Hace tres semanas volvía de un viaje a Nepal con empresarios locales y lo hacía animado por los proyectos entre las ciudades patrimonio de la humanidad de Cáceres y Lumbini. Tenía motivos para estarlo: ocho mil kilómetros de distancia y más aún de diferencias culturales que, lejos de separarnos, han supuesto un verdadero acicate para colaborar y construir proyectos conjuntos.
Es cierto que necesitábamos buscar nuevas rutas y que nos impulsa la legítima ambición por el progreso, pero también el compromiso con la preservación de nuestro patrimonio cultural y natural. Tanto aquí como allí, trabajamos para garantizar la salud y la educación, el empleo decente, el consumo responsable, las energías limpias, la igualdad y la paz. Compartimos proyectos porque compartimos objetivos.
Todavía en el avión y con esa mezcla de cansancio e ilusión con la que se vuelve de estos viajes de trabajo, pensaba acerca de cómo a las puertas de la COP26, esta experiencia, siendo local y limitada, está contribuyendo a tejer la necesarias alianzas estratégicas que nos sirven eficazmente para equilibrar la activación económica, la sostenibilidad social y medioambiental y combatir los efectos de la pandemia.
Y es así. Los cambios que buscamos deben ser peleados tanto en las conferencias mundiales como en el día a día de nuestros municipios. En este sentido, los gobiernos locales podemos jugar un papel estratégico. En primer lugar, los ayuntamientos, por nuestra cercanía, gozamos de una posición privilegiada para conformar mayorías en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Por otro lado, la Agenda 2030 proporciona nuevas y ventajosas posibilidades a la gestión de la política local, aunque sólo si se trabaja la cooperación entre las instituciones públicas, las empresas y las organizaciones que forman el tejido social de la ciudad.
En mi ciudad, como en muchos otros lugares, hay varios casos de éxito de colaboración entre el Ayuntamiento y asociaciones vecinales, y cada año sus propuestas van más en consonancia con los ODS.
Fue paradigmática la participación ciudadana en la gestación de la Ordenanza de Gestión y Protección del Arbolado Público. Esta nace en un contexto de emergente sensibilidad ambiental de una parte de la ciudadanía y del compromiso de los vecinos con la sostenibilidad. Implica un abordaje integral en cuanto a la gestión y protección del arbolado urbano.
Ha sido posible gracias a la aportación de particulares y organizaciones que han trabajado bajo la premisa de que una buena gestión de este arbolado urbano hace de nuestras ciudades lugares más sostenibles y habitables, especialmente en puntos donde se alcanzan los 40 grados en verano.
La Agenda 2030 proporciona nuevas y ventajosas posibilidades a la gestión de la política local
Hay un consenso general sobre la necesidad de construir sociedades más sostenibles en todos los sentidos, más justas y más resilientes y en seguir la hoja de ruta marcada por los ODS. Y ello ayuda a que los gobernantes podamos tomar buenas decisiones. Pero no podemos olvidar que corremos un gran riesgo: decepcionar a nuestros ciudadanos si la generación de un entorno más sostenible no se traduce en un impulso económico.
Si este esfuerzo por la sostenibilidad se tradujese en un empeoramiento de las condiciones de vida en los territorios productores de energía, la mayoría social desertaría demasiado pronto de esta lucha verde. Y detrás de la mayoría social suele ir la mayoría política.
Por ello, cobran especial relevancia proyectos como el nuevo Centro Nacional de Investigación en Almacenamiento Energético, que se ubicará en Cáceres y que nos sitúa a la cabeza en la carrera por liderar las nuevas tecnologías de almacenamiento de energía verde y a la par, genera de forma directa, un gran número de puestos de trabajo. Este será posible gracias a la cooperación entre administraciones de todos los ámbitos.
En torno al centro y a nuestras plantas fotovoltaicas también aparecen proyectos empresariales vinculados a las energías verdes y construidas sobre los principios de eficiencia y autonomía energética, como el que plantean los impulsores del parque ecoindustrial Cáceres Green.
Nunca antes se vio la humanidad al completo tan acuciada por la amenaza de perder su hogar
Este proyecto supondrá, al fin, una industrialización local con verdaderas posibilidades de liquidar una cuenta histórica de nuestro territorio con el empleo estable y el desarrollo económico.
Nunca antes se vio la humanidad al completo tan acuciada por la amenaza de perder su hogar. Sin embargo, como aún nos queda conciencia, hay tiempo de rectificar y transitar por la ruta de sostenibilidad.
Irene Carrón, poeta cacereña, escribió los siguientes versos: "Bajo la nieve sueñan los caminos, con los días azules del deshielo". Me aferro a sus palabras para seguir formando parte de este movimiento universal que mantiene la esperanza en un mundo mejor, en un mañana mejor.
*** Luis Salaya es alcalde de Cáceres