento se intensificó sobre todo en la zona de la base Esperanza, donde se registró el récord de temperatura durante aquel episodio.
Los investigadores reconocen que un evento de esta magnitud no tiene precedentes en la región en los últimos 70 años y parece ser que plantea una nueva normalidad en el continente si no conseguimos limitar el calentamiento global.
También el Ártico experimentaba en 2020 temperaturas propias de la región mediterránea. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) anunciaba nuevos récords de temperatura con valores de hasta 38 grados. Ya en aquel momento señalaban desde el organismo que su Archivo de Fenómenos Meteorológicos y Climáticos Extremos nunca había tenido tantas investigaciones abiertas sobre este tipo de episodios de calor.
Las alarmas volvieron a saltar cuando, de manera casi inexplicable para los científicos, los dos polos de la tierra se calentaron a la vez. De hecho, este episodio sin precedentes supuso una advertencia en mayúsculas. Como recogieron diarios como The Washington Post, los niveles que reflejaron los termómetros en zonas como la Antártida aquel fin de semana se habrían considerado “imposibles” e “impensables”.
Ese mismo mes, la NASA daba la voz de alarma por el “colapso total” de Conger, una plataforma de hielo de unos 1.200 kilómetros cuadrados en la Antártida. Científicos de la Oficina Australiana de Meteorología aseguraron que se trató de la consecuencia tras los episodios anormalmente altos de temperaturas sufridos semanas antes. Sobre todo porque, en aquel momento, el continente se tendría que haber estado enfriando.
La preocupación existente entre la comunidad científica cobra voz con estudios como el publicado recientemente. El hecho de que se puedan dar temperaturas más intensas en los polos no beneficia al proceso acelerado de deshielo y, por consiguiente, de aumento del nivel del mar a nivel mundial. Por este motivo, la solución pasa por limitar las emisiones de gases a la atmósfera. Según los expertos, aún estamos a tiempo.