Cuenta la mitología griega que Sísifo, fundador y rey de Éfira (Corinto), fue condenado a empujar una roca hasta la cima de una montaña, una y otra vez durante toda la eternidad. Cuando parecía que lo iba a conseguir, la piedra rodaba y el personaje se veía obligado a empezar de nuevo.
La primera reacción ante esta historia suele ser, siempre, la de compasión ante semejante castigo y la de admitir que hay problemas que no tienen solución. Pero, desde otro punto de vista, también nos enseña que hay que perseverar si el camino y la meta están claros, aunque sea ingrato y sacrificado, e incluso que, para alcanzar cotas difíciles, la ayuda y la colaboración de los demás puede llegar a ser imprescindible.
En este caso, cada persona –cada Sísifo– cuenta con otros como ella, con los mismos objetivos, pero capaces de hacer el trabajo de otra manera y de proyectar el suyo con mucha más fuerza. Esta es la principal virtud del movimiento cooperativo.
A pesar de los grandes avances científicos, tecnológicos, jurídicos y sociales que hemos alcanzado, no podemos obviar que aún existen grandes diferencias entre unas sociedades y otras, una gran falta de cohesión social, insolidaridad y un deterioro medioambiental que ponen en riesgo a toda la humanidad.
Revertir esta situación es el mayor reto que nos vamos a encontrar de cara al futuro y, siendo conscientes de ello, cada uno debe asumir su rol y colaborar del modo que mejor sea capaz y en la medida de sus posibilidades.
El sector financiero y las entidades que forman parte del mismo son pilares fundamentales en la construcción del mañana. Cada decisión que tomen ahora dará forma al legado que dejaremos a las futuras generaciones.
Faltaría más, también son pilares fundamentales en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, puesto que cada acción dirigida a este objetivo tendrá un coste y necesitará financiación.
Son dinamizadores, no sólo de grandes proyectos internacionales, sino del microentorno y del mercado, independientemente de cuáles sean sus dimensiones.
A Eurocaja Rural le sobran los motivos para no abandonar nuestros pueblos, para implantarse en ellos
Lo cierto es que una lectura recurrente de los ODS, y su incorporación constante y coherente a las políticas empresariales, sirve para cobrar fuerzas y empujar con más tesón cada día y, además, nos ayuda a evaluar nuestra gestión.
Eurocaja Rural es una cooperativa de crédito y, por tanto, una entidad de economía social, que reinvierte sus beneficios, por imposición estatutaria, en las personas y territorios en los que actúa. Esto es posible gracias a su forma jurídica de sociedad cooperativa, lo que le permite priorizar la función social y solidaria, y el servicio al cliente basado en sus valores, frente a la optimización del resultado.
Su brazo social es su fundación, cuyo plan de acción recoge iniciativas dirigidas a generar riqueza y empleo, la acción por el clima, la igualdad de género, formación, empoderamiento y acciones de carácter social para satisfacer las necesidades de los más desfavorecidos.
Por su parte, la cooperativa de crédito cumple con esta misión al situar al cliente en el centro de su plan estratégico, dando prioridad a un servicio humano y cercano. Además, recoge las cláusulas ASG en sus contratos y operaciones de financiación, impulsando iniciativas públicas y privadas, o en colaboración, en beneficio de dichos clientes y del bien común.
Sin embargo, la decisión más importante –de la que me siento más orgulloso– es la de seguir consolidando un plan estratégico que, en contra de la dinámica y tendencia del sector, se basa en el crecimiento de su cuota de mercado a través de la apertura de oficinas. Eso sí, sin despreciar municipios que se encuentran en situación grave o crítica de despoblación.
Así, los pocos habitantes que quedan en estas localidades y en los municipios próximos pueden acceder a todos los productos y servicios financieros del mercado, e incluso optar a un puesto de trabajo.
Cuentan, también, con una razón más para no marcharse a las ciudades y abandonar el campo. Y apostamos por la digitalización sólo si está al servicio de las personas, nunca para sustituirlas.
A Eurocaja Rural le sobran los motivos para no abandonar nuestros pueblos, para implantarse en ellos, para hacerlos crecer. Y así fijar población, consolidar el sector primario, nuestro campo, nuestro entorno rural.
No podemos obviar que aún existe una gran falta de cohesión social
Me resisto a admitir la idea de que la vida nos lleva por caminos caprichosos, y que somos fruto de la inercia. Las presiones –bien entendida la palabra– sociales, políticas, económicas o familiares, que intentan condicionar nuestro destino, deberían ser tenidas en cuenta, debiendo siempre asumir la responsabilidad de nuestras decisiones.
Conformarnos, sin más, con lo que tenemos, o no luchar por cambiar lo que está mal, no es una actitud valiente y deja, a los que no piensan igual, solos ante la montaña.
No dejemos a Sísifo solo, porque su ardua tarea merece la implicación, el compromiso y la responsabilidad de todos para construir un mejor mañana.
*** Víctor Manuel Martín López es director general de Eurocaja Rural.